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Contienda de lumbre

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                                                                                                            “La vida es una guerra sin tregua,  y morimos con las armas en la mano”. (Arthur Schopenhauer)   La rutina del choque de espadas hizo denotar a las nubes en el cielo como si fueran simples pedazos de algodón inofensivos en aquella tarde. —¡Hoy toca morir, caballeros! —exclamó el Rey. —Estoy planeando mi muerte desde que nací. —murmuró Erik entre dientes, antes de escupir sangre al suelo. El combate continuó, las espadas se hundían con tal brutalidad como si sus hojas exigieran sangre a gritos, los filos de dichas armas; gotearon en la tierra de manera lenta, mientras la multitud aplaudió el esfuerzo de cada contrincante. El Rey Huk miró al cielo meditabundo, el cielo se convirtió en un espectáculo eléctrico de destellos. El Rey dueño de todo y, más allá del reino de Agambent, se puso de pie y exclamó: —¡Acaben de una maldita vez! ¡Quien muera hoy no me interesa!

Los descarados

Desdichados egos de nuestros vaivenes. Caras alzadas, más los rostros de apatía. Síntomas inconclusos de frívolas rebeldías. Desapegos fortuitos de nuestros desdenes.    Somos la escarcha vuelta varias máscaras. En nuestros ruegos hidratamos las anomalías. Fresca es la distancia de nuestros fríos torsos. Rostros marcados llenos de opulencias vanas.   Nos acariciamos entre tiernos trastornos. Nos distanciamos entre las sanas heridas. Nos olvidamos con el cuchillo en el corazón. Nos fastidiamos en plenas locuras románticas.    Somos un coctel revuelto de narcisismos. Las múltiples rabias atendidas de entusiasmos. Falsas fueron las risas entonadas de avaricias. Falsos fueron los crueles tratos de malos ratos. Eternos fueron los distantes e insanos abrazos.   Somos los descarados, aquellos... que se prometían eternidades desvividas. Salvajes eran las complacientes soledades. Desvividas fueron nuestras fieles traiciones.    Nos convertimos

Los olvidados testigos

En tus descaros descansan mis más sinceros arrebatos. Me convertí en testigo; un contemplador de olvido.   Fuimos demasiado sinceros. Las palabras quedaron marcadas. Como quemaduras que no se calman. Como aleteos desprendiendo al alba. Fuimos crueles y terriblemente justos. La actuación del olvido nos queda bien.   La cama ya no rechina, ya solo rechinan los recuerdos. ¡Qué distantes son nuestros labios! ¡Qué invisibles se volvieron las risas! Vagamos en parejas que no sacian. Nos enloquecemos al imaginarnos.   ¡Qué necedad la de fingir desamor! ¡Qué miseria fingirnos apasionados! Somos distantes, pero no olvidados. Fuimos cómplices y además testigos. Fuimos cobardes de nuestros delirios. Fuimos cosecha inmadura de campo. Fuimos un campo seco de lirios. Fuimos los lirios enamorados de noche. Fuimos la noche que nunca olvidaremos. Somos olvido fijo ante el secuestro. Somos el secuestro de nuestra necedad. Somos la necedad jamás

Ocultación desbocada

  ¿Por qué callar los recuerdos si en ellos nos despojamos de lo vivido? Nuestra divagación constante de eternos suplicios que; buscamos en cualquier lugar, en cualquier cosa, en cualquier persona. Somos seres incapaces de mostrar qué hay debajo de lo oculto. Ocultación desbocada y plasmada en enseñanzas que aprendemos del vulgo mundano; que vive de mentiras, de hipocresías, de apariencias. Somos los falsos camaleones que imitamos de la manera más pobre, sentimientos que nunca podremos comprender en su totalidad. ¿Qué sería de nosotros si no existiera la palabra “amor”? Seríamos simples simios esparciéndonos por el globo terráqueo de manera despiadada. Pero, en el fondo, ¿eso no es lo que hacemos con la máscara del Amor? Con esa mentira bien encumbrada, bien argumentada, bien establecida y jamás cuestionada. Y los que han llegado a cuestionar al amor, son mal vistos por los enamorados. ¿En qué momentos dejamos de cuestionar lo que “más nos hace felices”? Ese sentimiento que genera odio

Encarnados

Tu sonrisa acobarda mi calma. Luz de pecho que rechaza la caricia. Sol y luna desbocados en inmundicias. La tristeza nos embriaga las letrinas.     El río de tu sangre brota y resuena. La hierba sí entiende a nuestros cuerpos. Las luciérnagas alumbran el momento. Momento de humedad y de consuelos.   Los ruegos ya no bastan, pero van sobrando los lamentos. Lamentos de realidades pasmadas a través del tiempo que se abalanzan.   En tu piel se incrustan mis letanías. En tu boca descansa la vida. En tu vientre aguarda la balanza. Balanza injusta de alabanzas.   Mis despidos ya no palidecen. Mi insistencia ya no aguarda. Nuestras masturbaciones se abastecen. Nuestros líquidos ya no bastan.   Solo quedaron nuestras tentaciones. Tentaciones olvidadas tras bendiciones. Bendiciones esparcidas no concebidas. Concepción no aprobada por rendiciones.   El sonido de los grillos nos recuerda, que la naturaleza siempre nos espera. Donde no

Mis pasos van pasando

Distintos son mis pasos. Distintas son mis letras. Pasos y letras de hartazgo sobre la blanca niebla tímida.       Entre tinta y fango, voy escribiendo pasos; arrastrados y enmarañados, mis pasos van pasando.   Lustre hueco inexistente. Resuena la luna inapetente sobre extasiadas letras llenas de ingenuas y pesadas poesías.     Son mis pasos, más no bien zarpazos. Endulzados y desgastados, mis caminos van dejando pasos.   Letras que suenan a pasos, mas pasos que vibran en letras. Síntomas de pastos rancios. Entre paso y paso voy caminando a ratos…

Sangre de olvido

Fluctuante inversión de atisbos. Sometiéndose a una barbarie incauta. A ras de tierra desquebrajada se van atomizando mis aleteos.   Pauta de lo voraz, de la vorágine. Resentimiento cruel pasmado. Intacto de lo plausible, que no se ve. Halladas se encuentran mis perdiciones.   ¿Cuánto desinterés fortuito soy capaz de sostener en mis mejillas? De vez en vez, caigo en cuenta… de que soy un delirio de olvidos.   Las tinieblas son mi cobijo. La oscuridad tienta a mis letras. El descontento se alza y ruge. La desdicha abarca mis alivios.   Soy pereza enamorada. Soy el amor que se desquebraja. Soy la tortura de lo eterno. Las ramas callan y se incrustan.   Mi pecho esta noche sangra. Mi voz es deshonesta ante tu alma. Mis suspiros exaltan las llamas. Mi corazón salpica de egoísmo.   La lluvia llega junto al alba. El calor hierve mis lágrimas. Que ya son marcas que cargo como símbolos de impurezas.   Se han acabo mis fieles

Poeta hambriento

  Sin gusto y sin oído, ese eterno tacto complacido. Bella reflexión matutina; complaciente, interna y reflexiva.   Se van consumiendo los gustos, gustos de cantos esparcidos. Sagrados son los templos de ilustres egos enaltecidos.   Se van enlazando las páginas; un tanto invertidas, de colores blancas y amarillas, cual semillas en la tierra, cultivándose de manera interna.   Dulce alimento escrito, que alimenta mi innata codicia. Esa hambre… Hambre de un poeta extinto. Esa ansia… Ansia de un poeta maldito. Esa maldita costumbre… Costumbre del poeta y su rito. Esa necesidad… La de llamarme: Un poeta inapetente. Tan inapetente de apetito.

Identidad

Niebla desobediente, que carcome mis sentidos. Tu rabia es mi danza. Tus prejuicios son mi baile. En mi despliegue se encuentra tu burdo acoso. Mis ramas crecen mientras que mis frutos se van haciendo maduros. ¡Qué insolente te has vuelto! Tierno y bruto son mis atributos. El aire ya no descifra nuestros más íntimos desquicios. En tu desnudez encuentro mi alimento sano. En tus reproches, mi debilidad palpita. En tu danza mi pecho alcanza el éxtasis en suspiros. Tu arte me cura… Tu indiferencia me ruega. Tú, junto con tus pechos, mi absorción cotidiana. No dejes de posar, ya que en tu ideología, descansan mis latidos.   

Eterno ausente

Me siento ausente en la apacibilidad de contemplarte. Me siento ausente en la arquetípica forma de apreciar lo que todos aprecian. Ausente de superficialidad. Ausencia de máscaras. Me siento ausente en la competencia del éxito. Ausente de querer ganar. Renuente de lo común: De la plática trivial. De la angustiosa pérdida de la belleza “eterna”. Ausente de querer lucir siempre joven y normal. Ausente de amor común. Me siento ausente de hacer lo que todos hacen. De cumplir mi rol en la sociedad. Tengo ausencia de saciedad. Tengo ausencia de apreciar. Tengo ausencia de idolatrar. Me estoy volviendo ausente en un mundo participativo. En un mundo de falsas sonrisas. En un mundo de falsos tratos. Ausencia de hipocresía. Ausencia de pretender. ¡Qué gran alivio convertirme! En ese eterno ausente…

Bendita razón

Bendita razón desnutrida. Bendita sangre que reza. Rezos benditos de lastre. Desnudo arrastre bendito.   Intuición íntima e indecente. Corporación frívola insistente. Insonoridad de lo incoloro. Potente, rancia y reverberada.   Tiernos ojos de la nostalgia. Nostálgico aliento resentido. Sentir la lumbre en descontento. Eterna sinrazón del crepúsculo.   ¡Bendita bendición bendecida! ¡Bendita, bendita! Luz bendita. Bendita muerte. Moribunda bendición. Ingenua culpa impura. Pura rendición de lo bendito. Bendita mi sed. Bendito enloquecer… Ferviente bendición del Ser. Escapulario bendito. Vocabulario maldecido. Bendita mi razón. Bendito anochecer. Bendita tu casa. Bendita bendición rendida. Mi espalda llora. Más la lumbre húmeda. El Padre sentencia: ¡Han quedado bendecidos! Todos vociferan: ¡Benditos, benditos, benditos!