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Mostrando las entradas de agosto, 2021

Se incrustan las palabras

  Se incrustan las palabras en grandes pergaminos donde yacen letras pintadas por besos que saben a tinta. La palabra estaba escrita y dignificada de algún modo en forma de la más bella y cautelosa poesía. Contenía un poema que me envolvía y me crucificaba. Se alzaba alto en su fatídico vuelo de alas rotas. Caería constantemente arrastrándose de manera suave bajo la niebla blancuzca. Sería un poema en el cual las grietas se van haciendo más largas y más gruesas, un tanto aparatosas retumbando ante la mirada tierna del niño que no mira más allá. Y que solo presencia un paisaje derrumbándose sobre mi frágil y triste pecho. Quién diría; mi corazón vuelto poema más la piel vuelta lienzo ante el recorrido de tus muy delgados y transparentes labios, que no gastan su tiempo en pronunciar mi nombre, sino más bien, en deshacerme completamente en la nada desconocida, que muere de manera lenta y precisa en cada caricia que no me pronuncia pero que me inmortaliza. Se esparce el beneficio de tu can

Embarcaciones a la deriva

Unieron de manera íntima sus dos cuerpos prófugos para certificar su convalecencia frente a frente y torso a torso. Uniendo así, poco a poco sus múltiples y más perdidos momentos de amarga ausencia. Llamada fúnebre y alentadora que otorga y propicia el silencio de sus bocas. Bocas que otorgan suspiros en la madrugada quieta. Donde se van afilando rincón a rincón la calma de sus alas rotas.   Se esparce la ceniza oscura quebrantando cada alma seca entre la sensatez y la locura que promueven con cada caricia. Sin temor y sin premura se van agotando las horas de su hambre exquisita.   Son dos almas viejas que en su juventud descarrilada alguna vez se bebieron mutuamente y de manera intensa.   Ambas manos van recorriendo las grietas que el tiempo a puesto. Se van agotando los suspiros. Sus corazones ya no tiemblan, ya no palpitan.   Se terminaron el uno al otro. Ya no hubo más caricias. Solo dos cadáveres secos.

Gotas de té

  Sostenía entre sus delicados dedos un lápiz marcado por sus propias huellas dentales. Devoraba cada párrafo a una velocidad bestial mientras se ajustaba de vez en vez los anteojos manchados por sus dedos grasientos. Se encontraba rodeada de edificios construidos a base de libros viejos y de buen grosor. Se asomaban ligeramente sus cabellos torcidos y sin ningún rastro del paso de algún peine. El sonido de las páginas pasar y, el masticar de los lápices circundaban en sintonía. Y ahí estaba, la frase por la cual estaba esperando hace mucho tiempo: «El amor es una batalla para ganar el cielo del otro». Salvaje y llena de alaridos fue su exclamación al subrayar aquella frase con el ya muy mordido lápiz de color amarillo. Abrió sus ojos a su máxima capacidad mientras su cara se tornaba pálida como manzana; fresca y rojiza. Cerraría por fin el arrollo de libros que la rodeaban y derrumbaría con violencia aquellas estructuras arquitectónicas hechas de tinta y papel. Abrió su ventanal grand

Sonrisas frágiles

Distraigo mi malestar en bellos y vagos instantes. Cavilo en la memoria boscosa de aquellas imágenes borrosas. Ahí, y por un breve momento, apareces cálida, apareces tierna. Brillas entre recuerdos grises. Y es que me he dado cuenta, que he estado realmente solo desde el día de tu muerte. Eras todo y ahora nada. Eras risa en mi sonrisa. Ahora eres melancolía en mi brutal pero agonizante llanto. Escribo desde la soledad. Y en ella me resguardo, es momento de dejar de sentir. El odio y la felicidad ya no se sienten naturales. Se sienten desechados en mí. Vacío…, me siento vacío. Es momento de callar. Observar y aprender. Aprender de cada situación. El silencio me dará respuestas. El sonido de conversaciones de personas tontas también aclarará mi mente reflexiva. La prisa de entes que solo quieren dinero también me enriquecerá a no aspirar a ello fervientemente. Al parecer soy un ser triste que denota dar sus última

Suenan las campanas

Se resbalan las campanas en dos cuerpos que se empalman. Mientras, tiemblan las vírgenes guardadas por debajo del camastro que aguarda.   Se desgarra la piel expuesta entre el cantar agónico de feligreses entusiastas. Las suplicas de llantos mudos convalecen entre apretados nudos. Ruedan las campanas entre el tumulto de llantos que suplican rezos al alba. Caen las campanas y retumban en cuerpos que no se mueven. Nadie canta y nadie quiere ver. Suenan las campanas en aquel negro atardecer. Nadie canta y nadie quiere ver. Cuerpos en vida han suplicado por no ser. Soplan las campanas en cientos de ataúdes de madera. Madera vieja, madera apostillada, madera improvisada. Se oxidan las campanas ante el inoportuno deseo de tantas muertes conquistadas. Almas secas, corazones de humo. Convalecen entre grietas de lágrimas que no avanzan debido al barullo. Un barullo melancólico que se tuerce al repicar las campanas. Campanas