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Felicidades

  Me exijo delirios que ya no me pertenecen. Bailan, caminan, al parecer no me obedecen. ¿Quién soy yo realmente? ¿En quién me he convertido? Ya que me desconozco a mí mismo. Me he convertido en alguien que dejé ser hace mucho tiempo, sin impedírselo, lo dejé ganar, así, sin más. Pero, ¿cuándo dejé de ser yo? ¿En qué momento llegué a ser ese yo? O tal vez, nunca he sido yo realmente. Me he vuelto un cúmulo de descomposturas recientemente. ¿En dónde puedo cambiar mis piezas rotas? Salgo a la calle y todo me molesta. Las falsas apariencias, las disimuladas cortesías, los ruidos constantes más la palabra ignorante. La gente tiene prisa, prisa por aumentar otro cero a su estupidez. Mis intentos de socializar se vuelven absurdos. ¡Qué ganas de volverme introvertido fielmente sin decir palabra alguna frente a la ajena monotonía repetitiva! Devolver saludos o sonrisas se ha vuelto una tortura para mí en el teatro que ellos no ven pero en el cual se desenvuelven neciamente con el personaje que

Se incrustan las palabras

  Se incrustan las palabras en grandes pergaminos donde yacen letras pintadas por besos que saben a tinta. La palabra estaba escrita y dignificada de algún modo en forma de la más bella y cautelosa poesía. Contenía un poema que me envolvía y me crucificaba. Se alzaba alto en su fatídico vuelo de alas rotas. Caería constantemente arrastrándose de manera suave bajo la niebla blancuzca. Sería un poema en el cual las grietas se van haciendo más largas y más gruesas, un tanto aparatosas retumbando ante la mirada tierna del niño que no mira más allá. Y que solo presencia un paisaje derrumbándose sobre mi frágil y triste pecho. Quién diría; mi corazón vuelto poema más la piel vuelta lienzo ante el recorrido de tus muy delgados y transparentes labios, que no gastan su tiempo en pronunciar mi nombre, sino más bien, en deshacerme completamente en la nada desconocida, que muere de manera lenta y precisa en cada caricia que no me pronuncia pero que me inmortaliza. Se esparce el beneficio de tu can

Embarcaciones a la deriva

Unieron de manera íntima sus dos cuerpos prófugos para certificar su convalecencia frente a frente y torso a torso. Uniendo así, poco a poco sus múltiples y más perdidos momentos de amarga ausencia. Llamada fúnebre y alentadora que otorga y propicia el silencio de sus bocas. Bocas que otorgan suspiros en la madrugada quieta. Donde se van afilando rincón a rincón la calma de sus alas rotas.   Se esparce la ceniza oscura quebrantando cada alma seca entre la sensatez y la locura que promueven con cada caricia. Sin temor y sin premura se van agotando las horas de su hambre exquisita.   Son dos almas viejas que en su juventud descarrilada alguna vez se bebieron mutuamente y de manera intensa.   Ambas manos van recorriendo las grietas que el tiempo a puesto. Se van agotando los suspiros. Sus corazones ya no tiemblan, ya no palpitan.   Se terminaron el uno al otro. Ya no hubo más caricias. Solo dos cadáveres secos.

Gotas de té

  Sostenía entre sus delicados dedos un lápiz marcado por sus propias huellas dentales. Devoraba cada párrafo a una velocidad bestial mientras se ajustaba de vez en vez los anteojos manchados por sus dedos grasientos. Se encontraba rodeada de edificios construidos a base de libros viejos y de buen grosor. Se asomaban ligeramente sus cabellos torcidos y sin ningún rastro del paso de algún peine. El sonido de las páginas pasar y, el masticar de los lápices circundaban en sintonía. Y ahí estaba, la frase por la cual estaba esperando hace mucho tiempo: «El amor es una batalla para ganar el cielo del otro». Salvaje y llena de alaridos fue su exclamación al subrayar aquella frase con el ya muy mordido lápiz de color amarillo. Abrió sus ojos a su máxima capacidad mientras su cara se tornaba pálida como manzana; fresca y rojiza. Cerraría por fin el arrollo de libros que la rodeaban y derrumbaría con violencia aquellas estructuras arquitectónicas hechas de tinta y papel. Abrió su ventanal grand

Sonrisas frágiles

Distraigo mi malestar en bellos y vagos instantes. Cavilo en la memoria boscosa de aquellas imágenes borrosas. Ahí, y por un breve momento, apareces cálida, apareces tierna. Brillas entre recuerdos grises. Y es que me he dado cuenta, que he estado realmente solo desde el día de tu muerte. Eras todo y ahora nada. Eras risa en mi sonrisa. Ahora eres melancolía en mi brutal pero agonizante llanto. Escribo desde la soledad. Y en ella me resguardo, es momento de dejar de sentir. El odio y la felicidad ya no se sienten naturales. Se sienten desechados en mí. Vacío…, me siento vacío. Es momento de callar. Observar y aprender. Aprender de cada situación. El silencio me dará respuestas. El sonido de conversaciones de personas tontas también aclarará mi mente reflexiva. La prisa de entes que solo quieren dinero también me enriquecerá a no aspirar a ello fervientemente. Al parecer soy un ser triste que denota dar sus última

Suenan las campanas

Se resbalan las campanas en dos cuerpos que se empalman. Mientras, tiemblan las vírgenes guardadas por debajo del camastro que aguarda.   Se desgarra la piel expuesta entre el cantar agónico de feligreses entusiastas. Las suplicas de llantos mudos convalecen entre apretados nudos. Ruedan las campanas entre el tumulto de llantos que suplican rezos al alba. Caen las campanas y retumban en cuerpos que no se mueven. Nadie canta y nadie quiere ver. Suenan las campanas en aquel negro atardecer. Nadie canta y nadie quiere ver. Cuerpos en vida han suplicado por no ser. Soplan las campanas en cientos de ataúdes de madera. Madera vieja, madera apostillada, madera improvisada. Se oxidan las campanas ante el inoportuno deseo de tantas muertes conquistadas. Almas secas, corazones de humo. Convalecen entre grietas de lágrimas que no avanzan debido al barullo. Un barullo melancólico que se tuerce al repicar las campanas. Campanas

Aturdida

Cae el ave aturdida, anhelando el vuelo quitado. Sin razón, sin sentido; cae el ave aturdida. Agoniza en el suelo donde socaba sus lágrimas. Llanto hundido. Un llanto que perece en la niebla de granito. Sus bellas plumas se desvanecen frente al desinterés de la vida. El ave ya no canta, pero se pregunta: ¿Por qué ya no vuelo? Si nací para volar. Nací para rosar los rayos del sol, y refrescarme en el dulce viento. Poco a poco se van acabando sus latidos. Su intento de volar se ha esfumado. Se siente reflexiva. Se siente enfurecida. Se repite una y otra vez: ¿Por qué ya no vuelo? Si era un ave viva, alegre. Si cumplía con mi propósito, el de volar, volar cada vez más alto. Volaba feliz y sin lamentos. Amaba volar. ¿Qué haré ahora? ¿Por qué ya no vuelo? Y la vida le respondió: Porque se ha acabado… Se ha acabado el viento para ti. ¿Por qué ya no vuelas? Pues para que más aves vuelen. El ciclo es repetitivo. Nacen, v

Cada quien piensa desde su propio narcisismo

  Cuánto desinterés permea en una mente que ha decidido colaborar desde los sentidos y basar así la realidad que se le presenta como un mero hecho categórico de lo material. Juzgando así todo lo que se le representa como algo ya dado. Cuánta necedad por embellecer lo que por orden natural no conoce o, no es propio de lo que el humano llama bello o feo. Cada quien piensa desde su propio narcisismo. “Esto es así porque yo lo creo así”. Creer, ¿por qué creemos? Cuando una persona llama la atención en público por su atuendo, peinado, personalidad, etcétera. No se trata de un hecho “original” en sí. Sino, más bien de un cúmulo de copias apropiadas del un mundo que se le presenta, o en el caso de los narcisistas, de sus figuras o ídolos a perseguir. “Mira ese corte de cabello”: Ideología. “Así luce una persona de bien”: Ideología. “¡Qué extrovertido eres!”: Ideología. Comportarme como los demás para no aislarme de la experiencia de la vida del consumidor. Consumir, “bella” palabra. «Si el ot

Notas al aire

Las velas no cesan en encender tu nombre al viento. Me levanto aturdido. Cae la noche diáfana, suspiro; caigo rendido. Notas salvajes: Chelos, violines, percusiones al aire. La ceniza del cigarro se desploma entre farsantes. Vuelo tendido el de tus manos y mis manos. Ensimismadas al llanto. Llanto puro y agonizante. Las partituras estallan en truenos y notas que callan en un suicidio elegante. Música ven y abrázame. Vayámonos cantando. Ya que los que hoy aplauden: son mudos, son sordos. Es diferente su sentir. Ya no hay nada qué demostrar. El cansancio es absoluto. La sonrisa absurda. Entre nota y nota se van desgastando las palabras. Palabras que no se ven; pero que lloran y gritan. He quedado absorto. Mis dedos suplican silencio. Entre arpegios y trastes nos vamos haciendo sucios y arrogantes. El silencio sepulta, el tamborileo de nuestros corazones. Corazones rotos, corazones humeantes. Hoy la muerte q

¡Qué hastío competir!

Las esperanzas mueren como ángeles caídos. ¿Dios? Solo observa sin inmutarse, yacen desvalidos.   Las dolencias de mi alma ya no tienen cura. Mi alegría se ha vuelto mito. Y la realidad, empapa mi amargura. La dolencia de mis latidos, erosiona en tormentos, quebrantan sin sentido uno a uno mis más anhelados suplicios. Me siento en mil pedazos que descansan en el asiento de mi soledad visible que hoy no llora pero revive. Ruega por un descanso que la prisa de la vida no entiende. ¡Qué ironía! Tratar de subir dos pasos y caer cuarenta. ¿Por qué? Por qué las malas personas pueden aparentar mejor su muy repentina felicidad. ¡Qué hastió competir! Pasen todos, los dejo ganar. Mi espíritu se quebranta. Lo siento cada vez más roto. Me consideraba extrovertido. Quería intentar ser como los demás. No pude: caí y me rompí en mil pedazos. Siento que es un nuevo comenzar. Donde ahora sea introvertido. No más anhelar. Deja

¿Por qué leer a un pesimista?

  ¿Por qué leer a un pesimista? Porque es leer la historia de un perdedor consumado en derrotas anheladas. ¿Por qué se le atribuyen los números y la memorización a la propia inteligencia humana? El que tiene más cantidad numérica de puntaje es “más inteligente”, “más apto”. Es como si emprendiéramos la tarea de cocinar para alguien más, y este comensal al terminar de degustar la comida que preparamos dijera: «no me gustó mucho tu platillo, te otorgo la inteligente cantidad de seis a tu comida». Si existiese un nuevo y moderno capitalismo dirigido a las artes y humanidades. Muchas personas tendrían la tendencia a dirigir su principal atención a estas áreas del conocimiento tan rezagadas por oficios que solo tienden hacia un beneficio alto de dinero. Pero no quiero desviarme de mi pregunta inicial. Soy un pesimista, soy un cúmulo de derrotas andante. Y es que podría ir un poco más a fondo analizando el por qué creo que he sido derrotado o vivo en la derrota constante. ¿Cómo es que este m

Cuántos diluvios soy capaz de soportar

Hoy recuerdo, la textura de tus labios que lucen más lejanos. En complacencia con el tiempo, carece de sentido anhelarlos. Profana ilusión de verte. Nunca has estado, pero parece que te alejas más de mí. Cuántos diluvios soy capaz de soportar. Me he vuelto tolerante a la soledad. Soledad que tolera mis bastas soledades profanas. Qué sentido tiene escribirte, ya que nos dirigimos a la nada. Letras que anhelan desvanecerse en tu nula incomprensión de alguna vez intentar entenderme. Me dijeron que era especial, y…, me la creí. Vaya sentimiento absurdo. Voy colocando palabras sin pulso fijo, desganado. Siento que llueve para mis adentros en plena mañana soleada, donde las aves cantan y mi corazón enmudece de hastío. ¿Por qué? La naturaleza nunca calla. Comparados con ella en su sonido eterno ¿somos especiales? Tal vez sí. Nosotros tan humanos, absurdos, quejosos. Llegamos al mundo llorando, gritando, pataleando. Co