Aturdida
Cae el ave aturdida, anhelando el vuelo quitado. Sin razón, sin sentido; cae el ave aturdida. Agoniza en el suelo donde socaba sus lágrimas. Llanto hundido. Un llanto que perece en la niebla de granito. Sus bellas plumas se desvanecen frente al desinterés de la vida. El ave ya no canta, pero se pregunta: ¿Por qué ya no vuelo? Si nací para volar. Nací para rosar los rayos del sol, y refrescarme en el dulce viento. Poco a poco se van acabando sus latidos. Su intento de volar se ha esfumado. Se siente reflexiva. Se siente enfurecida. Se repite una y otra vez: ¿Por qué ya no vuelo? Si era un ave viva, alegre. Si cumplía con mi propósito, el de volar, volar cada vez más alto. Volaba feliz y sin lamentos. Amaba volar. ¿Qué haré ahora? ¿Por qué ya no vuelo? Y la vida le respondió: Porque se ha acabado… Se ha acabado el viento para ti. ¿Por qué ya no vuelas? Pues para que más aves vuelen. El ciclo es repetitivo. Nacen, v