¡Camina, hormiga!

Cómo no sentir ternura
de la dócil hormiga inquieta
que plasma sus veloces patitas
sobre el basto lienzo verde.
 
Es linda y el pasto entiende
su fugaz bravura y asombro
contundente de un mundo
que destella firme e infausto.
 
Bajo sus ramas descansa
el gran manto que se extiende.
Es robusto, es blanco, se siente.
Las gotitas caen en alabanzas.
 
Descomunal orquesta rebajada
en decibeles que nadie atiende.
Es la vida jugando a escaparse
bajo su muy discreta acusación.
 
Un soplo que irá borrando
sus diminutas huellas insistentes.
Un soplo que aparecerá de pronto,
y quitará su existencia íntima.
 
¡Hay muerte terca y doliente
deja escapar de tu sentencia
por este día a aquella hormiga
de su simple entelequia decadente!
 
Te cambio cientos de mis días
por más tiempo de su vida.
Ella es más eficiente en el mundo
frente a mi poesía complaciente.
 
Te cambio un mar de lágrimas
por más tiempo de su vida
sobre aquel bello pasto verde.
¡Camina, hormiga! Frente el sol naciente.
J. N. R.



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