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Televisión

  El arte de colocar palabras en una hoja en blanco, que signifiquen y den coherencia a lo que se lee en cada letra que traspasa entre pupilas de un lector sediento de historias. Es como trazar las líneas en un lienzo, simulando ese pintar de imágenes preconcebidas; desde la mente hacia a la pantalla o el papel físico. Televisión, palabra que te remonta a un objeto. A tu… objeto, que concuerda con tu experiencia de vida y, lo que concibes en relación a dicha figura material. De ti depende cómo es ese televisor. Yo solo pongo la palabra, y tú pones la imaginación; construida a base de recuerdos y presentes que yacen en la memoria de cada individuo.  Y es que las palabras tienen poder cuando se combinan, por ejemplo: Televisión y sexo. Televisión y asesinato. Televisión apagada, totalmente en color negro. Forma y color de una sombra que mira. Que te mira cada vez que apagas el televisor. Esta ahí, aunque no la veas per sé. Televisión y muerte. Lenta y progresiva muerte. Muerte de neurona

¡Hola, me llamo Víctor!

  La congelada mañana asomaba su rostro pálido frente a mi pecho desnudo; mientras el cuchillo de la cocina recién afilado; yacía incrustado en mi hombro izquierdo. Las gotas retumbaban como tambor resonando fuertemente al colisionar directo en la duela de madera vieja al levantarme de la cama. Mis pasos fueron torpes, y fui dejando huella, tras ir dejando pequeñas lagunas de sangre en mi caminar hacia el teléfono para pedir ayuda. Sentía que ya era demasiado tarde para conseguir que alguien me socorriera en mi tremendo despertar. Había sangrado mucho, y no tenía pensado retirarme el instrumento clavado sobre mi cuerpo, que cada vez se sentía más y más punzante. Me armé de valor. Valentía que nunca había sucedido, pero al fin de cuentas, valentía. Me despojé del cuchillo de manera efusiva. El dolor estuvo a nada de provocarme un desmayo que habría sido mortal en esas condiciones de palidez por falta de sangre. Me di cuenta de que no estaba solo en la habitación. Alguien observa toda la

La vida

La muerte espanta a la vida. Y la vida…, se esfuma con la muerte. ¿Quién promulgo esto? La vida se va junto con la muerte en dos caminos separados donde al final se empalman. El delirio de estar vivo, más el desquicio de la nada.   ¿Quién va a recordarme? ¿Quién va olvidarme? ¿Quién me enterrará? ¿Quién me visitará? ¿Quién recordará mis tristezas más puras?   Quién no más, sino la vida que se fue, y nunca volverá. No hay retornos, no hay infiernos. No hay nada… Más solo, la implacable, la impúdica, la que no perdona: la hora marcada.     JNR

Estorbología

  Se desplazan los sentimientos en una sola hoja de papel que no prosperará, indignante, áspera, sentimentalismo vil. Se han corrompido en mí las normas educadas de convivencia en cuanto a denotar mi servilismo de manera sonriente. El cansancio impera en todo mi cuerpo de un ente joven. Cansancio de hablar, cansado de anhelar y de perseguir lo que todos persiguen. Es nulo en mí el sentimiento de aspirar a la originalidad al ser diferente a los demás. Lo único que me une a los demás es el hartazgo de saber que existen entes demasiado ignorantes que se complacen con una vida material y llena de poses y deudas. Cuando llegué al mundo, ya todo estaba hecho, no he aportado nada nuevo a lo que ya se conoce. Simplemente me siento un creador de disgustos constante en el vaivén de soportar al otro en su narcisismo despiadado. Me siento un recuerdo olvidado que camina entre pupilas distantes. Sometido a querer comunicarme con el otro en mi simulado desprecio de tener que convivir en una sociedad

Somos frágiles

Siento en mí y de manera lúcida, cómo se involucra la cosecha del abandono. Y no por parte del otro. Si no el abandono de mi propio yo roto.   Siento realmente la soledad, no la mía, la de los otros. Siento cómo se calla todo; hasta mi corazón… Se van silenciando los relámpagos brillosos. En torno a la tormenta del caos. Cae el telón, mientras miro con desilusión las butacas con grietas.   Ya no hay más visitas que llaman a mi puerta bendita. El líquido rojo resucita brotando dentro de mis venas frías… El show termina con risas ausentes y un tanto anticuadas.   Y es que no quiero dar lástimas, más solo recordar que nadie es ajeno a sentirse triste. Somos humanos, somos animales, y, por tanto: Somos frágiles. Frágiles para amar, para la vida. Frágiles para cualquier momento, en donde todo pueda terminar. Quien evita leer versos tristes. Le huye a la vida y no se haya vivo. La fragilidad no es m

¿Quién quiere ser amigo de un poeta?

  ¿Quién quisiera ser amigo de un poeta? Si nadie le comprende, nadie le interroga. Le dejan vagar aislado, un tanto ignorado y arrinconado en la mala memoria colectiva de la insipiente sociedad que, poco a poco, lo van dejando de leer de manera un tanto frívola, como si fuera un orgullo no inmiscuirse en asuntos de poetas; tan vivos como tan muertos. ¿Quién quiere estar con un poeta? Si este constantemente exagera su visión del mundo y lo que le rodea. Y es que los poetas tienen voces de profetas, ¿quién quiere convivir de manera repetida con profecías dichas a diestra y siniestra? Los poetas no son normales, son extremadamente sensibles, sienten el croar de una hoja seca romperse en su caída mientras la arremete el viento, convirtiéndola en pedazos de multiplicidad fuera de su unidad per sé en el inmenso y diminuto cosmos. Los poetas se aprovechan de la tristeza al máximo, y pueden faltarle al respeto a la muerte y la muerte puede verse comprometida tras los juramentos de los poetas.

JNR

Soy la tímida voz que precede al llanto. Deambulo en la memoria; cruel y olvidadiza. Rompimiento atroz que intercede al canto en un disimulo de victoria; acartonada y lúcida. Baile de siluetas de manos hambrientas. El rico baila y la pobre mendiga. La comida es escasa cuando las balas predominan. Las arrugas se aferran a la mirada cansada. Mi sonrisa es de desgracia. De satisfacción ante el fin. ¿Cuántas palabras vivas podré escribir sinfín? La muerte es gratificante cuando uno no tiene plata. No habrá tumba para mi cuerpo de lata. Pero habrá miles y miles de letras que cantan. De palabras que alguien dijo. De palabras que sean mías. O palabras que sean robadas. Pero ante el plagio y una vida olvidada. En el fondo, sabrás…, que serán mis palabras, mi voz y mis letras. Seré yo, en estas tres letras. Sin puntos, ni comas, pero siempre juntas… JNR   JNR

El silencio grita

¿En dónde está mi cielo? ¡Aquí estaba y ahora no! ¿En dónde depositaron aquellas nubes frescas? Mis nubes blancas, tiernas, grises, negras,   y un tanto grotescas. El atardecer brilla de ausencia por el olvido  de la tarde veraniega. La que te regalé insistentemente. Las aves se han ido. No resistieron la espera. Mi vista ya no descifra nuestros susurros al viento. Se alzan las hojas secas en un torbellino de tinieblas. El silencio grita y la palabra escrita se vuelve sorda. El doctor sostiene mi mano, me comunica: Has perdido la vista.   JNR

El mundo esta enfermo

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  Me siento como un pescado invisible en medio de un lago rodeado de pescadores que fingen pescar y fingen estar hambrientos. ¿Por qué escribir palabras tristes en un mundo donde todos aspiran a ser enteramente felices y a aparentar la felicidad? ¿Cómo será mi muerte? ¿Será pacífica o de manera violenta? ¿Será justa o injusta? ¿Será épica o muy estúpida? ¿Por qué se siente como si todo estuviera mal con las personas? ¿En qué momento nos dividimos tanto? Blancos, negros, ricos, pobres, ignorantes, intelectuales, ateos, religiosos, homosexuales, heterosexuales, mujeres, hombres, etcétera. ¿En qué momento dejamos todos de ser humanos? Incluso, nos creemos más que otros seres vivos: los animales. Los explotamos a nuestro antojo, destruimos ambientes naturales. ¿Por qué actuamos como si tuviéramos otro planeta de reserva? ¿Por qué existen las guerras? ¿Por qué hay personas tan violentas? ¿Por qué existe el narcotráfico todavía? La utopía de un mundo pacífico se percibe cada vez más al mundo

Habitación nocturna

    Una desconocida mano recorre de manera breve el tobillo de mi pie descalzo, —yo no lo percato, permanezco aún dormido—. La dispersa oscuridad abraza por entero la habitación donde prevalece mi inconsciente soledad. El viento acaricia los bordes de las ventanas abiertas; que rechinan en su baile descontrolado. El gato negro del vecino: reluce como testigo expectante desde a fuera, situado y estático en la rama del árbol que se mece junto a la ventisca de la brisa fría. Sus ojos brillan en una tonalidad un tanto amarillezca y rojiza, entre la dispersa niebla. Mis ronquidos retumban en la habitación haciendo un extenso eco en las cuatro paredes; tapizadas de libros que aun no he leído ni leeré. El despertador pinta su numerología como profeta que confirma su sentencia a la hora marcada: las tres en punto de la madrugada. El color de los números rojos empapa con su brillo como ensangrentando mis parpados sellados. La visión de la habitación esparce cierta inquietud ante la inminente

El alma se perturba

El alma se perturba en un constante revolotear. En la gris penumbra constata su inmenso palpitar.   Son eternos los descensos donde emerge ardiente, la llama de los lamentos; fugaz y resplandeciente.   Se hacen uno los recuerdos. El recuerdo de estar vivo y prolongadamente cuerdos en un cuerpo para el olvido.   Son míos los desquicios y muy tuyos los delirios; enjaulados en eternos ríos que proclaman encuentros muy fugaces y desvividos.   Pareciera que el viento ya no afina los suspiros. Entre pisadas que no siento, las nubes callan sus rugidos.   Mías son las noches que se alzan y no callan. Tuyo son los reproches en ruinas que se abalanzan.   Ha caído la luna triste. Entre tus ojos cálidos; fijos. ¿No sé por qué te fuiste? Pero son míos los suspiros.   JNR

Tan llenos de suspiros

Del silencio llegamos y al silencio iremos. Nacimos del comienzo de un tímido pulso, que desgarrado comienza el ritmo de la vida. Al final, ese pulso culmina. La humanidad suspira y entre suspiros nos extinguiremos. No existen los días. La tierra solo gira en un constante estar frente al sol y no estar frente a él sin devoción. Nuestra pequeñez en el cosmos es inmensa e intrigante. Todo en este planeta favoreció para la vida. Y este mismo planeta nos desfavorecerá para nuestra rápida desaparición. No habrá evidencias de nuestra ingenua existencia. No habrá pruebas de nuestra música, nuestro arte, nuestra falsa inteligencia. Nadie sabrá de nuestras guerras ni del amor desvivido. Somos una especie aprisionada en su nido. No hay a dónde ir… No hay escapatoria. Solo queda suspirar en nuestra sola presencia de hallarnos vivos, hallarnos con pulso, y tan llenos de suspiros.   JNR

Piano y escritura

  Siempre he creído que el piano y la escritura: son la misma cosa. Teclas que producen música. Canto textual para los sentidos. Inmensidad enclaustrada en armonías vueltas símbolos. Y es que las pizarras ya no alcanzan a vislumbrar la magnitud en que el artista se desgarra con latidos vueltos palabras y convertidos en notas olvidadas. Las manos en ambas artes, se deslizan con delicadeza, de manera violenta, con afecto, o de manera desvivida en su enérgica ejecución: Un tanto descalabrada. Un tanto armonizada. Y en un tocar las teclas, un tanto veloz y ralentizada. Destreza vuelta belleza, o pericia vuelta desgarre. Tecleo constante, naciente de un palpitar recalcitrante que no sede ante la fácil huida de la muerte incesante. Música para los ojos y música para los oídos. Entre erratas y corchetes. Las palabras van cayendo en empolvadas notas crucificadas, anhelando encantar a lo desencantado en su eterno respirar

Hasta el último pulso

Cómo voy a dejar de escribir si en mi corazón persiste un pulso. Un pulso hecho de tinta, que sube y baja como la marea en el océano. Donde hasta el fondo, destella una luz tenue; que grita insistentemente entre sueño y sueño: ¡Escribe, escribe! ¡Y no lo dejes…! Hasta el último aliento. Hasta el último trazo. Hasta el último pulso. Aunque ya no puedas más; pero, escribe…, sin esperar nada a cambio. Y si te mueres de hambre, aliméntate de letras, de palabra en palabra; pero escribe. ¡Escribe, maldita sea! Con ternura y entre penumbras. Entre agonías o en la tranquilidad. En el silencio de la soledad o entre azotes de puertas, o entre gritos procedentes de inútiles analfabetas. Escribe, ya que tienes dos corazones…, el tuyo y el de tu madre muerta. Escribe con lágrimas o en la dicha Homérica. Escribe inspirándote, que a falta de amistades, se te han otorgado a grandes autoras y autores del pasado. Escribe con

Eternamente mudos

Nuestros rostros van adquiriendo siluetas. Entre desprecios y caricias. Entre insultos y lamentos. Entre mentiras y verdades. Nuestras miradas sabias se van equilibrando   bajo ríos de inseguridades.   La cultura miente, el dinero muerde, y las apariencias se desvanecen.   Ya nadie experimenta a no querer ser como los demás. Ya nadie se lamenta de lucir y aspirar a lo mismo.   Nos hemos vuelto nuevas y malas máscaras. Nos hemos vuelto simpatizantes de lo vacío.   ¿Quiénes somos realmente? La eterna pregunta filosófica. Y he ahí la idea central. Deberíamos volvernos aunque sea por brevedad en cada día a día; un poco más filosóficos.   Deberíamos hacer autorretratos de la manera más seria posible. En lugar de aspirar despertar el deseo ajeno de nuestra superficie. Deberíamos analizarnos seriamente… Ver quiénes somos, en quién nos hemos convertido. Hacia dónde va ese rostro que sonríe o ese rostro sin sonris