Alma movediza
Palpita el alma junto con la tierra. Las plantas no entienden nombres; sólo conocen el agua de la pradera, que se alzan al cielo junto a las costumbres: El viento cuchicheando y las nubes carraspeando. La lengua me sabe a tierra junto con el corazón que borbotea. La luna emerge y pellizca. Las estrellas quedan fijas en mis venas. Late el alma borracha en la huida de un sol que pestañea. Las hojas bailan en su espontánea danza. ¡El pulso fuerte se ha vuelto racha, la excitación pincha al sentir el pasto de mis pies descalzos! Las tortugas se introducen donde comienza el canto de la espuma, llevan la esperanza y el desdén del corazón fijo que se esfuma. Bosque y mar, convergen; en su dialéctica onírica. No hay ciudades, ni profesiones, sólo importa la vibra del corazón, sólo importa la calma nítida junto con el cuerpo regocijado. A la naturaleza no le interesa nuestro pasado quieto, ni nuestro futuro incierto. Al mar y