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Mostrando las entradas de junio, 2021

Sangre infernal

Corre el sosiego de la sangre, sangre ingenua que corrompe el vaivén de ya no hallarme vivo entre esqueletos parlantes que bailan y toman café creyéndose los desposeídos.   Avanza el pulso fúnebre que dicta al corazón sus más pulcros latidos. Cuánta desdicha yace en mi soledad agonizante. Tan llena de vida, tan llena de sangre.   Me he vuelto tiniebla en el vasto horizonte de mil suspiros que agonizan. El demonio ríe a sabiendas que no escaparé de su infierno. Infierno que ahora me resulta más cálido que la brisa de un millón de nubes acariciándome el rostro.   Paraíso eterno de eternas sonrisas falsas. Lleno de vestimentas elaboradas de las más cutres, saladas y tristes lágrimas.   Han zarpado los corceles blancos y negros en la llanura de ésta mi más anhelada sepultura. Se ha agotado la sangre ya solo quedan gotas que brotan, que agotan entre mi última orquesta rota.     La brisa del fuego me recibe.

Ellas

Son insuficientes los latidos que habitan en nuestros oídos. Pechos desvalidos entre ojos caídos en un baile de sentidos.   El sudor no comprende nuestro rito candente frente a frente emergente y eternamente olvidadas por la gente nos besamos complacientemente.   Caemos en cuenta que la noche trascurre lenta sin penetración violenta entre marejadas que nadie afrenta frente a una fogata que calienta a la palabra inquieta que asienta cada rubor que nadie orienta.     Entre lamidas y caricias vamos forzando rimas sin angustias amándonos sin tarimas sin excusas sin pelusas y sin blusas me amas, me abrazas, me besas, me callas, me suplicas que grite sin penas entre condenas, te aferras sin faldas a mis piernas.   Entre dama y dama no hay drama y nadie nos aclama. Deshacemos la cama sin calma nuestra vida se empalma en cada alma humildes y sin fama.   Caemos en un risco de nuestro amor lésbico

¿Quién elige?

Se despegan las hojas del árbol seco en un íntimo arrullo entre el viento y mi soledad donde acuña los rayos del sol que deslumbra mi más muerto sentimiento, aquel de sentirme vivo. Refrescante pesimismo en una ambivalente cursilería de re pliegos constantes de hallarme en la existencia. ¿Nausea? No, hambre ante la búsqueda del saber, tal vez. ¿Quién decide qué es importante? ¿Quién decide si yo soy importante? ¿Necesito tener para ser? ¿Necesito ser para tener? ¿Necesito hacer para ser? ¿Necesito ser para hacer? Necesito comprar, necesito comer, quiero poseer, dominar, tener el control ante el descontrol. Necesito que me pisen para después yo pisar. Lista de mercado: tener cierta edad fisiológica y ya haber logrado logros que la sociedad tiene como paradigmas de éxito. ¿Venimos a este mundo a complacer a nuestros padres? ¿Necesito ser una maquina de complacencia ante el otro? ¿Soy lo que quiero ser o soy lo que lo demás quieren que sea? Sobrevivir, poseer, morir. Necesito hacer públic

Puerta blanca

El viento sospecha de mis delirios en una suave ventisca moviendo la puerta blanca de nuestro destino. Destino que marca nuestras pieles entre agua que refresca nuestra posible morada,   donde tenemos besos pendientes. Miradas en la oscuridad donde el calor encierra al viento entre tu cuello y mis labios mudos. Ritual de susurros entre suspiros. Brotan, juegan, se calientan ante la culminación sexual entre dos cuerpos que sudan la pasión de no haberse visto nunca. La ropa vuelve a sus respectivos cuerpos. La puerta blanca sigue meciéndose anhelando nuestra aprobación de vivir una vida juntos o jugar el triste juego de los amantes que no se volvieron a ver nunca más. Pero el destino está a nuestro favor. La puerta blanca se cierra gustosa y dichosa de no saber lo que hace. La de unir nuestros nombres en cada viento que sople ante su encierro definitivo. Amantes que se casarán en el delirio de no saberse amar en público.

Sentencia maldita

Existe un diálogo pendiente, mutuo e íntimo entre tú y yo. Un intercambio de palabras donde nuestras lenguas se humedezcan   al calor de nuestro lenguaje. Lenguaje habido y vulgar al mismo tiempo.   Tú encima de mis palabras. Yo introduciendo versos a tus labios secos. Llenando cada grieta con nuestras palabras íntimas.   La bebida caliente nos acompaña. Inspiración   y transpiración en cada sorbo de aquel líquido oscuro y café.   Después nos alistamos a emerger de nuestra guarida de caricias para así poder conquistar las calles con nuestras manos juntas.   Vagamos en un río de miradas que se contemplan a ratos. Risas escandalosas entre abrazos discretos.   Ya no hay un tú ni un yo. Solo permea un nosotros.   Cae la noche y volvemos al rito de nuestra intimidad. Los gatos y libros entienden que esta noche no hay tiempo para ellos.   Así estaremos en cada encuentro juntos hasta que alguien de los dos cometa

Deambulo

Deambulo en la nada de lo inexpresable. Brotan semillas secas en un lago de indiferencia, un tanto arañado; intencionalmente olvidado. Caigo y me sostengo de la cuerda invisible del hastío. Deambulo en un laberinto de flores muertas lleno de cuartos vacíos que me van contando las horas y deshoras que el viento asoma en las arrugas de mi piel que suda y se arrastra en un camino polvoso lleno de tierra que me abraza, que va sosteniendo mis miradas huecas, mis sonrisas secas y mis mil y un latidos que se acallan pero que vibran en su última armonía donde no estás y no me besas.   Donde no hay testigos más que la tierra anhelando mis cenizas que servirán de fruto en un mar de luto que no resuena pero que tintinea gritos que jamás supliqué en la hasta ahora tortuosa y afable vida de un pobre diablo olvidado pero que palpita.   JNR

Cuando muera

Cuando muera quiero que recojan todas mis letras. El recuerdo de mi esencia. El recuerdo de mi vida. Los recuerdos de aquello que fui. Mis tristezas. Mis dolencias. Mi paz. Mis vivencias. Cada letra mía habrá sido un paso más. Más pasos que caminan hacia a la oscuridad entre amores  y desamores de quien me amó  y me abandonó. De quien amo ahora, pero no puedo estar  con ella en la horca. Escribo en vida a la vida  antes  de que la muerte me depare,  me consuma.   Cuando muera no me recuerden. Recuerden a la muerte. Vivan a sabiendas de que hay muerte. Vivan humildes. Vivan felices. Vivan en paz. Cuando llegue la muerte, habrá ligera tristeza pero, de igual modo, habrá basta felicidad.   Cuando muera no me lloren en máxima tristeza, lloren en calma  entre la maleza. ¿Yo? Tal vez ya no exista pero mis letras  quedarán, se leerán cuando yo muera. No habrá nada como el que me lean después de muerto ya

Espinas secas

Crecen las espinas secas a un costado del caudal de sangre. Un diluvio que permea en un llanto oscuro; silencioso. La marea del vino ya no canta, ya no resuena en los oídos de aquel cadáver mudo. Son contados sus últimos suspiros en el último letargo que suaviza su piel en el fulgor del cálido atardecer.   Brotan las lágrimas definitivas, aclarando, tu pálido rostro en el crucifijo, amortiguando así, los rastros de nuestro finalizado encuentro.   Ya no hay testigos, ya no hay mendigos. Tu ineficaz presencia de próxima carne pútrida se las dejo a las aves de carroña.   Mascando así lo que quedó de tu fina y pulcra belleza.   Secuencia sin ritmo se ha vuelto tu callado respirar. Anhelando tu último rezo.   Aliciente penetración entre el pedrusco ornamento de tu última bocanada sobre tu roída costilla.   Crecen las últimas espinas secas en tu ahora latido quieto. Murmuras una póstuma vociferación: Te perdono.