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Soy el deseo de la vida

Soy el cuerpo que se asoma de vez en vez sobre la tierra. Soy los huesos que brotan, combinados con piel pútrida.   Soy un nombre vuelto piedra. Soy el tiempo detenido e interrumpido. Soy ahora un eterno olvido.   Renuente y acorralado, la tierra no comprende. Mis ganas de volver, mis ganas de sentir la vida.   Donde antes hubo ojos, ahora solo hay carne carcomida. Mirada oscura llena de maleza. Desquicio frívolo de la naturaleza.   Soy el deseo de la vida. ¿Por qué la muerte es eterna? Extraño sentir mis latidos, ahora solo escucho a la tierra.   Siento que ya no siento nada, más solo siento la muerte. Siento las raíces de otros cuerpos. Pronto dejaré de ser olvido para hallarme frente a la nada.

Efusiva necedad

Ser la barbarie ideológica, consumada e interpelada, entre agonías enredadas sobre despojos revelados.   Temida es mi palabra y emergente la huida, en ojos que no quieren ver y en bocas que gritan ruinas.   El vulgo nunca entiende; solo quiere entretenerse. El verso bien calculado, y la rima bien pensada.   Soy la agonía simple, la que nadie quiere mirar. Soy la efusiva necedad que escribe y no se cansa.   Que alza sus letras aunque nadie las quiera tomar. Soy un poeta desubicado en la cruel y adictiva modernidad.   La soledad se ha vuelto mi alimento, mi veneno. Ya no hay nada que apreciar. Yo moriré, junto con mis poemas, anhelando que, a mi poesía, alguien y algún día la ha de mirar.

Apelar a Dios

La intención de verte. Sentir el vacío. Intención de sentirte. Sentir tu inexistencia. Inapetente apetito. Sentimiento fugaz. Conmoción en delirios. Rasgar el divino velo. Divinidad oscura. Divina restauración. Apelar a tu existencia. Hallarme sordo; solitario. Hablar a la nada. No hay ecos. No hay resonancias. No hay quién responda. Impugnación de lo Santo. Resolución infernal. Anulación de mis pecados. Injustas sentencias. Enmienda existencial. Incongruente devoción. Discurso inapetente. Apelación injusta. ¡Déjame verte! No hay replicas. Nula revelación épica. Santo calvario asestado. Apelación rigurosa, apelación desventajosa. Arrepentimiento divino. ¡Ven, ya no tardes, Dios! A esta devota intervención. ¡Soy tu sangre! ¡Soy tu cuerpo! ¡Soy tu eterna alucinación!

Existencia

Me he transformado: En la perdurable constipación. En la desnudez de un capricho. En el impúdico desatino no fatuo. En danzas de mareas infames. En un acierto malamente asestado.   Ambiciono ser: El aleteo insistente de un cisne. La ola que se disuelve en la arena. La sonrisa del viejo al despedirse. El viento que atraviesa los árboles. El silbido del ave comunicándose.     Ya no concurro: La nota musical justamente afinada. En la razón acertada e incomunicada. En el habla falaz y llena de impertinencia. En el desdén de llamar la atención. En salvaguardar los destrozos vividos.   Mi vocación: Un tesoro arrinconado. La memoria fugaz. El libro desgastado. La lágrima invisible. La pluma danzando. El sentimiento lúcido. El desgarre acechando.   El vaivén escrito. El Ser acorralado.

Seamos poesía

Ser la palabra que nadie omita. Ser el lenguaje reaparecido. Volver a profesar en palabras, ya sean bien desconcertadas tanto como mal preparadas. Buscar la eternidad en la fiereza.   Lo eterno no está en la partida; yace envuelto en la palabra escrita. En esa organización conocedora, ejecutada a lo visible, al ensueño de hallarnos vivaces en juramentos.   Soñar que la palabra vive dentro, esperando, en nosotros, latiendo. Que algo vive y vive en párrafos. Ser ejecutor de lenguaje manifiesto.   Recordar y rasgar lo pertinaz que es lo que representa el punto. En la continuidad y quietud de la coma. Sentir la poesía bailando que brota.     Escribir, volar, soñar, sentir. Sentir que la vida es poesía, tanto alegre como amarga; rota.   De la tristeza y el error se aprende. Y que de nuestros corazones broten los latidos perpetuos en desorden.     Seamos versos que se besan. No seamos números, seamos pronunciaciones. Seamos im

Dejar de ser sombra

La sombra cruje. La sombra no mira, la sombra apuñala. Siembra odio de sobra.   La sombra siembra asombros de sombras sombrías de asombros en sobras sembradas por sombras que no miran.   La sombra ríe, la sombra perjura, la sombra inquieta, la sombra quema. Quema la sombra quieta. Entre hilos de sombras, la sombra también ahorca.   El día se ha vuelto sombra. Y la sombra ilumina la noche. La sombra no se queda quieta, se mueve en su baile de sombras la sombra yace inquieta.   La sombra me acompaña. La sombra me aísla. La sombra ilusiona. La sombra abandona.   Ríe, cruel y tierna sombra. Mientras puedas, ríe. Que tu sombra no me asombra. Sobran las sombras contigo. Pero cuando yo me muera. Tu sombra dejará de ser sombra y tu sombra se irá conmigo.

Encontrarme

Soy un fósforo que se  enciende frente a la curvatura de tu ausencia. Áspero, rugoso y lleno de fricción, ante el oxígeno de la prudencia. Ambiciosas fueron mis intenciones. Incandescentes mis compresiones. Tenue y llana es mi abstinencia. Colocada frente al prudente vacío. Ruines fueron mis exhalaciones y desbocadas nuestras aspiraciones. Nos convertimos en fieles lamentos. Nuestros sueños ya no simpatizan. Nuestros suspiros ya no se ruegan. A mí me toca vagar en vastedad. A ti te toca conocer a alguien más. De manera frívola y superficial. Yo anhelo conocer mi intimidad. Saborear de nuevo mi esencia. Degustar de nuevo mi presencia. Ya no anhelar más mi ausencia. Encontrarme… Ser lo que dejé de ser. Amar lo que dejé de amar. Vivir lo que dejé de vivir. Apreciar lo que dejé de apreciar. Buscar lo que dejé de buscar. Encontrarme… en esa vastedad de vivencias. ¡Quiero llorar y reír! Pero más llorar y al final: Encontrarme y hall

Eternos ausentes

Claros son tus ojos verdes. Pétalos son tus labios tenues. Rubia es tu cabellera solemne. Radiante y pulcra es tu sonrisa sonriente. En tus caderas yacen mis múltiples vaivenes. Tus piernas simulan ser grandes y largos tallos violáceos. En tus mejillas busco los más vírgenes y rojizos atardeceres.   En tus manos encuentro mi más mundana y retrograda desnudez. Son telares nuestros pulsos. Son vibrantes tus murmullos. Tierna es tu razón de ser, de mirarme, de contemplarme. En un fugaz desvarío nos convertimos. ¡Qué audaces! ¡Qué tiernos! ¡Qué ingenuos! ¡Qué complacientes! ¡Qué dicha es tener tu mente! Entre arañazos nos amamos. Entre besos nos reclamamos. Somos melancolía presente. Somos los eternos ausentes.

¿Cuándo seré poesía?

  Siempre habrá la crítica siniestra hacia esta poesía sintiente y sincera. Debería ser más oscura, más profunda, más oscura, más honesta, más soberbia, más oscura más intensa, más austera, más oscura, más completa. Alcanzar la trascendencia. Raspar la divinidad prófuga. Llegar a lo metafísico, más allá. Romper los cánones impuestos. Llegar a los oídos de todos. Ser lo que trasgreda la esencia. Martillo que rompa conciencias. ¿Y qué hay de mí? ¿Cuándo seré poesía?

Deseos

Un corazón que me desnude las palabras. Un río que empalme nuestras manos. Una selva que comulgue nuestras batallas. Un desierto que propicie nuestros espejismos. Un lago que sea dueño de nuestra devoción. Una pirámide que sea testigo de nuestro tesoro. Una Polis que decrete nuestras indulgencias. Una nube que enaltezca nuestra imaginación. Una palmera que ruja junto al viento de amor. Una ola que arrastre nuestros pecados. Un diluvio que provoque mil desastres. Un huracán que indique nuestras tempestades. Un arcoíris que atestigüe nuestra fiel calma. Una civilización que ordene nuestras pujanzas. Una religión contenta y resuelta de agobios. Un cementerio testigo de nuestro amor eterno. 

Palabra injusta

¡Qué injusta, la palabra! ¡Que no alcanza al pecho donde vaga el alma! Injusta es la hora marcada; la que brota en pulsos, deshonesta y mal lograda.   Palabra pálida, deslumbrada… vuelta injustamente injusta. Destartalada se asoma y un tanto atolondrada, ya casi como si no deambulara nada.   Aire injusto donde promulgas tu basto busto de canalladas. ¡Qué injusta es la voz que callas!   ¡Ese maldito silencio que propagas!   Y es que tú haces sombra la palabra. Sombra quieta que falsea y comulga destellos de palabras viles e injustas.   Justicia justa abnegada y desalentada yacen tus gestos vacíos de palabras desdichadas.   ¡Qué sombras tan injustas que nadie habla!

Danza, bailarina, danza

Danza, bailarina, danza. Santifica tus pecados en arabesque. Arduo es tu desgaste de punta y talón.   La danza, el baile, tu gestión de allérgo.   Tus párvulos gestos desembocados. Tu sonrisa asíncrona y obligatoria. Tu vestuario de racimos coloridos. Tu ritmo arrítmico entre sincronías.   La atención es tu vocación. Solución para tus males mitómanos. Tu desgaste es el esfuerzo recompensado en cientos de aplausos que, olvidarán tu rostro, tus pasos, tu nombre…   Danza, bailarina, danza. Promueve esa sonrisa tierna y franca. Deslumbra al indiferente desembocado. Ajusta el metrónomo de sus aspiraciones.   Temprano y sin tardanzas, la demolición prófuga de tu firmeza, entre andanzas y vestuarios te calzas.   Te vuelves eterna, te vuelves fraterna.   La agitación es tu alimento. Tu contemplación son mis favores. Te vuelves presa de pensamientos. Aquellos; los eróticos y seductores.   Anda, danza, anda. Me agitas, me enciendes,

La larga luz de contemplarse

La larga luz de contemplarse. Hallarse marea frente a la piedra. Revelación divina, constelación constante de un pulso que navega, sobre un telar de estrellas, cruzan un billón de constelaciones bellas.   Somos ruines en la templanza. Ser lo que no somos para no ser. Deambulación fatídica de egos. Catapultas que derriban el Télos.   Degradación profana de los sentidos. El derrumbe es nuestro destino. Masa pensante que se contempla. Somos un Aquiles en mil talones.   Embriagados de conocimientos que se borrarán tras la muerte. Muerte que nos mira fijo, muerte, que nos contempla desmesuradamente.   Somos los huesos roídos que caminan.   Somos testigos de lo divino, que desafortunadamente no nos salva. Heridas que sanan frente al fuego. Fuego que nos hará cenizas. Cenizas que algún día serán parte del todo y de la nada vacía. Vacío que volverá a dar vida. Nueva vida de comienzos. Vuelve a comenzar: La larga luz de contemplars

Artificio despiadado

Deseoso de silencio, así, perspicaz y discreto.    Aborrecible tormento, más, la renuente astucia callada.   La noche parece ahogada entre lamentos desatendidos. Ni tú llamas, ni mi orgullo aclama. Somos dos tristezas ofendidas.   Ajenos nos volvimos, como dos piedras cayendo en un barranco visto por sordos. Los diálogos se volvieron ajenos.   Nos encanta respetarnos y dejarnos en el olvido. Un olvido respetuoso, siniestro. Nos convertimos en aquellos, en los amigos propensos. Dispuestos a no ir más allá.   Me siento cansado, sin alas.   Cansado de fingir la mala amargura. Cansado de migajas de amor. ¡Quiero la carne enaltecida! ¡Quiero las caricias desvividas!   ¡¿En qué momento?! La vida se volvió despecho. Mis pasos, ahora son tormentos. Mi alma, ahora se siente tersa.   Mis suspiros están cargados de lágrimas, como balas que agonizan, y que disparan entre cornisas.   Tu amor era un navío sin piloto. Me instal

Mar negro

Racimos diluidos en un mar negro,   más los embrollos fortuitos de armas.    El alba ebria de cientos de olas negras.   Búsqueda de una sombra en lo eterno.     La piedra ha sido arrojada… La herida se va haciendo más profunda; más expuesta, más ensangrentada... Las voces desaparecen en mi garganta.   Un sueño que nunca se dio. Una realidad consumada en sueños. Lúcida sensación de pestilencia, sumida en barcos que no navegan.   La gran serpiente esparce su veneno. El cielo comienza a desgarrarse. Tus caricias lucen más lejanas. El adiós de un cuerpo difuminado.   Las criaturas marinas me abrazan. La superficie se va tornando borrosa. Los dientes como cuchillos se hunden, sobre un cuello que nunca se posó en ti.   No hubo discursos, no hubo palabras. Solo una tierna mirada que volteaba. Solo un suspiro de mil encuentros. Encuentros de tesoros sobre el mar.   ¿Mi error...? Enamorarme de un pirata.