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Mostrando las entradas de julio, 2021

Aturdida

Cae el ave aturdida, anhelando el vuelo quitado. Sin razón, sin sentido; cae el ave aturdida. Agoniza en el suelo donde socaba sus lágrimas. Llanto hundido. Un llanto que perece en la niebla de granito. Sus bellas plumas se desvanecen frente al desinterés de la vida. El ave ya no canta, pero se pregunta: ¿Por qué ya no vuelo? Si nací para volar. Nací para rosar los rayos del sol, y refrescarme en el dulce viento. Poco a poco se van acabando sus latidos. Su intento de volar se ha esfumado. Se siente reflexiva. Se siente enfurecida. Se repite una y otra vez: ¿Por qué ya no vuelo? Si era un ave viva, alegre. Si cumplía con mi propósito, el de volar, volar cada vez más alto. Volaba feliz y sin lamentos. Amaba volar. ¿Qué haré ahora? ¿Por qué ya no vuelo? Y la vida le respondió: Porque se ha acabado… Se ha acabado el viento para ti. ¿Por qué ya no vuelas? Pues para que más aves vuelen. El ciclo es repetitivo. Nacen, v

Cada quien piensa desde su propio narcisismo

  Cuánto desinterés permea en una mente que ha decidido colaborar desde los sentidos y basar así la realidad que se le presenta como un mero hecho categórico de lo material. Juzgando así todo lo que se le representa como algo ya dado. Cuánta necedad por embellecer lo que por orden natural no conoce o, no es propio de lo que el humano llama bello o feo. Cada quien piensa desde su propio narcisismo. “Esto es así porque yo lo creo así”. Creer, ¿por qué creemos? Cuando una persona llama la atención en público por su atuendo, peinado, personalidad, etcétera. No se trata de un hecho “original” en sí. Sino, más bien de un cúmulo de copias apropiadas del un mundo que se le presenta, o en el caso de los narcisistas, de sus figuras o ídolos a perseguir. “Mira ese corte de cabello”: Ideología. “Así luce una persona de bien”: Ideología. “¡Qué extrovertido eres!”: Ideología. Comportarme como los demás para no aislarme de la experiencia de la vida del consumidor. Consumir, “bella” palabra. «Si el ot

Notas al aire

Las velas no cesan en encender tu nombre al viento. Me levanto aturdido. Cae la noche diáfana, suspiro; caigo rendido. Notas salvajes: Chelos, violines, percusiones al aire. La ceniza del cigarro se desploma entre farsantes. Vuelo tendido el de tus manos y mis manos. Ensimismadas al llanto. Llanto puro y agonizante. Las partituras estallan en truenos y notas que callan en un suicidio elegante. Música ven y abrázame. Vayámonos cantando. Ya que los que hoy aplauden: son mudos, son sordos. Es diferente su sentir. Ya no hay nada qué demostrar. El cansancio es absoluto. La sonrisa absurda. Entre nota y nota se van desgastando las palabras. Palabras que no se ven; pero que lloran y gritan. He quedado absorto. Mis dedos suplican silencio. Entre arpegios y trastes nos vamos haciendo sucios y arrogantes. El silencio sepulta, el tamborileo de nuestros corazones. Corazones rotos, corazones humeantes. Hoy la muerte q

¡Qué hastío competir!

Las esperanzas mueren como ángeles caídos. ¿Dios? Solo observa sin inmutarse, yacen desvalidos.   Las dolencias de mi alma ya no tienen cura. Mi alegría se ha vuelto mito. Y la realidad, empapa mi amargura. La dolencia de mis latidos, erosiona en tormentos, quebrantan sin sentido uno a uno mis más anhelados suplicios. Me siento en mil pedazos que descansan en el asiento de mi soledad visible que hoy no llora pero revive. Ruega por un descanso que la prisa de la vida no entiende. ¡Qué ironía! Tratar de subir dos pasos y caer cuarenta. ¿Por qué? Por qué las malas personas pueden aparentar mejor su muy repentina felicidad. ¡Qué hastió competir! Pasen todos, los dejo ganar. Mi espíritu se quebranta. Lo siento cada vez más roto. Me consideraba extrovertido. Quería intentar ser como los demás. No pude: caí y me rompí en mil pedazos. Siento que es un nuevo comenzar. Donde ahora sea introvertido. No más anhelar. Deja

¿Por qué leer a un pesimista?

  ¿Por qué leer a un pesimista? Porque es leer la historia de un perdedor consumado en derrotas anheladas. ¿Por qué se le atribuyen los números y la memorización a la propia inteligencia humana? El que tiene más cantidad numérica de puntaje es “más inteligente”, “más apto”. Es como si emprendiéramos la tarea de cocinar para alguien más, y este comensal al terminar de degustar la comida que preparamos dijera: «no me gustó mucho tu platillo, te otorgo la inteligente cantidad de seis a tu comida». Si existiese un nuevo y moderno capitalismo dirigido a las artes y humanidades. Muchas personas tendrían la tendencia a dirigir su principal atención a estas áreas del conocimiento tan rezagadas por oficios que solo tienden hacia un beneficio alto de dinero. Pero no quiero desviarme de mi pregunta inicial. Soy un pesimista, soy un cúmulo de derrotas andante. Y es que podría ir un poco más a fondo analizando el por qué creo que he sido derrotado o vivo en la derrota constante. ¿Cómo es que este m

Cuántos diluvios soy capaz de soportar

Hoy recuerdo, la textura de tus labios que lucen más lejanos. En complacencia con el tiempo, carece de sentido anhelarlos. Profana ilusión de verte. Nunca has estado, pero parece que te alejas más de mí. Cuántos diluvios soy capaz de soportar. Me he vuelto tolerante a la soledad. Soledad que tolera mis bastas soledades profanas. Qué sentido tiene escribirte, ya que nos dirigimos a la nada. Letras que anhelan desvanecerse en tu nula incomprensión de alguna vez intentar entenderme. Me dijeron que era especial, y…, me la creí. Vaya sentimiento absurdo. Voy colocando palabras sin pulso fijo, desganado. Siento que llueve para mis adentros en plena mañana soleada, donde las aves cantan y mi corazón enmudece de hastío. ¿Por qué? La naturaleza nunca calla. Comparados con ella en su sonido eterno ¿somos especiales? Tal vez sí. Nosotros tan humanos, absurdos, quejosos. Llegamos al mundo llorando, gritando, pataleando. Co

Mi soledad suspira

El ave canta con su pico enterrado. Más mi pecho en melodías que no cesan. Más aleteos forzados, envueltos en la fresca ventisca de aquella noche bella, salpicada de un discreto tono púrpura.   La niebla aspira proveniente del sauce viejo que brota para vestirme en su aglutinada vestimenta caucásica.   El musgo resuena en cada paso marcado, en cada paso distante, en cada paso errado.   Naturaleza fría que conoce mi fragilidad. Fragilidad cínica entre compartimientos que bombean la sangre expuesta.   Me vuelvo de humo entre el suelo húmedo donde el sol se vuelve ausente.   Mi soledad suspira en su última ventisca. Suenan las campanas de aquella tormenta oscura. No hay despedidas, no hay últimas palabras. Más solo el viento que suspira.   JNR

Soy la máscara de melancolía

Soy lenguaje, soy silencio. Soy números, soy tiempo. Seré muerte, seré nada. Soy vacío lleno de ilusiones. Cúmulo de actividades. Ideas, borrones, enemistades. Soy la rima absurda. Soy el canto mudo. Profeta de sordos. Un chiste para intelectuales e ignorantes. Aparecí un buen día y desapareceré un buen día. Soy la decadencia que baila. Me aferro a ser lo que veo. Miro una bastedad de personalidades. Soy un yo a base de muchos yos. Soy la peor elección de mí mismo, anhelando ser lo mejor. Moriré arrepentido. Vivo suspirando… Me he vuelto una absurda repetición. ¿Persigo? Mejor no hago nada. Soy la máscara de melancolía. ¿Mi pasado me define? Soy lo que nunca haré. Mírenme, mírenme…, Quiero que lean, pero mejor, léanme a mí, léanme, léanme aunque sea absurdo. Admírenme, quiero fama. Quiero dinero, quiero comer. ¿Reconocimiento? Sí, mucho, bueno, mejor poquito. Soy la indecisión hecha persona. Elegir, elegir, elegir.

El mar está llorando

La calma suscita al desorden. Ideas que tiemblan en la nada. Agua que suena a río en un mar hecho de nubes, que zapatean al viento en su trazo perdido.   Ocaso de ternuras amargas. Hojas que crujen en la memoria. Penetración crucial. Líquido derramado en piel áspera. Cigarras en la lejanía. Palmeras que se mesen ante torsos que se mueven desnudos, con alevosía mientras cae el viento en tus pupilas.   La arena raspa nuestros besos. Cruje la espuma en nuestros pies descalzos. Se enriquecen las olas frente a tus pechos mojados.   Te ahogas con la espuma con tu estrecha garganta. El mar calla, suspira y las gaviotas cantan.   El ocaso resuena en el paisaje. Se pintan nuestras ilusiones de rojo. Se aquieta la marea, y el llanto afila los susurros.   Partimos en el anonimato de no olvidar nuestros labios. Labios con grietas, salados. Labios sabor a mar en soledades húmedas. El mar está llorando. Repitiendo una

Dra. Magdiel

La doctora aún temía ser descubierta tras esconder de manera muy elegante la jeringa vacía en el bolsillo derecho de su bata blanca.   Era un día como cualquier otro en el viejo hospital psiquiátrico San Gregorio que yacía un tanto destartalado por el paso de los años. La doctora y jefa del hospital se hallaba en su oficina leyendo el periódico de aquella mañana fría y nublada. Magdiel vestía una bata blanca aunque ya no era necesario su uso, pero a ella le gustaba la sensación de combinar su bata blanca con aquellos tacones de color negro brillante. Su taza de café expedía su humareda rutinaria por la oficina ansiando ser bebida a ligeros sorbos durante el resto del día aunque perdiera su temperatura cálida. La puerta de la oficina de la doctora Magdiel se abriría abruptamente desde el exterior hacia dentro. Magdiel no se inmutaría o tendría reacción alguna ante dicha acción brusca. Ella permanecería con mirada indiferente hacia su periódico extendido ampliamente. —Tenemos que