Alma mía
Tener y ser, ser para dejar de ser, en el sufrir para llegar a tener y ser, sin dejar de ser. Compréndeme alma mía, yo no atesoro suspiros que rasgan en mi lejanía, esa de hallarme algún día muerto en vida; pero cosechando mis más sufridas y manchadas alegrías. ¿Quién soy yo? Para exigirte que arrastres un poco el viento en mi rostro pálido que ruega por una mínima brisa de humanidad compartida. Voy componiendo susurros que almacenan tesoros brillantes de lamentos. Lamentos que ya no lamento y lamentaré cuando todo termine. La muerte aqueja sin virtud y sin desmedida. Caen las gotas en un laberinto de promesas rotas. ¿Y quién se va a atrever a suspirar cuando yo al fin ya no esté? ¿Quién va a contemplar las desdichas que el mundo aguarde? Mi más filosófica contemplación corre el riesgo de hallarse absurda en un río absurdo y, un tanto basto. Basto de autores y reglas burdas. Hasta la náusea, tiene nauseas de tantas indecisiones mías. Quisiera unas migajas de esa basta dignidad gnósti