Bajo tierra
Como quien desgasta los caminos de un horizonte que no tiene remedio de volver a suscitar en la memoria; aquel regocijo compadecido de un tiempo en donde la vida era más palpable. Así me percibo recientemente. Un mar sin mareas, un costal vacío. Un cuerpo llano que camina sin recuerdos y con un futuro sin raíz fija. La soledad se aferra a no soltarme de algunos recuerdos borrosos al caminar por donde mis pasos ya se habían incrustado. Las paredes ya no respiran como antes, ahora se sienten como muertas; un poco rasposas del polvo que les otorga el tiempo. El viento ya no es el mismo, ni las flores son las mismas. ¡Mi cuerpo ya no se siente mío! Contemplo en el espejo sucio un reflejo ajeno. Percibo mil maravillas que ya no me maravillan. Un cúmulo de desastres en el pecho que me atosigan. Me siento débil en un mundo donde todos aparentan ser muy fuertes. Todo me cansa, hasta el cansancio mismo. Mi único escudo que me queda es mi destartalada sonrisa imperfecta. El sol en mi rostro de vez en cuando me causa cierta tranquilidad. Me gusta acariciar la tierra del patio con mis pies desnudos. Es como un coqueteo de un futuro que es inevitable: ¡Estar bajo tierra! He ahí mi delirio. ¿Cómo continuar si tengo la noción de que todo lo que haga desaparecerá y quedará enterrado o envuelto por las llamas?

