Desastre

La fricción del aire atemorizaba a nuestros labios. El viento era firme y nuestra esperanza endeble. Los torsos desnudos colgaban del cielo. Tanto tu sombra como la mía, deslumbraban la luz pasmosa. Intervinieron mil conjuros que quisieron evitar el desastre. Aquel desastre de volvernos humo desfavorecido. Ahora somos vulgares herméticos, cuando antes intercambiábamos una orquesta de ideas pensadas para un futuro yuxtapuesto. ¿A dónde irán las promesas que no se cumplen? ¿Por qué el tiempo parece que se aferra a recordarnos aquella felicidad compartida? Tu postura actual sobre la vida es clara: una nueva vida comienza. Mi concepto de vida siempre se ha sentido como estancado, como un gran charco donde los sueños nadan en círculos repetitivos. Aunque es un poco egoísta pensar que no me extrañas cuando tu pareja te da la espalda en la cama a la hora de dormir. Ya nunca más sabré qué elocuencias suscitan sobre tu cabeza. Las nubes sobre el pasto siguen preguntando por tu nombre. Las demás estrellas sólo brillan por compromiso ante tu ausencia bajo mi balcón. ¿Por qué es tan difícil encontrar esos besos que tú sólo sabías fabricar? ¿Quién diría que lo inseparable se volvería distante? El lado de mi cama donde dormías se ha vuelto lúgubre, el frío ha encontrado reposo en la ausencia de tu silueta. Apreciar tus pertenencias en mi cotidianidad, es alusivo a sentir ochenta clavos sumergiéndose en la totalidad de mi pecho. ¿Por qué siento tanta ausencia frente a los libros que me hablan de otros mundos? ¿Por qué mi poesía se siente como un corcho seco hundido? No sé si estoy maldito; pero a mí siempre me toca soportar la soledad. Llega un punto en donde es cansado convivir tanto tiempo con uno mismo. En ocasiones disimulo que las nubes me platican sobre su corta vida. A veces dejo que la lluvia rose mi rostro para sentir los besos de cada gota sobre mis lágrimas. He intentado buscarte en otros rostros, pero eres irrepetible. ¿En qué momento me convertí en una sustancia que desea disolverse en los recuerdos del pasado? Y es que, al recordar la felicidad, uno siempre quiere volver a ella, como reservar una habitación en un hotel, pero en dicho sentimiento, cómo quisiera reservar una infinidad de estadía en los recuerdos felices, y así poder vivir repetidamente una vida antes del desastre. Aquel desastre de haber dejado de ser yo mismo.

J. N. R.

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