Reflejo acaramelado
Todo el público reía descarado frente a mí, una horda de pequeñas criaturas. Sus monstruosas risas se convertían a tal grado en carcajadas endemoniadas. Y tengo que admitirlo, en ciertas brevedades de segundos, me resultaban un tanto contagiosas. Pero no comprendía el origen de sus incesantes alaridos de diversión descolocados del mundo de la cordura y la atención. Algunos me señalaban, otras tiraban sus palomitas al suelo, uno que otro se revolcaba en el piso, sufriendo por grandes cantidades de risa, haciendo un recorrido desde sus estómagos hasta sus diminutos cerebros; pero..., ¿por qué? Como de rayo y de golpe entre la multitud, noté que había una niña de cabello rubio y ojos verdes, lucía un vestido de color rojo con lunares blancos, le colgaba desde el hombro hasta su pequeña cintura, un diminuto bolso azul marino, de igual modo, portaba un ridículo sombrero blanco con un limitado moño brillante color dorado. Ella no reía como los demás niños, sino más bien tenía un rostro de ve