Crías


Un retorcido ruido crecía debajo de todos los muebles de la casa, pero donde más retumbaba el raspar de aquellas patas y antenas era por debajo de la cocina y en mi cama. El calor volvía a hacerse presente junto con las cucarachas; pero esta vez sería diferente al año pasado. Notaba en ellas algo más de sabiduría, cierta agilidad, mas un impulso violento en su velocidad al desplazarse; como si estuvieran aferradas a un plan elaborado con mucha antelación. Salían detrás de los cuadros, salían despavoridas al mover ciertos títulos de mi librero. Adentro de la máquina de café habían elaborado cierto campo de estadía estratégica, les atraía el agua del café calentándose. Éllas, y sus crías, estaban por todas partes. Escuchaba cierto sonido peculiar debajo de la cocina y por debajo del colchón; lugar donde se concretaban mis más caóticas pesadillas cada madrugada. Cierta noche al no poder dormir, con la luz de la pantalla de mi celular, alcancé a vislumbrar dos antenas enormes en comparación con las cucarachas de tamaño normal. Era como si varios perros medianos tuvieran cada uno dos antenas delgadas en su cráneo. Ambas antenas se deslizaron de manera efusiva por debajo de mi cama. Creí que estaba alucinando e intenté volver a dormir. Al despertar al día siguiente, después de una noche llena de pesadillas, me asomé debajo de la cama para confirmar que sólo se tratara de un mal sueño y, no; no fue así. Al percatarse de mi rostro asomado en su madriguera, muchas cucarachas del tamaño de ratas gigantes salieron por debajo de mi cama hacia las paredes de mi habitación. Eran cinco cucarachas gigantes y cientos de cucarachas pequeñas que tronaban al pisarlas con cada zancada de pánico que yo daba. Lo único que se me ocurrió a botepronto, fue el de aplastarlas con los grandes libreros de madera. Sólo tenía que atraerlas cerca de ellos. Y así fue, las más grandes yacían justo donde tenía que empujar los armatostes para que quedaran totalmente aplastadas. Y justo al empujar los libreros, desperté: Me resucitó a la realidad el dolor de garganta del cual era testigo al retener huevos de larvas de una gran cucaracha almacenándolas sobre mi boca inflada. Mis lágrimas al fin se volvieron reales…

J. N. R.



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