Persea Sánchez
Una viejita advirtió a Cristóforo, (dueño de la vecindad del barrio) que su nieta le daría "cuello". —No me chingue doñita, pues ya ni qué hacerle, haré lo posible para que no me den matarile, mientras…, sea lo que dios quiera. —eructó Cristóforo, mientras se limpiaba la espuma de la boca de un sorbo de cerveza bien fría. Ya de retache en el cantón, Cristóforo, encerró a Daniel, su único chilpayate, en el cuchitril más alto de la vecindad, con una puerta negra y tres candados, custodiado por el Borras, un perro de la calle bien canijo. Su padre le llevaba siempre su guajolota en persona todas las mañanas. Pero un buen día, Sofía (la chamacona más bonita de la vecindad) se enamoró de Daniel a primera vista. Mientras Daniel, pelaba lágrimas de cocodrilo por su ventanita del baño. Así, una noche, Sofía emborracho a Cristóforo y liberó a Daniel, hicieron sus cositas detrás de los tanques de gas, y así, fue como concibieron a Persea Sánchez. Al enterarse, Cristóforo, de