Futuro
Bajo un cielo que se incendia llueven llantos sobre la arena sorda. Un tejido se acumula sobre mis párpados; es el vuelo de lágrimas que se extienden bajo una extensa sombra. Es un reflejo que no es mi rostro, es un ser de polvo que me toca, me grita en silencio, me provoca. El señor siniestro contempla la escena desde su esquina. Él aguarda, acecha, anhela el desenlace. En esta extraña realidad parece que Dios ha muerto. Se siente ausente, se siente que nunca ha vislumbrado dicha isla oscura y envuelta en arboles de lumbre. Criaturas nunca vistas son arrojadas por las olas negras. Un brillo resalta desde el fondo de aquel mar nocturno. Mi visión se eleva y contempla el pedazo de tierra; comienza a desvanecerse la idea de isla, es un rostro en medio de un mar de agua negra con llamas. El rostro tiene piel de lagarto y grandes ojos donde se reflejan mis más íntimos pecados. Las criaturas que me rodean tienen forma de enormes insectos de palo con piel humana quemada. Sangran con cada movimiento alrededor de una gran boca que emerge de la tierra con inmensos colmillos de marfil. Una gran lengua devora de vez en vez a alguna criatura descuidada que cae en ese extraño abismo. Comienzo a olvidar mi nombre y la vida que dejé atrás antes de entrar en esta clase de infierno. Mi desesperación es cada vez más y más creciente. Ya no hay amor, ya no siento mi calidad humana; todo es frío y desolado, no tengo ropa que me abrigue, no hay luces blancas de esperanza. De aquella boca macabra emanan enormes cantidades de lava color púrpura que me incendian las plantas de los pies. Finalmente, todas las criaturas comenzaron a devorarme mientras permanezco consciente. El señor siniestro se pondría de pie frente a lo que quedaba de mí mientras saboreaba mi sangre…
—Niños,
por favor entreguen sus dibujos de cómo se ven en treinta años.
La
maestra se encuentra impactada ante mi representación artística, mis demás
compañeros que rondan los ocho años solo ríen con sonrisas siniestras en sus
rostros con pupilas extrañamente de color blancas que emanan de sus perversos
ojos.


