Entradas

Fuimos

Los pensamientos relinchan. Los zapatos mojados salpicando. La luz del techo tiembla… Los latidos pulsan acechando. El sonido sabe a lluvia. La tierra suena a lumbre. Mi reflejo se ríe descarado. Cae el día, se alza la noche. Camisa de botones, más los lunares negros de tu vestido. Somos miseria, somos dicha. Somos la rocola que ya suena. La bebida fría que calienta. En dos gargantas que se gritan. Somos malicia, somos pureza. El piano resuena entonando un viejo ritmo oscilando. Un beso al adiós. Una sonrisa al alba. El bar se acalla. El sol se empalma. Destronados y cansados nos dimos cuenta que de a sorbo en sorbo… Nunca nos cotejamos… Nunca nos conocimos… Y además de todo… Nunca existimos…

Vivir la soledad

Sensible degradación inhóspita. Desechos recolectados en vastedad. Rol expuesto y degradado de una consumada soledad lúcida.   Soy el nombre no deseado. ¡Soy la rabia otorgada! ¡Soy los desechos de un montón de canciones tristes! Vivir la soledad… Sentirla. Acariciarla. Hacerla mía. El adiós de mi madre. El hasta luego de mi hermana que siempre me supo a un adiós. El alejamiento de amistades. El falso amor indeciso. La muerte que va y viene. Las lágrimas que vienen y van. Soy sospecha. Soy cariño en soledad. Rostros de la amargura recorren mi espalda y hombros. ¡Qué desdicha siempre perder! Perder caricias, perder bosquejos. Desearía haber nacido cuando Dios estuvo enfermo. Pero no, nací muchos años después de su muerte. Pero aún tengo fe. Pero aún tengo esperanza. ¿Quién sería yo sin mis lágrimas? ¿Quién sería yo sin mi soledad?   

Vida sin poesía

  Desdén sin vaivén, vaivén sin desdén…, caterva de elefantes dormidos sin sus respectivas telarañas. Lira disonante musical estéril. Cómoda sensibilidad automatizada. Desembarco en muelles grises sin musas angustiadas. Temida existencia actancial. Desayuno, comida y cena de rimas rancias degustadas. Trivialidad orquestada de verborrea atropellada. Un disturbio permanente de ideas desorganizadas. Regocijo de una visión desencantada. Inspiración distante enquistada. Cúmulo de estrofas mal logradas. Desencanto cruel de baladas deshonestas. Bulto contingente de creatividad pasmada. Declamación de palabras efímeras y apresuradas. Irreflexión constante en pulsos contaminados. Estupidez sensata de alaridos narcisistas. Traje ajustado de irracionalidad cómoda. Elaboración de estrofas a base de números fríos y brutalmente secos. Conteo necesario de sílabas en dedos desafanados con la tinta. Rima práctica apática. Sabiduría acartonada de un pequeño Dios egocéntrico. Sistematización de sonetos r

Anhelo

Espacio inconsciente reparado. Anhelo íntimo de lo lejano. ¡Qué rabia y qué dicha! Tenerte lejos y amarte menos. Suspiro seco de un pecho hueco. Mi pulso es frío, mis lágrimas cortas. ¿Cuándo desaparecerá tu nombre? ¿Cuándo dejará de doler tu voz? ¡La melancolía me desbarata! Mi piel te extraña, mis ojos te aclaman. Mi regazo yace huérfano. Mi cobijo yace extinto. El tiempo me sabe distinto. Mis emociones se volvieron impredecibles. Mis enojos se ha vuelto sombras. ¡Que alguien pare mis desvaríos! ¡Que alguien calme mis suspiros! Anhelo algún día cerrar los ojos y ya no verte nunca más… Mi mente aclama oscuridad. Y entre tanta sinceridad, vuelve, para así contemplarte y entre latidos y desgastes, no pueda extrañarte jamás.

Me sabe a tumba

Tu ausencia me enseñó a extrañarte. La indiferencia nos hizo parecidos. Aquellos siempre fueron desgastes de un olvido turbio y malagradecido.   Fuimos fugaces de instantes perpetuos. Blancamente enrojecidos por la niebla. Cayó la telaraña de nuestras promesas. La caverna declamó nuestros nombres.   Un ausente recuerdo compartido. La carencia fue nuestro destino. La turbulencia vibro con cada beso. Invocamos las ruinas al acariciarnos.   Fue nuestra sentencia decirnos: ¡Te amo! Nadie lo esperaba, nadie lo anhelaba. Declamar lo que sentíamos mutuamente, fue la sentencia inmediata del derrumbe.   ¿Por qué amarnos ante los otros? ¿Por qué ser para dejar de ser? ¿Por qué no trascender en lo anónimo? ¿Por qué ahorcarnos al expresarnos?   Sin duda, mis mejores cicatrices siempre serán tus besos. Nadie entendió, ni entenderá que nuestro amor, hoy más que nuca me sabe a tumba.  

Recordar el olvido

Recordar el olvido es una lluvia inesperada. Es como acechar al fuego. La quemadura instantánea que surgió de las tinieblas. Esa gota caliente que se pasea en un camino de ramas secas. Sentir tu olvido ascendiendo como un incendio que se aquieta. Extrañar lo que decidí olvidar. Sentir de nuevo la herida que se abre ligeramente a pesar de estar cerrada. ¿Por qué? ¡Por qué a mí siempre me toca recordar! Mientras aquellas mentes viven en éxtasis con la amnesia. Soy la memoria triste. Soy los recuerdos que no se van. Soy la nostalgia de las heridas. Ahora y hasta que muera a mí me toca recordar el olvido.

Soy máscara

Soy máscara… Soy el diálogo falso. Soy la mirada esquiva.   Soy la disimulada risa forzada. Soy el interés provisto de beneficio. Soy la rara apariencia vuelta máscara…   Ese falso desquicio, soy. Ese apretón de sudorosa mano, soy. Multiplicidad de apariencias, soy. Calamidad frívola y maquiavélica, soy. El enfadado agradecimiento, soy.   Entre lágrimas soy la actuación vil. Ególatra soy en la sombra. Falsa modestia soy en mis críticas. Odio perverso soy en la soledad. Humildad externa soy en un interior ruin.   Soy la petulancia rebajada soy. Soy la arrogancia discreta soy. Soy la amistad acartonada soy. Soy el narcisista disimulado soy. Soy la falsa opinión sana soy.   Soy la bestia enmascarada. Soy la razón enmascarada. Soy el veneno enmascarado. Soy el ego enmascarado.   No soy lo que crees, soy más, soy máscara…

Sinceros silencios

El alba cruje junto con las plantas de mis pasos. La textura del viento asienta una calma prófuga. El aleteo de las flores conquista mis sentidos. Cruel y persistente sentencia, esa la de sentirse abandonado entre la bruma. Blanca es la espuma de mi letargo. Voy acumulando pasos y de paso en paso, me contemplas y me rezas entre conjuras alebrestadas. Espesura llana de rocas que sentencias entre arrebatos. Tiernos malgastos de inocencias. Yacimientos de lo insano hemos promulgado en ingestas. Son aleteos… Son murmullos… Son tuyos mis barullos. Que cuando reina la calma la luz del alba nos enfoca. Y así nos la llevamos, entre indiferencias y alegatos. Van surgiendo pasos que nos alejan y acercan a ratos. La palabra cruje junto a nuestra ida. Ya nada suena, ni si quiera… nuestros más sinceros silencios.

Ya no hay placer

El gran cerrojo ha despertado. Y anhela la dulzura de mi conquista. Llave que degusta mi tesoro. Sonrojado tintineo de inmersión. Se ha abierto la olvidada puerta. Me sumerjo al placer de lo desconocido. Oscuridad, polvo, el reloj está sonando. Pulso con sentido. Sentido vuelto pulsos de sentidos. La puerta comienza a moverse. No hay luz, pero hay fuego que alumbra lo mundano y arroja, lumbre que desgaja al velo.    Las garras se hunden en mi piel áspera. Todo es sangre y fuego y extrañas criaturas. Ya no hay placer, solo silencio…     La puerta se ha cerrado junto con su gran cerrojo tintineando.

Olvidada soledad

Soledad reencontrada entre ramos que fui cosechando. La ventisca ya no trae tu recuerdo. Soy uno con mi soledad. Me siento suelto en un vacío cayendo sin saber cuándo tocaré el fondo de lo antes vivido. Las rocas de gran filo me esperan. El oleaje lleva cierto odio. La oscuridad conserva tu ausencia. La caída lleva mi nombre. El olvido lleva el tuyo. El dolor lo llevaré siempre con cada recuerdo, con cada membranza y con cada añoranza de no saber de ti nada más. Siempre fueron máscaras las que tú mediste. Mientras yo te daba el corazón. Un corazón que saboreaste, manipulaste y lo desangraste a tu antojo y con tanta malicia. Nunca sospeché de tus deseos. Ahora caigo mientras te miro en la superficie del pozo. Sonríes sobre mis pupilas que están roídas en llanto. Un llanto de lamentos, y un llanto de reencuentro. En reencuentro y en caída con mi olvidada soledad.

La noche es testigo

Siniestro que acobija tu rostro. Entre lápidas aguarda tu mirada. Espectro de disturbios insanos. La noche es tu vaivén, la luna es tu resguardo. Me acechas con murmullos que secuestran mi calma. Aquí no hay deidades solo hay muerte y soledades. Los cráneos suspiran bajos los escombros. Pena tras pena aluden con cada paso. Tus dedos de carroña suscitan un diluvio de sepulcros. Telarañas diáfanas embargan nuestras caricias. Semen entre epitafios consumen nuestro descaro. Mi falo por fin descansa sobre tu cadera cadavérica. Orgia descarada, los demás cuerpos declaman. Me entrego a ustedes, bellos rezagos de almas. Besos sabor a tierra, caricias insanas, penetraciones improvisadas. Esta noche no hay cruces. Entre oscuridad y gemidos, por fin, la noche es testigo.

Violencia poética

  Sombría lejanía semántica. Disturbio de verborrea perene. Desgaste de adverbios cautivos. Ritual gramático de lo íntimo. Forzada estética por los sentidos. Escarcha asintomática de signos. Rima colérica subversiva. Incomodidad de adjetivos marinados. Cacofonía errática y enquistada. Abusada crítica malinterpretada. Casposa entonación aguda. Inspiración repetitiva dramatizada. Impotente prepotencia arraigada. Bajeza de deidades cautivas. Sintaxis gramatical roída. Vulgaridad textual expuesta. Falsas éticas de interés poético. Fragilidad ante la ausencia de lectura. Lucidez de plástico encarnada. Cuánto Neruda hay en mi Borges. Y hay un exceso de Borges en mi Paz. No soy del siglo de oro ni renacentista. Soy un error de reglas prescritas. Soy la poesía exagerada. Soy la exageración de pretensión. Soy el incrédulo experto. Soy el musgo seco devorado, por esas enaltecidas vacas sagradas. ¡Qué fácil es criticar! Cuando se escribe d

Mi sed te aclama

  Quimera de bastedades líquidas. Enmudeces el deseo de saciedad. En labios que se plasman enfatizas las caricias de sorbos insistentes. La humedad promueve tu existencia. Idea vuelta materia, materia vuelta mil apetencias. Apetencia de sed. Sediento apetito vuelto capricho. Caprichoso objeto de consumo. Consumada voluntad de ser y no ser. Aspiración demencial. Inerte valor de certezas. Certezas inciertas que asumo en tu rabiosa geometría lúcida. Vaga y frágil ambigüedad es la potencia de hallarte vuelto añicos en la homicida tarea de apreciarte como arte. Aguardas un tifón adentro. Entre tus aposentos resguardas una lánguida bienvenida que activa mi más íntimo apetito. Activas el humo que arranca hacia terrenos acuosos bien deseados y apetitosos. En mis manos resguardas un corazón y una marca que abarca y se plasma en tu esencia vuelta objeto. Mi sed te aclama en este vaivén de hallarme siempre incompleto.

Ya no hay mañanas felices

Renacimiento fausto en tus labios despotricados. Más la sombra llena de lumbre que agazapa en tu frágil regazo, tan provisto de incertidumbres. Ya no hay mañanas felices. Ahora reina la noche frívola. Vuelvo a la amarga soledad de donde nunca debí salir. Me he vuelto un río de cicatrices. Un volcán lleno de suspiros. Un bosque vuelto cenizas. Me rio de mis desvaríos. Llevo la tristeza en la sonrisa. Más la brisa que me trae tu agonía. Tu ausencia pesa en demasía. Y mi latido se ha vuelto más liviano. ¡Qué suerte la mía! Perdí lo que mas amaba para volar sin cadenas en el brillo de la luna. Y es que la noche es testigo de mis mejillas húmedas. Y mi corazón también atestigua que en su ritmo solo suenan tiernas melodías enmudecidas.

Amor cacofónico

Son insuficientes los latidos que borbotean bien asistidos. Más los pechos desvalidos entre ojos, lastimosamente caídos más los bailes encarecidos y desvividos.   El sudor no comprende nuestro rito candente. Frente a frente, eternamente convergente alejados de la gente nos besamos complacientemente.   Caemos en cuenta que la noche trascurre lenta sin penetración violenta entre marejadas que nadie afrenta frente a una fogata que calienta a la palabra sangrienta que asienta exenta cada rubor que nadie orienta.     Entre lamidas y caricias vamos forzando rimas sin angustias amándonos sin tarimas sin excusas sin pelusas y sin blusas me amas, me abrazas, me besas, me callas, me suplicas que grite sin penas entre condenas, te aferras sin faldas a mis piernas.   Entre dama y dama no hay drama y nadie nos aclama. Deshacemos la cama sin calma nuestra vida se empalma en cada alma humildes y sin fama.   Caemos en un risco de nuestro amor lésbico con ahínco un tanto turístico y sin dolor físico; m