Ahí estás, Manrique; sentado en medio de todos, siendo el foco de atención, no por cierta idolatría o un genuino carisma, sino, por mera conveniencia donde todos te tienen que dar una buena cara, o falsas sonrisas por tu dinero y lo que conlleva tu extraña “familiaridad”. Atendiéndote como invitado de lujo. Ahí estás, Manrique, con tus repetitivos comentarios de cada reunión. Eres como un muñeco con sus frases predispuestas; vacías, llenas de poca originalidad, cayendo en lo común de tu estirpe de creer que conoces a los otros, y que eres mejor que todos. Creyendo que tu estilo es “único, original y de buen gusto”. La cena ha cambiado este año, ya que cambiaste de gustos alimenticios, y nuestros anfitriones, aman complacerte, aunque a tus espaldas no les importes ni un carajo. Hay, Manrique, ahí estás, con tu ego de mierda, el cual todos tienen que soportar de manera tan falsa, y que a tu narcisismo le impide apreciar; la falsedad de reacciones provenientes de tus receptores. Se dice