¿Es usted un imbécil y no lo sabe?
Nos hemos vuelto una sociedad infantilizada. Somos esos niños que solo quieren tener el juguete más bonito, de moda y asombroso del momento. O el juguete que más queramos por el afán de simplemente tenerlo porque sí. Haciendo alusión a la metáfora del niño berrinchudo que implora por su juguete en el pasillo de niños, dicho esto, reaccionamos a cualquier producto de mercado como ese deseo de conseguir ese “juguete preciado”. Por ende, la etiqueta de sociedad de consumo ya no la portamos en la frente; sino, en nuestra forma de actuar, hablar, en la psique, vestimenta, objetos, marcas, comida, y un grande etcétera. Esto es, porque al sistema de consumo no le interesan las personas maduras, ese cliente que reflexiona y dice que no, que se cuestiona. La razón por encima de los sentidos e impulsos son enemigos de la publicidad. Las personas se adecuan al sistema en turno, de una manera u otra. El sistema capitalista adora al individuo infantilizado, ese que se mueve en el mund