¿Quién quiere ser amigo de un poeta?
¿Quién quisiera ser amigo de un poeta? Si nadie le comprende, nadie le interroga. Le dejan vagar aislado, un tanto ignorado y arrinconado en la mala memoria colectiva de la insipiente sociedad que, poco a poco, lo van dejando de leer de manera un tanto frívola, como si fuera un orgullo no inmiscuirse en asuntos de poetas; tan vivos como tan muertos. ¿Quién quiere estar con un poeta? Si este constantemente exagera su visión del mundo y lo que le rodea. Y es que los poetas tienen voces de profetas, ¿quién quiere convivir de manera repetida con profecías dichas a diestra y siniestra? Los poetas no son normales, son extremadamente sensibles, sienten el croar de una hoja seca romperse en su caída mientras la arremete el viento, convirtiéndola en pedazos de multiplicidad fuera de su unidad per sé en el inmenso y diminuto cosmos. Los poetas se aprovechan de la tristeza al máximo, y pueden faltarle al respeto a la muerte y la muerte puede verse comprometida tras los juramentos de los poetas.