Espinas secas
Crecen las espinas secas a un costado del caudal de sangre. Un diluvio que permea en un llanto oscuro; silencioso. La marea del vino ya no canta, ya no resuena en los oídos de aquel cadáver mudo. Son contados sus últimos suspiros en el último letargo que suaviza su piel en el fulgor del cálido atardecer. Brotan las lágrimas definitivas, aclarando, tu pálido rostro en el crucifijo, amortiguando así, los rastros de nuestro finalizado encuentro. Ya no hay testigos, ya no hay mendigos. Tu ineficaz presencia de próxima carne pútrida se las dejo a las aves de carroña. Mascando así lo que quedó de tu fina y pulcra belleza. Secuencia sin ritmo se ha vuelto tu callado respirar. Anhelando tu último rezo. Aliciente penetración entre el pedrusco ornamento de tu última bocanada sobre tu roída costilla. Crecen las últimas espinas secas en tu ahora latido quieto. Murmuras una póstuma vociferación: Te perdono.