Una voz que se ilumina
Una voz que se agacha
en
un feroz instinto al alba.
Se
retuercen las emociones
con
la vibra de aguas diáfanas.
El
sol vislumbra las montañas
con
su terciopelo vivo y fatigado.
La
textura de la tierra se alza,
acechando
a mis sentidos murmurando.
Me
siento el caminar de una tormenta
sobre
un puente de ilusiones amargas.
El
viento me va quitando rosas.
Mi
abrigo estorba y me haces falta.
Arrastro
el cadáver del rocío
con sus
pétalos débiles y descoloridos.
La
espuma del fuego se enaltece
en
la danza de los árboles complacientes.
El
barco ha zarpado sin mucha gente.
La
gente cae, la gente calla, la gente siente.
Los
lobos pueden rastrearme
en
el abrazo de la tiniebla púrpura.
Mis
huellas son mi sentencia.
El
cansancio me refresca la frente.
¿Por
qué seguir? ¿Por qué perdurar?
Mi
tribu ha caído sobre los altares.
¿Por
qué la tierra brama?
Si
mis lágrimas sacuden las flores.
El
río arrastra a un cuerpo vencido.
¿Quién
me encontrará?
¿Quién
me curará?
¿Quién
me aclamará venganza?
Mi
corazón vibra junto con la lluvia.
Todavía
tengo una voz firme,
una voz que se agacha y se ilumina.
J. N. R.