Destino

Arte y belleza, concepción desmarcada de una realidad que nos aqueja. Estímulos constantes de apego frente a la sintonía textual del basto universo oscuro de la mente humana. Símbolos; creación insana de lo descifrable que aprecia lo inadmisible, lo más admirable. Sintonía de palabras que rebotan desde lo acústico hasta llegar al paladar sediento. Es confiable el estímulo de mi sed hacia las palabras, es razonable; mi apetito por la creatividad que se pierde en el eterno olvido de una hoja que se quiebra en las profundidades de un bosque sin salida. Son eternas las ideas que brotan de la poesía, no sólo de ésta, si no de cualquier poesía. El sonido va agarrando forma en la psique; es como si las palabras bailaran en un vaivén de nubes metafísicas situadas en el tejido neuronal. Son rampantes y angustiantes los bailes sonoros que entran y salen de mi cabeza inerte. Tengo una antena que sintoniza el color y la vibración acústica de las palabras, frases e historias más acomplejadas. Solo capto, solo llegan, solo aterrizan, solo aprecio. Es inevitable sentir confrontación con la filosofía: “lo duro del conocimiento”, lo palpable. La repetitiva idea de atrapar lo desconocido. Me cansé de ser el perro que persigue su cola sin poder atraparla en aquella persecución interminable. Ahora solo capturo palabras y las devuelvo frente al ordenador con cierta intuición de cómo deben ir ordenadas las palabras para que los “expertos del lenguaje”, puedan sentir tranquilidad ante mi irracional manera de escribir en el basto orden del universo escrito. Deambulo en ideas nocturnas, no tienen carácter sexual, mas bien, constituyen un gran charco de dilemas mentales. No hay cordura en ocasiones, el tiempo decide aumentar su pulso. A veces las palabras se me desafinan, pero no todo esta perdido. Tengo esperanza en las palabras que pueden encontrar su fluidez sonora. Mi disciplina ya no tiene un “tengo”, sino mas bien un quiero. Quiero la experiencia caótica de aterrizar múltiples torbellinos de palabras en la pantalla donde el sometimiento de mis ideas me hace darles cierto orden de cordura. Y así se mi irá la vida, y así se irán yendo las palabras al final de mis días. Me siento cansado de los “expertos” en formulas literarias. Esas “prestigiosas” mentes con exceso de certezas y nulos resultados. Me cansé de seguir falsas posturas de intelectualismo barato. Me cansé de seguir desastres de carreras académicas. Me cansé de ver sus premios en sus cubículos donde solo se admiran a ellas y ellos mismos. Me cansé de seguir personas. Y de repente me di cuenta que la vida te dota de caminos y luego de la nada, la vida los borra. Es tiempo de uno mismo crear sus caminos. No para otros, sino para mí, para mis peculiares palabras, mis elocuentes historias, mis desafanadas ocurrencias escritas. Me siento muy decepcionado de seguir recomendaciones. “Lee esto, lee aquello, ¿no has leído a cierto autor o autora?” Las arrogancias ajenas me debilitan mi esfuerzo de empatía ante los otros. Tenían tanta certeza de cómo triunfar en un mundo imaginario que ellos mismos fabricaron que, no vieron que todo cambió bajo sus grandes egos. Su sentido de hallarse como gurús literarios, los convirtió en simples bufones con máscaras muy bien adornadas. Qué ganas de quitarme toda esta maraña o gran cúmulo de prejuicios ajenos y comenzar a mirar lo hermoso que se hurgue en la naturaleza o en lo cotidiano. ¡Qué horror seguir comportándome como si fuera un cadete militar al ver que mis profesores entran al aula académica! Qué angustia es no dar mis opiniones honestas por el miedo de enfrentar al vulgo que sólo sigue ideologías en sus figuras o modelos dignos de seguir. No tengo idea del porqué quieren ser como esos entes frustrados con su entorno. Si supieran que una vez culminen sus carreras académicas serán brutalmente ignorados si solicitan alguna ayuda para pertenecer a algún puesto de poder dentro del aparato y pirámide de jerarquías laboral. Una vez acaben de ser lame suelas dentro de lo académico, serán lame suelas profesionales. Mientras uno intenta dar lo mejor de sí mismo, siento como si las “figuras de autoridad” me persiguieran en pesadillas con grandes garrotes de prejuicios y en múltiples violencias psicológicas. Sí, sus constantes violencias psicológicas en los salones de clase: “Excelente ortografía”, “cero errores ortográficos”, “impecable redacción”. Esa constante celebración al otro que te hacen cuestionar si uno esta en el camino o construcción de oficio correcto. ¡Qué ganas de inmiscuirme en aquella conglomeración de vulgo y hacer que todo explote desde dentro! No por medio de la violencia, sino por medio las palabras, de la poesía. Tirar sus adornadas palabras por el uso de las palabras simples y honestas. Tirar su falso circo, o sus falsas imágenes de soberbia y de falso poder. Porque, ¿quiénes son saliendo de las instituciones académicas? Son simples mortales que se les agota el tiempo como a todos los seres vivos en el planeta. No se cuál día, o en qué preciso momento, pero mi deseo será consumado. Y cuando sus palabras se pudran en el olvido, quedarán las mías...

J. N. R.

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