Mañana será otra noche
Tu extraña disposición a quererme de vez
en cuando. Tus pinches ganas incoherentes de no pensar más allá del presente
nuestro cuando pienso nuestro futuro. La carne se quema, la salsa está lista
para servirse desde el molcajete. Tú quieres acuchillarla, yo quiero escribirte
un poema mientras le doy un sorbo a mi refresco de mango. Me sirves el taco de
bistec de modo indiferente. Tu bigote sudado luce más lacio y brillante de lo
normal. Los limones dejan caer cuatro gotas debido a su consistencia de piedras
secas en dirección a mi taco humeante. La salsa es de la que no pica, como mis
íntimas ganas de llevarte a un pueblo mágico y despojarte de tu delantal
gastado. Hoy no soy tu güerita de siempre, hoy tus hijos te ayudan a calentar
las tortillas y a cortar los limones secos. Mi insistencia me hace ganarme una
cebolla cambray, pero me das la más chiquita, la más cutre. Tu ombligo salido, esta
noche de viernes luce más bailarín que de lo de costumbre. Siempre me he
preguntado por qué usas playeras tan ajustadas con tremenda barriga y senos
mórbidos. Mis ojos azules quedan hipnotizados en el acto de cómo echas las
cebollas y el cilantro al cliente que acaba de pedir sus tacos hace unos
cuantos minutos. La tonalidad de tu piel morena manchada de quemaduras ligeras por
las gotas de grasa que, te han llegado a salpicar, me retuerce el clítoris y lo
hace empaparse hasta escurrir ligeras gotas en mi trusa blanca. La minifalda
color negro de vez en vez deja relucir mis grandes glúteos apretados ante la
resistencia de tu sensualidad flácida y sudorosa. Todos me miran excitada,
menos tú; te esfuerzas y concentras al máximo en tu tarea culinaria. Si tan
solo pudieras apreciar mi escote, te percatarías de mi falta de ropa interior,
apreciarías a mis pezones firmes y levantados. Pero prefieres seguir picando la
carne en ese gran tronco de madera despostillada. Mi corazón palpita al mil por
ciento, decido venirme en silencio. Un hilo de líquido se escapa bajo la mini
falda. En dicho éxtasis por fin me hago digna de tu mirada cansada de tanto
trabajar sirviendo tacos. Me preguntas por fin, si quiero algo más, y… te
respondo: ¡Quiero más carne! ¿Me darías un taco de longaniza para llevar? Te
sonrojas, pero te haces el desinteresado. Todos los hombres a mi alrededor
quieren acostarse conmigo, pero solo quiero que tú lo hagas; pero, no sucede
así. Me retiro una vez más sin poder conquistarte. De fondo suena la carne bajo
el aceite hirviendo. Me llevo el taco de longaniza para mi cuarto. Me toco
pensando en ti, no importa, pienso: «Mañana será otra noche».
J. N. R.