Esperanzas vacías

Me encuentro sujeto a esperanzas vacías, en un sinfín lleno de espirales desoladores. ¿Cómo gritarle a la pinche vida lo que creo que me merezco? Me siento un vagabundo en disertaciones intensas dentro de mi cabeza. Yo mismo me respondo, yo mismo creo tormentas que no me llevan a ninguna salida clara dentro de mis tormentos. Me siento un volcán y también invierno. A los edificios de cordura, comienzan a salirles grietas, se tambalean, se sienten muy próximos a derrumbarse. Mi cotidianidad está en peligro, mi zona de confort y mi paz; penden de una cuerda muy delgada. Mi presente yace incierto, el futuro desolador. Sólo me queda aferrarme al pasado, donde la vida me regaló mi calma, mucho sustento, una vida llena de alegrías, de personas a mi alrededor. Ahora ya son sólo sombras que zapatean en mis pesadillas. Temo voltear la mirada hacia ese pensamiento destructivo, ése, el de hallarme completamente solo. Mi seguridad y el seguir vivo será crucial para ese futuro donde nadie podrá saber si me pasó algo o si ya habré fallecido. Si logro fallar ante mis propios y negligentes cuidados…, presiento una posible demencia en esas futuras noches de soledad. O no saber si alguien querrá entrar a mi casa cuando la deje completamente sola. Presiento el desastre mental, presiento que será algo que aprenderé a manejar; me llevará a una desahuciada autodestrucción. Después recuerdo el pensamiento de no saber qué hay después de que uno muere. En esa duda, no me siento solo antes las personas que se han ido de mi vida, imagino que tal vez, y sólo tal vez me podrán acompañar en esa rara y triste soledad, un aislamiento acompañado de fantasmas y que, ante cualquier peligro, podrán hacer de la afrenta más liviana. Qué fortuna, de aquellos que forzaron el no estar solos, pero viven en constante estrés por llegar a fin de mes o vivir al día. Es muy incierto el futuro; siento que está en mis manos el poder hacer un venidero presente digno. No tengo noción si podré vivir de las letras, pero ella sí de mí. Ante cada espacio en blanco o vacío, ahí estará mi eterna locura de llenar esos espacios con palabras que retumbaron y retumban en mi cabeza desde pequeño. Siento que jamás estaré solo si me aferro a tener siempre un libro entre las manos. Pensándolo así, las esperanzas ya no se sienten tan vacías. 

J. N. R.

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