Felices fiestas apocalípticas
Otro año ficticio que perece frente a mi experiencia desvivida. ¿En qué puto momento dejé experimentar de manera lúcida mi realidad? Estar mucho tiempo frente a una pantalla ha disminuido mis experiencias fuera de ella. A tal punto, que mi vida fuera de una pantalla digital es pensar en lo que conlleva la parafernalia de habitar el espacio digital. El tiempo pasa, y Facebook y Google parecen ser más adinerados con mi mínima adicción a publicar mis incoherencias narcisistas. Los años pasan, y la pandemia persiste. Las personas dejan de estar, pero sus recuerdos perduran. Desde que la gente muere después de que comenzó la crisis pandémica en todo el mundo, las muertes se sienten un tanto extrañas. Como si no fueran reales, como si fueran una especie de engaño; como si se tratase de una mala broma. Como si se esperara que al final de la pandemia, todos los que han muerto salieran por fin de su escondite. Como si todas las perdidas y lágrimas fueran actuadas esperando a que nos den la no