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Incompetente

Incompetente pedazo de tierra. Incompetentes batallas… Incompetente tierra marchita. Incompetente fiera que agoniza.   Incompetente trueque… Incompetente vacío económico. Incompetente industrialización. Incompetente mercado inexistente.   Incompetentes guerras y bombas. Incompetente paz temporal. Incompetentes estatuas simbólicas. Incompetente modernización.   Incompetente existencialismo. Incompetente locura urbanizada. Incompetente derroche de materialismo. Incompetente marxismo idealizado.   Incompetente capitalismo. Incompetente sociedad líquida. Incompetente espiritualismo. Incompetentes redes sociales.   Incompetente inteligencia artificial. Incompetentes ordenadores cuánticos. Incompetente humanidad… Incompetentes…   J. N. R.

Ángel caído

Y de un pétalo caído nació la ceguera esperanzadora, como cámara lenta, como si bailaran en el aire plumas de ángel desfallecido. Marchitos ahora persisten sus vuelos oníricos. El humo del cigarro opaca a la orquesta de mis pestañeos tercos. La sangre burbujea desde su cuerpo mítico; pero solo puedo percibirla en colores monocromáticos: un gran lago negro se expande debajo de sus rizos grises. Sospecho de todo, del pasto negro, y hasta de la santa muerte. Las ramas de los árboles han comenzado a sangrar; por cada hoja desprendida en la superficie, por cada nube atravesada sobre el cielo fúnebre, por cada agonía disuelta al ya no sentir sus alas completas ante el olor de las almas en pena. Mis zapatos comienzan a sentirse pesados ante el panorama dantesco. Su corazón comienza a martillar a su pecho de piedra hueco. La lluvia se presenta debajo de sus pupilas fijas. Los demás ángeles solo aprecian en un suspiro callado que parece eterno, un tanto suspendido en el tiempo olvidado. Aquí ya

No me alcanza la vida

Una línea, una transparencia, un acuerdo escrito y lleno de palabras. Una armonía viva llena de sentimientos encontrados y fugaces; dentro del gran orbe procedente de lo infinito. ¿Qué será de la vida cuando llegue la nada? Existir se vuelve fundamental ante lo irresoluto. Sentir la tierra bajo nuestros pies. La muerte puede desaparecernos con un simple y veloz zarpazo, o puede quitarnos la vida, debilitada y prolongadamente. ¿Quiénes somos frente al rostro de la muerte? ¿Cómo rogarle por unos minutitos más de vida? ¿Cómo pensar frente a su mirada fija y brillante? Somos nombres repetidos, somos una escala de suspiros que no volverán. Somos la calma de un corazón que palpita sueños de ancestros olvidados. La luz se encaja en nuestros sentidos más próximos en el caminar finito. La luz prospera, la oscuridad nos espera. ¿Vivir la vida de otros, o vivir la vida siendo auténticamente un bosque lleno de imperfecciones míticas y místicas? ¿Qué será de la cacofonía cuando llegue el silencio e

Poeta incierto

Me siento una descripción descalza. Una voz siniestra que se apaga. Mis heridas sangran palabras. Me siento un alma desgastada. Mis libros intoxican mis desdichas. El viento compone mis mejores lágrimas. Las cuerdas del destino se perciben desafinadas. El temblor de mi pulso se siente indefenso ante las hiervas congénitas. El silencio se siente como una orquesta que acecha, que espera, que esmera en concebir mis momentos más privados. Me siento un entramado de versos contaminados que se resbalan sobre las penumbras. Me siento un poeta distante de las masas; pero cercano a tus ojos cerrados. Mis susurros ya no quedan fijos sobre la pared caliza. Las aves me visitan en mis momentos más contemplativos; pero ya no bailan, solo me ven con vacilación. Me siento un surrealismo oscuro, una compaginación de tinieblas mal entramadas. Los globos rojos ya no se inflan como antes con el aire de mi pecho quebradizo. Me siento una bóveda donde guardo los refugios de mis pulsos más cálidos, como si re

Una voz que se ilumina

Una voz que se agacha en un feroz instinto al alba. Se retuercen las emociones con la vibra de aguas diáfanas.   El sol vislumbra las montañas con su terciopelo vivo y fatigado. La textura de la tierra se alza, acechando a mis sentidos murmurando.   Me siento el caminar de una tormenta sobre un puente de ilusiones amargas.   El viento me va quitando rosas. Mi abrigo estorba y me haces falta. Arrastro el cadáver del rocío con sus pétalos débiles y descoloridos.   La espuma del fuego se enaltece en la danza de los árboles complacientes. El barco ha zarpado sin mucha gente. La gente cae, la gente calla, la gente siente.   Los lobos pueden rastrearme en el abrazo de la tiniebla púrpura. Mis huellas son mi sentencia. El cansancio me refresca la frente.   ¿Por qué seguir? ¿Por qué perdurar? Mi tribu ha caído sobre los altares. ¿Por qué la tierra brama? Si mis lágrimas sacuden las flores.   El río arrastra a un cuerpo vencido.

Ira absoluta

  El gato azul corría con suerte, se asomaba su sonrisa por encima del abanico de cartas frente a su rostro peludo y lleno de bigotes. Sus colmillos de oro y plata destellaban de vez en vez, mientras acomodaba sus fichas para apostar lo necesario para ganar la nueva partida en turno. El humo del puro llenaba la atmosfera de cierto misticismo ante los rostros nerviosos de sus oponentes frente a distintas apuestas amenazadoras. Todos develaron sus cartas, en efecto, el gato azul había perdido de nuevo. Ante su enojo, disparó al pecho de sus rivales: la golondrina amarilla caería muerta sobre la mesa de apostar. El gallo rojo se fue de espalda con su silla, dejando sus patas con tatuajes suspendidas en el aire mientras sus plumas compaginaban junto con la neblina de la nicotina. El gato azul ordenó a sus trabajadores que retiraran los cuerpos y los desaparecieran. Ordenó otro vaso de whisky en las rocas. Subió el volumen de la música blues a toda su capacidad. Necesitaba aliviar su ira —e

Hay libros

Hay libros que te llaman, hay libros que te ignoran, hay libros que aguardan, hay libros que te rechazan, hay libros que te buscan desquiciadamente, hay libros que huyen de uno mismo, hay libros ocultos, hay libros a simple vista, hay libros viejos, y hay libros nuevos que se harán viejos. Hay libros de colores, hay libros sin portadas. Hay libros que se empiezan con entusiasmo, y hay libros que se abandonan con tristeza y enojo. Hay libros calculadamente acomodados, hay libros intencionalmente desordenados. Hay libros que huelen bien, hay libros con plagas bacterianas. Hay libros amarillentos, hay libros enteramente rayados. Hay libros efímeros, hay libros que parecen eternos. Hay libros gruesos, hay libros sumamente delgados. Hay libros que demandan concentración absoluta, hay libros que se acaban como el agua escurridiza. Hay libros en la punta de las torres de papel, y hay libros que yacen hasta abajo. Hay libros que saltan, hay libros que nunca se mueven, siempre están quietos. Ha

Silencio desaparecido

Hay más verdades en un corazón roto, que en un corazón enamorado; engañado por la ilusión. La ranura del viento me contagia de ciertas lágrimas, que se quedan fijas en mi interior, aquellas lágrimas que nunca salen, pero guardo permanentemente. Las hojas en el suelo me hacen sentir un mar de olas de disgustos que van y vienen. Me veo en las gotas de lluvia como un recital de silencios. El horizonte no soporta mi desquicio de múltiples suspiros. Quisiera poder volar, salir volando a un desierto donde la arena olvide el aleteo de mis tristezas. Las plantas me proponen un baile de silencios en la oscuridad del paisaje. Mis pulsos se sienten cautelosos, como si mi voz ya no pesara y gritara de manera muda. Los demás se apresuran, todos corren, yo quiero quedarme quieto a contemplar lo simple, apreciar el gran charco que no refleja mi rostro; sino una simple respiración profunda. Las páginas de los libros se sienten más reales que la superficie de mis pies. El humo del café me devuelve a mi

Euforia futbolera

  Es el día domingo en la Ciudad de México y, como es habitual, en la mayoría de las familias mexicanas se hace gala de presencia en los pintorescos colosos mercantiles llamados: tianguis. Simulando a un futbolista profesional en el vestidor del estadio y, a punto de salir a la cancha, me envuelvo en las calcetas más cómodas que encuentro; acompañado de mis zapatos deportivos, mas la camisa de mi equipo de fútbol favorito. Al llegar acompañado de mi padre al tianguis, desenfundo cual espada sedienta de sangre de orco; la bolsa del mercado con su capacidad infinita de verduras, frutas, garnachas, tacos y; una que otra película de clon con poco eco auditivo al ajustarla al idioma de español latino. Nuestra primera parada, es en el puesto de las quesadillas de masa azul; ordenamos y dejamos nuestro pedido encargado, para que posteriormente al culminar nuestro recorrido gastronómico, poder así recoger nuestras quesadillas de hongos, mas las gorditas de chicharrón prensado. Consecuentem

Señora "feminista"

Formal o indirectamente, me han llamado un poeta con exceso de disturbios, complejos mentales, narcisismo, prepotente, ególatra, persistente, lleno de verborrea superficial y mal escrita. La señora “feminista” en su torre de marfil se llena la boca de espuma cuando se entera de que he participado en alguna convocatoria insulsa e indiferente con nuevos escritores que fueron seleccionados para una antología de cuentos neonatos. Sus cuarenta años de escritora le avalan la espuma, hacia los nuevos modos de publicar un cuento personal y de manera independiente. Claro, en sus tiempos todo era diferente, incluso para su cuerpo y gesto desgastado lleno de ojeras infladas. Lo de hoy es llorar frente a la cámara rogando el por qué deben comprar su nueva novela o antología de cuentos en Amazon. Lamento no ser un influencer en Youtube para que alguna editorial pingüinesca me haga firmar mi futura explotación como vendedora de catálogos de Avón. ¿En qué momento se llevó la escritura a mantos terr

Mañana será otra noche

  Tu extraña disposición a quererme de vez en cuando. Tus pinches ganas incoherentes de no pensar más allá del presente nuestro cuando pienso nuestro futuro. La carne se quema, la salsa está lista para servirse desde el molcajete. Tú quieres acuchillarla, yo quiero escribirte un poema mientras le doy un sorbo a mi refresco de mango. Me sirves el taco de bistec de modo indiferente. Tu bigote sudado luce más lacio y brillante de lo normal. Los limones dejan caer cuatro gotas debido a su consistencia de piedras secas en dirección a mi taco humeante. La salsa es de la que no pica, como mis íntimas ganas de llevarte a un pueblo mágico y despojarte de tu delantal gastado. Hoy no soy tu güerita de siempre, hoy tus hijos te ayudan a calentar las tortillas y a cortar los limones secos. Mi insistencia me hace ganarme una cebolla cambray, pero me das la más chiquita, la más cutre. Tu ombligo salido, esta noche de viernes luce más bailarín que de lo de costumbre. Siempre me he preguntado por qué u

Manto rasgado

Flagrante viento acariciado, bajo la espina del árbol muere la constante perversión callada, desplazando al fruto caído.   Es tenue la melodía de aves sincronizando el silencio. La luz se enternece de sombras, sombras que danzan ligeros desvaríos.   La monotonía es distinta junto con la palpitación del olvido. El fuego hierve la sangre enlazada con la áspera piedra cálida.   El lago guarda nuestros apuros de anónimos testigos silenciados. La maleza yace quieta ante el abismo donde el bálsamo cruje de alivio.   La brisa del humo me sabe a partida, la leña cruje rebosante y libertina. Mis pies se hunden en la tierra, llena de abrazadora maleza oscura.   Los insectos no comprenden, solo cantan frente al fuego servido, dado de suspiros airados en llantos. La luna calla frente al manto rasgado.  J. N. R.

La vieja y la oruga

  Érase una vez en un antiguo hospital muy lejano, donde descansaba el cuerpo viejo de la gran Leonora Rosarios; lo de gran, se debía a que en su juventud había sido una luchadora inagotable. Un buen día, Leonora despertó muy temprano, tenía la sensación de que llevaba bastante tiempo dormida. La visión se le aclaraba, permitiéndole observar sus palmas arrugadas de un extraño cansancio que una vida entera podía regalarle a una mujer longeva como ella. La memoria ya no le sería la misma, tenía la impresión de haber echo grandes cosas; pero, no las recordaba del todo. Observó a su alrededor, su cuerpo yacía tendido en una cama llena de colores pasteles. El canto de las aves invadió su ventana dejando al silencio en sosiego. Los rayos del sol apuntaban a una pequeña maseta donde se encontraba un gran rosal que perfumaba toda la habitación. Al percatarse de aquella hermosa flor que danzaba al compás del viento, se dio cuenta de que en sus pequeñas hojas habitaba una oruga de un color lla

Asistencia

  La profesora Rosalba se encontraba tomando lista a sus alumnos en aquella mañana acalorada: «¿Raúl Landeros? Aquí, maestra. ¿Everardo Martínez? Presente. ¿Carla Neruda? Aquí, Miss. ¿Alejandra Orduña? ¿Alejandra Orduña…?» La vista de la maestra se despegó fuera de la lista en dirección hacia sus alumnos. Al levantar la mirada, se encontró encañonada en la sien por un arma corta de 9 mm. —¡Presente, maestra! —respondió Alejandra, pasando asistencia mientras detonaba el arma de fuego. La maestra pudo hacerse algunos cuantos centímetros para atrás por mero reflejo y, voltear su rostro de perfil ligeramente. El disparo ejecutado: se incrustaría en el medio rostro de la maestra Rosalba, mientras chorreaba de una cavidad floreada proveniente de un rostro sin nariz y sin labios. Aquella pequeña niña sacó de su mochila una ouija de madera. La situó de frente a sus compañeros e hizo una pregunta al artefacto: «¿Debo dispararles a mis compañeros?» La respuesta fue un rotundo…, no. La policí

Perversión finita

  La luna se convirtió en un flagelo constante de tu cuerpo enflaquecido y erizado. Repaso aquellos susurros cruzados debajo de nuestra constelación de sábanas interminables. Sobresalían las voluntades por encima de nuestro individualismo preñado de palpitaciones aceleradas. La regadera era nuestro protocolar de suspiros bajo los rayos del agua salpicando a nuestros pómulos rojizos. Las carnes mojadas envueltas en descaradas caricias que aún siento al recordar tu expresión facial envuelta en lujuria. Ahora la tierra te acaricia junto con los gusanos que devoran tu cáscara humana. Reinvierto tristezas de haberme convertido en un obsesionado de tu aliento cálido. Era un adicto a tus mejillas clavadas a las mías mientras el acto de penetración endulzaba a nuestras lenguas bulliciosas. Reparo en mil maneras el discurrir de tu finitud esparcida en un plano terrenal que no me deja tocarte mas. Siento un sismo de perversión sobre mi falo al imaginarte cada noche retorciéndote bajo la luz call

Aniversario líquido

  Nuestro primer aniversario de novios, y no sé cómo, Manuela me ha aguantado todo este tiempo, con todo y bajones y subidones. Hemos estado al borde del colapso de la relación, pero mis torpezas estarían por tener un finiquitado límite. ¿La verdad? No me veía sin ella, mi amada Manuela. Ahí estábamos, primer aniversario, ¿lugar? En la fila para subir a un juego mecánico: la horrible montaña rusa. Mi estomago comenzó a burbujear de manera tenue. Gente, risas, nervios, mi atrevimiento a subirme a esta clase de atracciones, cuando desde niño, tuvieron que bajarme porque mis gritos eran extenuantes y parecían que estaban matando a un niño pequeño en plena subida hacia lo más alto de la montaña rusa. Años más tarde, ahí estaba de nuevo. No debí desayunar ese licuado verde con ingredientes que desconocía, pero que, Manuela sabía que me hacían “bien” , pensaba mientras el rugido de mi panza comenzaba con su gran sacudida telúrica, desde mi duodeno hasta la boca de mi estómago. Nuest

Varados

Yacen los cimientos de tus olas en un descontento goce. Filtrada aguarda la esperanza. Mi realidad realza tu estupidez.   Brota el tedio de mi niñez anhelada. El júbilo de añoranza despierta las lágrimas. Algo se siente persistente. Algo se siente aún más lejano.   Fuimos tan despiadados que los recuerdos ya no tienen forma. Los triángulos ya no parecen triángulos y la luz de sol ya no reconforta.   Varados como barcos yacen nuestros labios. Movedizas como las manos del desierto nuestras miradas callan y ya no gritan.   La piel ya no se siente fresca, tus pechos y mi culo ya no son delirios. La realidad avanza y nos supera. La entropía nos carcome, nos vuelve un desequilibrio, nos vuelve más distantes. ¿En qué momento decidimos regalarnos soledad? ¿En qué momento la aceptamos? Nuestra amada realidad…  J. N. R.

Hay la tierra

¡Hay la tierra, mi tierrita linda! Sobra el pasto sobre las raíces finas. Se rallan las grietas con la luz divina. El agua salpica tus delgadas ruinas.   El atardecer resalta tu resentida risa. Los bordes de gratas semillas brillan. Brilla el campo, brillas tú, brilla la brisa. La tarde con ronroneos se apaga y difumina.   El ocaso de la noche nos contamina de oscuridad santísima como la vida. Las luciérnagas cantan con su luz, luz áspera, luz ruin, luz tiernita.   Tu olor, tu tierra, mi sonrisa. Sobran los arrebatos desbaratados. La tierra cruje junto con la cornisa. La naturaleza vive y nos contamina.   ¡Hay la tierra, mi tierrita linda! J. N. R.

Cada mes

La luz de enero oscurece la tarde de genuino veneno  pulula el destello.  Febrero con su fragancia, atardece y llega marzo. Arrogancia fúnebre de abril, me sostiene mayo y su alomancia. Junio con su capullo, julio con sus guirnaldas. Fúnebre brisa de agosto. Septiembre siempre fiel a su Patria. Octubre tierno y fúnebre; creyente a sus costumbres. Las nubes de noviembre se enaltecen.  Y llega diciembre con su cierre culmen. J. N. R.

Bialaekuenvekuenialadoppo

Mi padre es un puntual coleccionista de antiguos armatostes, me encanta entrar a su habitación cuando él no se encuentra y, contemplar así, la fastuosa cantidad de objetos raros que llega a conseguir en mercados de chácharas. En una de esas riesgosas misiones, al entrar en dicha habitación de reliquias sin avisarle, fue entonces que los pude apreciar: dos tambores africanos muy extraños; de una elegancia primitiva que salpicaban a mis sentidos. Estaban forrados con una extraña piel de animal; de la cual, no tenía noción. Al tocarlos y tratar de darle ritmo a ambos, rugió un trueno desde el cielo gris que se empezaba a formar. No le di importancia, me sentía Tito Puente, con mi arrítmica interpretación sonora en toda la casa. Los días pasaron desde el descubrimiento fugaz de aquellas percusiones que solía tocar cuando mi padre estaba ausente. Sólo vivíamos nosotros dos en casa, mi madre falleció hace seis años y mi hermana se había mudado fuera de la ciudad. Yo cursaría el cuarto seme