Noche maldita
Camino lleno de irregularidades ante los espacios
huecos sobre la habitación sosegada. Se marchita el ímpetu tortuoso de aquel
espíritu que había soñado la noche anterior en su visita furtiva. Esta noche la
atmósfera se percibe intensa; un tanto pesada para mi cuerpo que se siente
endeble: como papel rugoso. La luz de luna enaltece los edificios creados a
base de libros en la habitación amplia. Brillan las solapas de aquellos libros
que no he leído y esperan a ser leídos ansiosamente. Vuelvo a la cama, el
insomnio no parece propiciar tregua. Me muevo a la izquierda, derecha, boca
arriba, boca abajo. Mi ansiedad persiste sobre las sábanas que cambian su
estado de pesadez a liviandad, y así, continuamente. ¡Qué desfavorable noche!
No lo intuyo; pero siento que esta noche será una de esas noches que no borraré
nunca de la memoria. Las torres de libros comienzan a tambalearse, danzan de
manera lenta y ondulante. El ventanal deja entrar oleadas de aire frío y de un color un tanto blancuzco. El color del ambiente se torna azul claro, con una
mezcla de azul marino. No hago caso a mi mente inquieta, cierro mis ojos con
fuerza, esperando a que el sueño me asalte a rajatabla; pero no resulta así.
Adapto una perfecta posición fetal, aunque un tanto exagerada desde
retrospectiva a mi parecer. Llevo al límite todos los rituales que puedan
provocarme el sueño. Realmente quiero descansar. La imagen es la siguiente: una
cama grande, en un rincón, un individuo reducido a su tamaño mientras cierra
los ojos fuertemente y con perseverancia. Pero hay un gran espacio vacío en la
cama, como si dejara dicho lugar reservado para alguien más. La atmósfera se
siente realmente así, como si alguien más estuviera sentado con sus piernas
extendidas en mi cama dándome la espalda. Siento como si me contemplara y
supiera que finjo estar dormido. Siento como si se riera de mí dicho ente ante
mi mala actuación. Intuyo que no es una sonrisa disimulada, sino más bien una
sonrisa amplia; deformada en un rostro nada común, como si su sonrisa rebasara
los límites de su rostro asimétrico que imagino desde mi cabeza. Parece un ente
femenino por su extenso cabello plateado, iluminado en ocasiones por los rayos
de la luna. Quiero gritar y llorar, pero haría demasiado ruido, y no sé qué
haría dicho ente ante mis alaridos inquietos. Me guardo las lágrimas y los
gritos para mis adentros. Nunca había sentido la presencia de alguien invisible
a mis sentidos, pero lleno de detalles en mi imaginación un tanto realista.
Incluso, podía apreciar el hueco en la cama. Por fin volteo, temblando y no
queriendo abrir los ojos de golpe. No hay nadie ni nada. Mis delirios mentales
vuelven a jugarme una mala pasada. La cama vuelve a su textura plana. La
atmósfera ya no se siente pesada, todo es ligero de nuevo, pero noto que la
puerta que da a la azotea, desde mi cuarto, yace abierta en su totalidad. Se
percibe un recorrido de neblina azul con blanco en el techo de la habitación;
como si el cuerpo de un dragón se encontrara extendido bajo el techo. Nunca
había experimentado una escena como esa. Vuelvo a mi posición fetal, ya con
cierta calma que me permite suspirar a modo de alivio. Pero con ese suspiro toda
mi calma se derrumba de manera abrupta. Es una bruja la que aparece de golpe a
mi realidad, una bruja de piel azul y cabello plateado. Me toma de las muñecas
y me las cruza para no poder liberarme. Me aprieta con tremenda fuerza que, es
imposible salir de sus manos arrugadas. La bruja comienza a realizar
movimientos extraños; de placer. Frota sus partes intimas sobre mis rodillas
apretadas. Intenta abrirme las rodillas, y, mientras lo logra, puedo ver la
mitad de su rostro, ya que el resto lo tapa el gran pelo blanco que flota en el
aire, como si fuera el cabello de una medusa con sus cabezas de serpientes
hambrientas. Puedo ver una sonrisa en su boca arrugada de color azul con tintes
blancos. Deja ver unos dientes negros. Al fin logra su cometido: introducir mi
pene en su vagina húmeda. Yo me encuentro pasmado ante la fuerza de dicha bruja
tan insistente. Por alguna extraña razón y evento inexplicable, logro excitarme
a pesar del miedo tan intenso que siento. Logro venirme dentro de ella a pesar
de que siento que en cualquier momento me desmayaré del inmenso terror. En ese instante, ella comienza a desvanecerse junto con un poco de mi
semen derramado en su vello púbico canoso. Mis manos se sienten libres. El
ambiente vuelve a sentirse en calma y con cierta serenidad. Mi pene pierde su
erección. Respiro de manera profunda para calmar mi ansiedad. Todo esta en
silencio, pero en eso, todas las torres de libros de mi cuarto caen de manera
sincronizada al suelo, provocando un resonar estruendoso en el silencio. Como
si alguien su hubiera esperado a que hiciera una vista panorámica a mi cuarto,
y decidiera desacomodar todo de golpe en unos cuantos segundos. Me miro al
espejo de mi tocador, mi cara luce un tanto pálida y azulada. No sé si fue
real, pero tampoco se sintió como si fuera enteramente un sueño. No sé si
volveré a ser el mismo. Será mejor que no le cuente a nadie
sobre esto, nadie me creería. Sólo contaré que hubo una noche donde me despertó
el sonido de los libros chocando sobre el suelo de mi cuarto. Así no sabrían de
aquella bruja, y pensarían que solo mis libros estuvieran malditos, en aquella
noche maldita.
J. N. R.