Para mí mismo
Soy lo que comenzaron a buscar cuando terminaron conmigo. Soy las palabras calladas que gritan mi arrogancia diáfana. Me he vuelto la charla escurridiza. Ya no soy apto para los clichés sociales, tan aberrantes y monótonos en la dicotomía urbana. He adquirido el don de la mirada triste frente a la estupidez ajena. Mis pisadas se han vuelto silenciosas en la oscuridad honrosa. Mi entusiasmo va perdiendo escala ante los sucesos repetitivos que ejercen las personas que se divierten una y otra vez yendo y haciendo lo mismo cada fin de semana. Siento que puedo soportar grandes cantidades de soledad sin temor a ser juzgado. Mi caminar se ha vuelto lento, no por malestar físico, sino por el malestar de personas que llevan la prisa como altar. Les gusta llevar a su idiotez lejos de la lentitud. El único recurso de la gente estúpida es lucir productiva. La fama se ha vuelto la meta a alcanzar. Dinero fácil sin dignidad alguna. Hoy predomina la lucha de ideologías. Pobres alabando a gente pode