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Mostrando las entradas de diciembre, 2023

Y la vida nos alcanza

Y la luna calla, y la música toca sus colores, y la luz nos invita a contemplarla, y el bosque deja caer su misticismo, y el azul es distinto, y el amarillo se intensifica, y los personajes danzan, y la pintura se acumula, y los rostros parecen complacidos, y las estrellas se exaltan, y la tierra no parece de este mundo, y el cielo oscuro se vuelve claro, y los amantes se abrazan, y la música vuelve a resonar con colores más brillantes, más intensos, más palpables… Y el fuego nos acobija con su calidez, y los arboles parecen cuidarnos desde las alturas, y las montañas se esconden de la vista para cuidarnos desde el subsuelo, y las historias nos hacen emocionarnos, y las tragedias parecen lejanas, y los animales nos miran con asombro a la distancia, y la luna se consagra en lo alto, y los cuerpos resultan más tibios, más húmedos, y la comida nos consume con sus aromas apetecibles, y el agua enjuaga nuestro paladar de manera distinta, y las aves se guardan para la mañana, y comienzan las

Mar y destino

El mar ya no cursa el destino. Ya sólo rompe el viento a base de poemas y desfiguros. El vino agota junto con las olas a mis delirios danzantes, los más vivos. Brota la espuma roja sobre la piel, que me sabe a sangre, que me sabe a humo. ¡Qué me embriaga el hambre de lo absurdo! El barco se desmorona con cada viento, con cada ola, con la oscuridad que asalta el miedo. El miedo de ahogarme en un mar oscuro. Sopla la briza junto con mi corazón al tierno arrullo de la esperanza, agotándose en un ahogo de certezas, vibrando en la marea etílica de mis apuros. Entre revelaciones y augurios van sonando los arrullos sombríos, que arrasan los alivios, que sopesan los barullos… ¡Ya no hay mar seguro! La marea cesa, pero trae junto con ella una seriedad pura de resaca fresca. Ya no hay promesas, olas, ni mar, ni tifones. Ya sólo queda una botella de vino seca.

Me siento costumbre

Me siento como un río desbordante entre el ser y la nada; complaciente, devoto y tan lleno de espasmos, tiritando sobre redundantes cuestionamientos existenciales. Soy un nombre que no elegí, soy el rostro repetido de generaciones que refrendaron el mismo acto de reproducción evolutiva. ¿Será una simple tristeza o un gran alivio, el que no genere descendencia? Esa será una respuesta para la tierra, para los gusanos, o incluso para mis cenizas. Soy costumbres y anhelos adquiridos, soy un patrón mental adquirido, mamado, absorbido. Lamentable cosecha de actos que me zumban en la frente. Multiplicidad de ronroneos mudos que anhelan ser escuchados. Me convertí en la burla descarada del intelectual de oficina, de aquellos amantes de la apreciación fenomenológica e inducida por sus más teológicos y profundos sentidos. ¿Qué sentido tiene seguirles el paso si conduce a un torrente de ilusorias aguas diáfanas? ¿Por qué sentir su ira, su indiferencia, sus malas costumbres? Yo sólo miro a histori

Momento

¿En qué momento me convertí en un rastreador de mí mismo? Voy cautelosamente persiguiendo huellas ensombrecidas frente a frente ante el abismo absurdo. Soy un cúmulo de contingencias en sucesos de tiempo desvanecido. Vivo en el porvenir de la muerte; que no se aquieta, y se siente viva en mi presente, más la vida que se escapa a delicados susurros. Suspirando y con ansias, voy contando horas, días…, segundos, desdichas, segmentos de mi alma sobre el suelo frío. El fracaso es mi consuelo mientras postergo tu rostro obtuso. Soy ginebra que da valor a tus cabalgatas. La fina percha del atardecer nos embrutece los suspiros. Nos resguarda un colchón viejo que sustituye a las palabras cansadas, aquellos diálogos que no se dicen con la voz, si no con las palmas de las manos y la tristeza de las pupilas húmedas. Me niego a disfrazarme de la decepción ante los sueños de mi infancia ante el porvenir. La sonrisa me aprieta, pareciera que en esta vida me tocó sostener solamente rosas blancas. Sent

Arrebato

Arrebato punzante de espina, destilación egoísta, es mi voz escrita, más espasmos de soledad murmurando, asechando debajo de la neblina fina.   Los pétalos caen lentamente, rojizos, arrugados, con incisivas espinas. Caen junto con el llanto de la epifanía, de aquel triste recuerdo infame.   ¡Qué agonía, qué distanciados! Distanciados de nosotros mismos, de la locura y la alegría de sentir la vida. ¡Qué espanto y qué consuelo!   Revestimiento sombrío acecha mi espalda roída, expuesta, cansada… La soledad es mi arma, un arma que hiere y cura.   Saboreo mi calma oscura frente a la desesperación deprisa. Mi ternura palpa su extinción absoluta. Caerá el telón entre direcciones y rutas, y con el viento cargado de sonrisas.   Caerá sobre un futuro certero, lleno de ausentes suspiros míos. Caerá la espina punzante, y reinarán mis latidos mudos.

DELEITE MUSICAL

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El viento se tornaba álgido e inundado de notas musicales; como si grandes olas salvajes arremetieran contra nuestros sentidos en dirección al  público reluciente y expectante. Ella, brillaba gloriosamente en aquel elegante escenario de músicos. El piano se encontraba en el centro de la escena, la orquesta la rodearía, dejándola ser la principal protagonista de aquella magnífica puesta musical. No era la primera la primera vez que la veía tocar así el piano, todos los presentes a mi alrededor reflejaban rostros de un brutal asombro, yo sólo me limitaba a expresar una disimulada sonrisa, cerrada un tanto sarcástica, fuera de eso, ella tocaba con una enorme pasión como aquel día que la conocí… Su nombre era Sol, cursábamos el sexto año de primaria, yo había llegado de intercambio por cuestiones económicas de colegiatura en mi anterior escuela. Me presentaron a mis nuevos compañeros de salón, aunque pensándolo bien, yo seguro era el bicho raro nuevo que todos veían con un discreto des

HAY UN GATO NEGRO SOBRE LA CAMA

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Hay un gato negro sobre la cama, él no existe, ni yo, pero algo nos une en esta melancolía de fantasía, más la desesperanza que ya nadie atiende sobre mi propio porvenir obtuso. Mis pies y demás cuerpo no responden al movimiento de mi ingenua orden que mi mente proclama frente al suspenso del anochecer voraz y desalmado. El gato yace estancado sobre la frialdad de mis delgadas piernas blancuzcas. Sus brillantes y filosas garras se asoman de vez en vez en cada estiramiento sobre mi cuerpo que ya nadie proclama; por ser la noche de cesación laboral de múltiples enfermeras con experiencia, esta noche solo estarán los novatos que en su eterno anotar no perciben el sonido incesante de sus bolígrafos al apretarlos de manera repetitiva. Esas almas jóvenes que harían cualquier trabajo sucio de otro para poder lograr sus metas monetarias. El movimiento de mi fisonomía se ha suicidado en la existencia vacía de mi ser andante. ¿Cómo ahuyentar al gato negro sin asustarlo y sin hacerle daño algun