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Mostrando las entradas de febrero, 2024

Alma movediza

  Palpita el alma junto con la tierra. Las plantas no entienden nombres; sólo conocen el agua de la pradera, que se alzan al cielo junto a las costumbres: El viento cuchicheando y las nubes carraspeando. La lengua me sabe a tierra junto con el corazón que borbotea. La luna emerge y pellizca. Las estrellas quedan fijas en mis venas. Late el alma borracha en la huida de un sol que pestañea. Las hojas bailan en su espontánea danza. ¡El pulso fuerte se ha vuelto racha, la excitación pincha al sentir el pasto de mis pies descalzos! Las tortugas se introducen donde comienza el canto de la espuma, llevan la esperanza y el desdén del corazón fijo que se esfuma. Bosque y mar, convergen; en su dialéctica onírica. No hay ciudades, ni profesiones, sólo importa la vibra del corazón, sólo importa la calma nítida junto con el cuerpo regocijado. A la naturaleza no le interesa nuestro pasado quieto, ni nuestro futuro incierto. Al mar y

Falsa educación

¿En qué momento me convertí en un fuego débil y tenue? Las desdichas me consumen con su bien elaborada y ferviente devoción; ellas, pulsan los hilos oxidados de mi paciencia. Mi felicidad se ha vuelto máscara; símbolo de mi armadura ante el sujeto cruel que, me juzga y me mira y me quiere ver caer. Sólo miran la superficie, sólo miran a mi ardiente sonrisa estéril. Los comentarios saltan como piedras en el aire; lanzadas por catapultas hacia mi desprevenida ingenuidad. Son grandes balas con veneno en su interior. ¿Por qué? ¿Por qué alguien ajeno a mi ser se atreve a definirme? Si ni siquiera sé quién soy en la exactitud de mis mejores momentos. Me siento un huracán repetitivo. Ya sólo aprieto las manos de mis enemigos, anhelando que cuando les muestre la espalda, no caiga el gran filo de sus conceptos sobre mi piel tan llena de cicatrices. Las miradas brillan junto con sus colmillos camuflados, bajo sus elegantes ropas yacen escamas verdosas y ensangrentadas, bajo sus propias máscaras

Locura expuesta

Es tu mar, es tu calma, son tus olas, es tu fuerza, o más bien, es la desproporción de mi locura expuesta. La marea baila regocijante ante sus impulsos telúricos, desproporcionalmente injustos. La lluvia se vuelve ácida frente al manto tendido de la añoranza. Saltan a la vista, las criaturas marinas que yacían ocultas frente a mi desconsuelo incierto. El mar se torna oscuro y vuelve a su calma; pero las luces místicas emergen desde el fondo marino. Las bestias no conocen de misericordia, sólo tienen hambre, sólo quieren saciar sus más sinceros impulsos. Soy una carnada cómoda. El mar no se lamenta, el océano tiene sed de venganza. Por cada cuerpo no arrojado, aclama sus divinas alabanzas. Mi susto se ha vuelto llanto. Ese último llanto frente a la muerte que no se espera, al menos tan pronto y en este instante. ¿Cómo es que ahora mi vida equivale a segundos, a una esperanzadora misericordia inexistente? No, los monstruos no conocen de clemencia. ¡No, no, no…! Esto no puede acabarse así

Ceniza viajera

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Donde antes hubo una mirada de ojos verdes, ahora acaece polvo que galopa. Mi calma es trágica, crecida, como un latido que purifica a la hojarasca. Tu pecho tierno yace bajo tierra. Eran cálidas tus voces las que embrutecían las praderas. El viento se ha quedado huérfano frente al vacío de tu marcha. Guardabas en tus labios un millar de flores frescas. Tus vestimentas se han vuelto inertes a partir de la ausencia de tus danzas. Donde antes había carcajadas, ahora hay ceniza. Te convertiste en polvo y del propio polvo venías. Actualmente, dónde encontraré el elenco de tus sonrisas. Recuerdo que tus brazos eran nubes que florecían. Cuando antes gozabas de presente, ahora el tiempo en ti ya no confía. La eternidad se ha vuelto cosa tuya. Los rayos del sol ya no enternecen a tus mejillas. La luna es otra y las noches son distintas. El sonido de tu nombre flota en el desdén de mis pulsos adormecidos. Me surge la necesidad de recuperarte, de liberarte y dejar que goce tu espíritu viajero. A