Silencio desaparecido

Hay más verdades en un corazón roto, que en un corazón enamorado; engañado por la ilusión. La ranura del viento me contagia de ciertas lágrimas, que se quedan fijas en mi interior, aquellas lágrimas que nunca salen, pero guardo permanentemente. Las hojas en el suelo me hacen sentir un mar de olas de disgustos que van y vienen. Me veo en las gotas de lluvia como un recital de silencios. El horizonte no soporta mi desquicio de múltiples suspiros. Quisiera poder volar, salir volando a un desierto donde la arena olvide el aleteo de mis tristezas. Las plantas me proponen un baile de silencios en la oscuridad del paisaje. Mis pulsos se sienten cautelosos, como si mi voz ya no pesara y gritara de manera muda. Los demás se apresuran, todos corren, yo quiero quedarme quieto a contemplar lo simple, apreciar el gran charco que no refleja mi rostro; sino una simple respiración profunda. Las páginas de los libros se sienten más reales que la superficie de mis pies. El humo del café me devuelve a mi estado de simple mortal, me devuelve la fragilidad de sentirme vivo. La muerte parece lejana cuando el plato de comida frente a mí yace caliente o tibio. La espuma de la cerveza me propaga cierto aire de inmortalidad en lo infinito. Me siento una invención mal formada, carente de sustancia para poder ser feliz por mucho tiempo. La felicidad es cosa breve para mi pecho. La incertidumbre se ha vuelto mi cruz. El dolor de cabeza es permanente frente a las personas idiotas. La prepotencia ajena absorbe mis pequeños desquicios de voluntad, de cara a la gran urbe que no para ni un segundo y va a toda velocidad a todas partes como una enorme jungla de asfalto y edificios, como castillos enormes distantes a mi comprensión de a pie. Me siento un torrente de descalabros verbales. Mis palabras parecen fijas, pero en el interior de mi mente ya no hablan, solo se propagan imágenes de combinaciones donde las palabras no alcanzan a sufragar y subsisto como simple espectador con el lenguaje común de las palabras. Me hago la pregunta: ¿Quién sería sin la sinfonía de los libros y el café? La respuesta es simple y llanamente: un silencio desaparecido… 

J. N. R.

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