Mis primeros diálogos filosóficos (Parte 2)

Anaxímenes: ¿Qué estás haciendo con tanta efusividad?
Elis: Desarmo un objeto, ¿no es evidente?
Anaxímenes: ¡Vaya, el sarcasmo es preponderante una vez adquirido! Siempre estas desarmando cosas, Elis, ¿por qué?
Elis: Alguna vez en una clase nos preguntaste: ¿Qué es una calculadora? Nadie supo contestar en sí la pregunta. Así que quiero llegar al fondo de esta duda que no me ha dejado de rondar por el pensamiento. ¡Qué diablos es una calculadora!
Anaxímenes: ¿Crees que desarmándola encontrarás su por qué?
Elis: No precisamente, solo podría inferir ciertas dudas en cuanto a su funcionalidad per se. Tal vez, y solo tal vez, infiera en su proceso de ciertos porqués para poder llegar a un subjetivismo de un porqué definido en mi nula ignorancia de no saber el por qué en sí.
Anaxímenes: Formidable, ¿te molesta si observo dicho rito de persecución ante una verdad que se oculta ante nuestros ojos?
Elis: No me molesta; pero cierto sarcasmo ante mi evidente fracaso, me perturbaría un poco.
 
La tarde acaeció para Elis y Anaxímenes, que se encontraban envueltos bajo la sombra de un árbol a la mitad del jardín.
 
Elis: ¡Me rindo! No sé qué es una calculadora, ¿cómo es que una definición puede estar envuelta en la explicación llanamente de su funcionalidad?, ¿es un objeto?, ¿es un medio?, ¿es un fin de practicidad? Tiene múltiples piezas maquinarias, todas con una propia función para su función final. Creo que, si faltara una pieza; la calculadora dejaría de ser una calculadora. ¿Por qué desviaríamos el pensamiento a lo que no es?, ¿será nuestra propia intuición frente a la antítesis?, ¿si no comprendo la tesis, por qué me paso a su opuesto? Recapitulemos: ¿Qué es una calculadora? Es poseedora de una funcionalidad práctica ante una invención humana prestablecida en la que se encuentran una multiplicidad de números posibles. La calculadora es una función, ¿es correcto, Anaxímenes?
Anaxímenes: ¿Qué pasaría si no existieran los números, Elis? ¿Qué pasaría a ser una calculadora sin ellos?
Elis: ¡Sería una total estupidez! Sería una invención inútil para algo que está fuera de nuestro conocimiento. Perdería valor la pregunta de: ¿Qué es una calculadora? Pasaríamos, entonces a vislumbrar sobre qué son los números realmente, ¿y cómo sabríamos qué son los números, si aun no existen en ese mundo imaginario que propones?
Anaxímenes: ¿Podemos cuestionarnos sobre algo que no existe?
Elis: ¿Estás insinuando que la calculadora no existe?
Anaxímenes: ¿Qué existe y qué no existe ante nuestra comprensión, Elis?
Elis: ¡Maldición! Existe la calculadora, y es un esfuerzo inventivo de las capacidades humanas para sobrepasar su límite ante lo infinito por medio de una máquina inventada por él mismo: el ser humano, que, a su vez, inventó la numerología para poder llevar un control de su entorno por medio de los sentidos, ¿no es así? Dime que sí, Anaxímenes…
Anaxímenes: ¿Qué crees que pensó la persona que inventó la calculadora al ver su obra finalizada?
Elis: No lo sé, tal vez logró su cometido, tal vez logró hacer más práctica su vida al dictarle a un objeto inanimado ciertas cantidades numéricas para que el ser humano fuera capaz de realizar grandes operaciones y, con dichas funciones que el propio cerebro no creo que sea capaz de realizar; pero que a su vez, es una herramienta, una calculadora que de igual modo no funciona sin la mano del ser humano, ¿no es así?
Anaxímenes: Identifiquemos palabras claves que has enunciado, Elis: “función”, “herramienta”, “invento”, “practicidad”, ¿si yo te cuestiono qué es una calculadora, crees que hay un fin en mi pregunta?, ¿crees que yo sé lo que cuestiono?, ¿crees que preguntar algo que no sé, me acerque a la respuesta por medio de mi condición como un solo individuo al preguntar a otros individuos de un saber que no se cuestionaban con anterioridad?
Elis: Estás logrando que tenga un cierto dolor de cabeza, Anaxímenes.
Anaxímenes: Estoy en iguales condiciones de perplejidad, Elis. Yo tampoco no sé qué es una calculadora. Si la defino, estaría cerrando al objeto creado para una intencionalidad en una jaula de conceptos ante mi nula capacidad de no ver más allá del objeto que cuestiono en sí.
Elis: ¿Y por qué el ser humano quiere ver más allá de los objetos si está atrapado ante sus capacidades de indagación? Un ente creo algo, ese algo es la invención de ese ser, entonces: ¿ese algo que me cuestiono, es una extensión de ese ser? ¿La calculadora es un Yo, un ente en sí?
Anaxímenes: Interesante análisis Ontológico, Elis. ¿Las cosas que inventa la humanidad, son humanas?, ¿la calculadora es en sí, una invención?, ¿el hombre inventó los materiales para la fabricación de la calculadora?, ¿salieron dichos materiales del ser humano?, ¿es posible imaginar algo que no existe y que se haga realidad fuera de mi entorno individual de pensamiento?
Elis: Pues yo creo que sí, ¿o no? Mira, aquí está frente a nosotros una calculadora; pero, ese ser humano no creó de su cabeza los recursos para crear la calculadora, mas bien, usó los recursos de la naturaleza para crear su idea inicial, ¿no lo crees?
Anaxímenes: Es muy preciso tu análisis. La calculadora es una funcionalidad inventada para la practicidad; hecha con recursos del entorno del ser humano: transformación de la materia para su uso adecuado y su uso de producción. Ya que no se inventó la calculadora para que solo hubiera una única calculadora en el mundo. Tan solo aprecia su tamaño. Cabe en la palma de tu mano. ¿Por qué? Cuando se le ocurrió la idea a la persona que inventó la calculadora, ¿ya venía en su origen de la idea de que fuera hecha para diferentes personas?, ¿inventamos objetos para otros desde nuestra idea individual?, ¿y si no hubiera otros?
Elis: Bueno, creo que estás exagerando en altos extremos, Anaxímenes. ¿Por qué pareciera que te importa tanto el otro?
Anaxímenes: ¿El ser humano como un único individuo sería capaz de soportar todas sus preguntas individuales para sí, sin poder responder a todas ellas?
Elis: Creo que esta noche no dormiré.
J. N. R.

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