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Mostrando las entradas de mayo, 2024

Señora "feminista"

Formal o indirectamente, me han llamado un poeta con exceso de disturbios, complejos mentales, narcisismo, prepotente, ególatra, persistente, lleno de verborrea superficial y mal escrita. La señora “feminista” en su torre de marfil se llena la boca de espuma cuando se entera de que he participado en alguna convocatoria insulsa e indiferente con nuevos escritores que fueron seleccionados para una antología de cuentos neonatos. Sus cuarenta años de escritora le avalan la espuma, hacia los nuevos modos de publicar un cuento personal y de manera independiente. Claro, en sus tiempos todo era diferente, incluso para su cuerpo y gesto desgastado lleno de ojeras infladas. Lo de hoy es llorar frente a la cámara rogando el por qué deben comprar su nueva novela o antología de cuentos en Amazon. Lamento no ser un influencer en Youtube para que alguna editorial pingüinesca me haga firmar mi futura explotación como vendedora de catálogos de Avón. ¿En qué momento se llevó la escritura a mantos terr

Mañana será otra noche

  Tu extraña disposición a quererme de vez en cuando. Tus pinches ganas incoherentes de no pensar más allá del presente nuestro cuando pienso nuestro futuro. La carne se quema, la salsa está lista para servirse desde el molcajete. Tú quieres acuchillarla, yo quiero escribirte un poema mientras le doy un sorbo a mi refresco de mango. Me sirves el taco de bistec de modo indiferente. Tu bigote sudado luce más lacio y brillante de lo normal. Los limones dejan caer cuatro gotas debido a su consistencia de piedras secas en dirección a mi taco humeante. La salsa es de la que no pica, como mis íntimas ganas de llevarte a un pueblo mágico y despojarte de tu delantal gastado. Hoy no soy tu güerita de siempre, hoy tus hijos te ayudan a calentar las tortillas y a cortar los limones secos. Mi insistencia me hace ganarme una cebolla cambray, pero me das la más chiquita, la más cutre. Tu ombligo salido, esta noche de viernes luce más bailarín que de lo de costumbre. Siempre me he preguntado por qué u

Manto rasgado

Flagrante viento acariciado, bajo la espina del árbol muere la constante perversión callada, desplazando al fruto caído.   Es tenue la melodía de aves sincronizando el silencio. La luz se enternece de sombras, sombras que danzan ligeros desvaríos.   La monotonía es distinta junto con la palpitación del olvido. El fuego hierve la sangre enlazada con la áspera piedra cálida.   El lago guarda nuestros apuros de anónimos testigos silenciados. La maleza yace quieta ante el abismo donde el bálsamo cruje de alivio.   La brisa del humo me sabe a partida, la leña cruje rebosante y libertina. Mis pies se hunden en la tierra, llena de abrazadora maleza oscura.   Los insectos no comprenden, solo cantan frente al fuego servido, dado de suspiros airados en llantos. La luna calla frente al manto rasgado.  J. N. R.

La vieja y la oruga

  Érase una vez en un antiguo hospital muy lejano, donde descansaba el cuerpo viejo de la gran Leonora Rosarios; lo de gran, se debía a que en su juventud había sido una luchadora inagotable. Un buen día, Leonora despertó muy temprano, tenía la sensación de que llevaba bastante tiempo dormida. La visión se le aclaraba, permitiéndole observar sus palmas arrugadas de un extraño cansancio que una vida entera podía regalarle a una mujer longeva como ella. La memoria ya no le sería la misma, tenía la impresión de haber echo grandes cosas; pero, no las recordaba del todo. Observó a su alrededor, su cuerpo yacía tendido en una cama llena de colores pasteles. El canto de las aves invadió su ventana dejando al silencio en sosiego. Los rayos del sol apuntaban a una pequeña maseta donde se encontraba un gran rosal que perfumaba toda la habitación. Al percatarse de aquella hermosa flor que danzaba al compás del viento, se dio cuenta de que en sus pequeñas hojas habitaba una oruga de un color lla

Asistencia

  La profesora Rosalba se encontraba tomando lista a sus alumnos en aquella mañana acalorada: «¿Raúl Landeros? Aquí, maestra. ¿Everardo Martínez? Presente. ¿Carla Neruda? Aquí, Miss. ¿Alejandra Orduña? ¿Alejandra Orduña…?» La vista de la maestra se despegó fuera de la lista en dirección hacia sus alumnos. Al levantar la mirada, se encontró encañonada en la sien por un arma corta de 9 mm. —¡Presente, maestra! —respondió Alejandra, pasando asistencia mientras detonaba el arma de fuego. La maestra pudo hacerse algunos cuantos centímetros para atrás por mero reflejo y, voltear su rostro de perfil ligeramente. El disparo ejecutado: se incrustaría en el medio rostro de la maestra Rosalba, mientras chorreaba de una cavidad floreada proveniente de un rostro sin nariz y sin labios. Aquella pequeña niña sacó de su mochila una ouija de madera. La situó de frente a sus compañeros e hizo una pregunta al artefacto: «¿Debo dispararles a mis compañeros?» La respuesta fue un rotundo…, no. La policí

Perversión finita

  La luna se convirtió en un flagelo constante de tu cuerpo enflaquecido y erizado. Repaso aquellos susurros cruzados debajo de nuestra constelación de sábanas interminables. Sobresalían las voluntades por encima de nuestro individualismo preñado de palpitaciones aceleradas. La regadera era nuestro protocolar de suspiros bajo los rayos del agua salpicando a nuestros pómulos rojizos. Las carnes mojadas envueltas en descaradas caricias que aún siento al recordar tu expresión facial envuelta en lujuria. Ahora la tierra te acaricia junto con los gusanos que devoran tu cáscara humana. Reinvierto tristezas de haberme convertido en un obsesionado de tu aliento cálido. Era un adicto a tus mejillas clavadas a las mías mientras el acto de penetración endulzaba a nuestras lenguas bulliciosas. Reparo en mil maneras el discurrir de tu finitud esparcida en un plano terrenal que no me deja tocarte mas. Siento un sismo de perversión sobre mi falo al imaginarte cada noche retorciéndote bajo la luz call

Aniversario líquido

  Nuestro primer aniversario de novios, y no sé cómo, Manuela me ha aguantado todo este tiempo, con todo y bajones y subidones. Hemos estado al borde del colapso de la relación, pero mis torpezas estarían por tener un finiquitado límite. ¿La verdad? No me veía sin ella, mi amada Manuela. Ahí estábamos, primer aniversario, ¿lugar? En la fila para subir a un juego mecánico: la horrible montaña rusa. Mi estomago comenzó a burbujear de manera tenue. Gente, risas, nervios, mi atrevimiento a subirme a esta clase de atracciones, cuando desde niño, tuvieron que bajarme porque mis gritos eran extenuantes y parecían que estaban matando a un niño pequeño en plena subida hacia lo más alto de la montaña rusa. Años más tarde, ahí estaba de nuevo. No debí desayunar ese licuado verde con ingredientes que desconocía, pero que, Manuela sabía que me hacían “bien” , pensaba mientras el rugido de mi panza comenzaba con su gran sacudida telúrica, desde mi duodeno hasta la boca de mi estómago. Nuest

Varados

Yacen los cimientos de tus olas en un descontento goce. Filtrada aguarda la esperanza. Mi realidad realza tu estupidez.   Brota el tedio de mi niñez anhelada. El júbilo de añoranza despierta las lágrimas. Algo se siente persistente. Algo se siente aún más lejano.   Fuimos tan despiadados que los recuerdos ya no tienen forma. Los triángulos ya no parecen triángulos y la luz de sol ya no reconforta.   Varados como barcos yacen nuestros labios. Movedizas como las manos del desierto nuestras miradas callan y ya no gritan.   La piel ya no se siente fresca, tus pechos y mi culo ya no son delirios. La realidad avanza y nos supera. La entropía nos carcome, nos vuelve un desequilibrio, nos vuelve más distantes. ¿En qué momento decidimos regalarnos soledad? ¿En qué momento la aceptamos? Nuestra amada realidad…  J. N. R.