Latidos

El reloj se ha detenido,
bestia de mis latidos…
Se consume la paciencia.
Ya no me sobran artificios.


Las manecillas no avanzan;
suspendidas permanecen,
aisladas de futuro y de llegada.
El tiempo ha perdido consciencia.
 
¡Diez y cuarto,
diez y cuarto,
diez y cuarto…!
Dulce tiempo: mi arrebato.
 
Mis pensamientos se desconectan:
Quince pasadas las diez.
Ya no suena, ya no avanza.
Somos presente destinado.
 
¿Qué será de mis ansiadas ansias?
¿Qué soy si sólo vivo en el presente?
Soy un pulso suspendido que espera.
Un pulso siniestro en la pradera.
 
Muerte para hoy y mañana,
Muerte de ayer y de llegada.
Soy muerte que no llega,
las manecillas me esperan.
 
Nadie entiende, nadie comprende.
¿Cómo acabar con un asesino?
Al que se la ha detenido el tiempo:
Diez, nueve, ocho, siete, seis,
cinco, cuatro, tres dos, dos…
 
Dos,
dos…, dos. ¡Uno!

El tiempo vuelve a la normalidad,
llevándose mis suspiros.
Todo procede igual, sólo que ahora,
mis latidos ya no suenan, 
ya no avazan.
J. N. R.

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