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Siento

  Siento que las palabras se me cuelgan por la espalda, como un destino reclamando sus delirios. Los labios se humedecen poco a poco, siento un ligero sabor a sangre, a nostalgia, al pasado que ya no existe, más sólo en la memoria. Siento un cúmulo de recuerdos perdidos que anhelan sen recordados; redescubiertos. El corazón tiembla, la mancha del vino tinto se expande sobre mi pecho blanco, un tanto liso. Siento a las gotas tercas, brillantes en su caminar despierto. El agua acumula mis desfiguros, los alivia un poquito. La ternura de sentirme vivo me abruma frente a la luna llena. Siento como si la luna fuera el corazón gigante de la humanidad, latiendo radiante en la noche donde los suspiros son más profundos, más sinceros. Siento al silencio quieto, esperando a que me duerma para espantarme el sueño. La bastedad del Cosmos me consume en mi cama vacía. Hace mucho tiempo que no siento un abrazo dado en la oscuridad. ¿Por qué sentimos más el dolor que los buenos momentos? Ese dolor de

Vacío

Hoy es martes, son las seis de la mañana, aún sigue siendo enero, se escucha un auto a la lejanía que no quiere disponerse a marchar, el cielo sigue nocturno, las luces de navidad siguen apostadas; llameantes en las viviendas aledañas, el cigarro se disipa, el profesor no contesta mis correos, los canes aúllan ante el sonido de una ambulancia que pasa por la avenida, las noticias comienzan: nada irrelevante, la agonía me aborda, un día más con la intriga de que la vida no avanza, los días se perciben similares; aburridos, algo hace falta… «¿Cuál es mi deber?, ¿cuál es mi propósito?» El aroma de la cafeína anuncia que la taza de café yace lista en la cocina, comienzo a sorber como si fuera un desquiciado adicto, los libros me acompañan, me distraen un poco de la monotonía; pero incluso, a veces las letras se vuelven repetitivas. Busco una serie de televisión para mejorar el silencio de la habitación, ya son tantas, no sé cuál elegir. Todo parece diferente, tan variado, sé que en el fond

Soplo de brisa

Desvanecido permanezco fiel a mi asombro, aquel asombro de hallarme y percibirme frente al espejo, mirar ese rostro que se difumina ante un cúmulo de agotamientos que no tienen nombre, que no tienen palabras… Discuto conmigo acerca del devenir complaciente, que cursa el tiempo ante el vacío que ofrece una existencia que es diminuta y perene. ¿Qué sentido tiene? Mirar lo que no se puede mirar, alcanzar lo inalcanzable, aspirar a lo que no se puede asimilar. Somos un soplo de brisa que nadie admira, que nadie pasa a contemplar… ¿Quiénes somos ante la nada? Me siento un rostro accidental, un destello entre miles de billones de destellos frágiles. La sombra me mira, me espera; sonríe ante mi destino que es la muerte, la sombra, la oscuridad, la nada, aquel vacío cósmico donde ya no hay luz ni materia, ni destellos. Mis ojos comienzan a empañarse, la claridad se vuelve más clara, sin detalles, aprendo a mirar a la oscuridad. Decido engañarme. Me siento perceptivo, como si la naturaleza me h

Silencio eterno

  El Sol me salva bajo tu pecho de plata, saltan los látigos bajo mi eterna cruz. Incandescente cabalgo en un rio de luz. Las lunas en tus senos tibios me bastan.   Como ave silenciosa te deslizas a un manto de sangre bendita y gastada. Las telas blancas se vuelven negras, se vuelven lizas, frente al tumulto de la carne pálida y sagrada.   El rito de nuestros pecados comienza: El cuchillo de oro se alza junto con el agua fresca y en calma, el humo abastece nuestras malezas.   La oscuridad enternece nuestros suspiros, la media luna, de amarillo intenso, nos abraza. Abrazas mi sexo bajo tus ropas húmedas. Cada movimiento tuyo expone la sangre cálida.   Los olores se entrelazan con los líquidos, las pieles se vuelven una sola, una esencia. La vida se nos escapa, pero aterrizamos en lo eterno, en lo infinito, en la esperanza.   Los cadáveres callan frente al alza de la marea. Ya no hay suspiros, ya no hay susurros, ya no hay sudor, ya n

Y la vida nos alcanza

Y la luna calla, y la música toca sus colores, y la luz nos invita a contemplarla, y el bosque deja caer su misticismo, y el azul es distinto, y el amarillo se intensifica, y los personajes danzan, y la pintura se acumula, y los rostros parecen complacidos, y las estrellas se exaltan, y la tierra no parece de este mundo, y el cielo oscuro se vuelve claro, y los amantes se abrazan, y la música vuelve a resonar con colores más brillantes, más intensos, más palpables… Y el fuego nos acobija con su calidez, y los arboles parecen cuidarnos desde las alturas, y las montañas se esconden de la vista para cuidarnos desde el subsuelo, y las historias nos hacen emocionarnos, y las tragedias parecen lejanas, y los animales nos miran con asombro a la distancia, y la luna se consagra en lo alto, y los cuerpos resultan más tibios, más húmedos, y la comida nos consume con sus aromas apetecibles, y el agua enjuaga nuestro paladar de manera distinta, y las aves se guardan para la mañana, y comienzan las

Mar y destino

El mar ya no cursa el destino. Ya sólo rompe el viento a base de poemas y desfiguros. El vino agota junto con las olas a mis delirios danzantes, los más vivos. Brota la espuma roja sobre la piel, que me sabe a sangre, que me sabe a humo. ¡Qué me embriaga el hambre de lo absurdo! El barco se desmorona con cada viento, con cada ola, con la oscuridad que asalta el miedo. El miedo de ahogarme en un mar oscuro. Sopla la briza junto con mi corazón al tierno arrullo de la esperanza, agotándose en un ahogo de certezas, vibrando en la marea etílica de mis apuros. Entre revelaciones y augurios van sonando los arrullos sombríos, que arrasan los alivios, que sopesan los barullos… ¡Ya no hay mar seguro! La marea cesa, pero trae junto con ella una seriedad pura de resaca fresca. Ya no hay promesas, olas, ni mar, ni tifones. Ya sólo queda una botella de vino seca.

Me siento costumbre

Me siento como un río desbordante entre el ser y la nada; complaciente, devoto y tan lleno de espasmos, tiritando sobre redundantes cuestionamientos existenciales. Soy un nombre que no elegí, soy el rostro repetido de generaciones que refrendaron el mismo acto de reproducción evolutiva. ¿Será una simple tristeza o un gran alivio, el que no genere descendencia? Esa será una respuesta para la tierra, para los gusanos, o incluso para mis cenizas. Soy costumbres y anhelos adquiridos, soy un patrón mental adquirido, mamado, absorbido. Lamentable cosecha de actos que me zumban en la frente. Multiplicidad de ronroneos mudos que anhelan ser escuchados. Me convertí en la burla descarada del intelectual de oficina, de aquellos amantes de la apreciación fenomenológica e inducida por sus más teológicos y profundos sentidos. ¿Qué sentido tiene seguirles el paso si conduce a un torrente de ilusorias aguas diáfanas? ¿Por qué sentir su ira, su indiferencia, sus malas costumbres? Yo sólo miro a histori

Momento

¿En qué momento me convertí en un rastreador de mí mismo? Voy cautelosamente persiguiendo huellas ensombrecidas frente a frente ante el abismo absurdo. Soy un cúmulo de contingencias en sucesos de tiempo desvanecido. Vivo en el porvenir de la muerte; que no se aquieta, y se siente viva en mi presente, más la vida que se escapa a delicados susurros. Suspirando y con ansias, voy contando horas, días…, segundos, desdichas, segmentos de mi alma sobre el suelo frío. El fracaso es mi consuelo mientras postergo tu rostro obtuso. Soy ginebra que da valor a tus cabalgatas. La fina percha del atardecer nos embrutece los suspiros. Nos resguarda un colchón viejo que sustituye a las palabras cansadas, aquellos diálogos que no se dicen con la voz, si no con las palmas de las manos y la tristeza de las pupilas húmedas. Me niego a disfrazarme de la decepción ante los sueños de mi infancia ante el porvenir. La sonrisa me aprieta, pareciera que en esta vida me tocó sostener solamente rosas blancas. Sent

Arrebato

Arrebato punzante de espina, destilación egoísta, es mi voz escrita, más espasmos de soledad murmurando, asechando debajo de la neblina fina.   Los pétalos caen lentamente, rojizos, arrugados, con incisivas espinas. Caen junto con el llanto de la epifanía, de aquel triste recuerdo infame.   ¡Qué agonía, qué distanciados! Distanciados de nosotros mismos, de la locura y la alegría de sentir la vida. ¡Qué espanto y qué consuelo!   Revestimiento sombrío acecha mi espalda roída, expuesta, cansada… La soledad es mi arma, un arma que hiere y cura.   Saboreo mi calma oscura frente a la desesperación deprisa. Mi ternura palpa su extinción absoluta. Caerá el telón entre direcciones y rutas, y con el viento cargado de sonrisas.   Caerá sobre un futuro certero, lleno de ausentes suspiros míos. Caerá la espina punzante, y reinarán mis latidos mudos.

DELEITE MUSICAL

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El viento se tornaba álgido e inundado de notas musicales; como si grandes olas salvajes arremetieran contra nuestros sentidos en dirección al  público reluciente y expectante. Ella, brillaba gloriosamente en aquel elegante escenario de músicos. El piano se encontraba en el centro de la escena, la orquesta la rodearía, dejándola ser la principal protagonista de aquella magnífica puesta musical. No era la primera la primera vez que la veía tocar así el piano, todos los presentes a mi alrededor reflejaban rostros de un brutal asombro, yo sólo me limitaba a expresar una disimulada sonrisa, cerrada un tanto sarcástica, fuera de eso, ella tocaba con una enorme pasión como aquel día que la conocí… Su nombre era Sol, cursábamos el sexto año de primaria, yo había llegado de intercambio por cuestiones económicas de colegiatura en mi anterior escuela. Me presentaron a mis nuevos compañeros de salón, aunque pensándolo bien, yo seguro era el bicho raro nuevo que todos veían con un discreto des

HAY UN GATO NEGRO SOBRE LA CAMA

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Hay un gato negro sobre la cama, él no existe, ni yo, pero algo nos une en esta melancolía de fantasía, más la desesperanza que ya nadie atiende sobre mi propio porvenir obtuso. Mis pies y demás cuerpo no responden al movimiento de mi ingenua orden que mi mente proclama frente al suspenso del anochecer voraz y desalmado. El gato yace estancado sobre la frialdad de mis delgadas piernas blancuzcas. Sus brillantes y filosas garras se asoman de vez en vez en cada estiramiento sobre mi cuerpo que ya nadie proclama; por ser la noche de cesación laboral de múltiples enfermeras con experiencia, esta noche solo estarán los novatos que en su eterno anotar no perciben el sonido incesante de sus bolígrafos al apretarlos de manera repetitiva. Esas almas jóvenes que harían cualquier trabajo sucio de otro para poder lograr sus metas monetarias. El movimiento de mi fisonomía se ha suicidado en la existencia vacía de mi ser andante. ¿Cómo ahuyentar al gato negro sin asustarlo y sin hacerle daño algun

Surge el amor

  Surge como brocha andante, mi corazón cobarde, mi escritura inquieta, la efusiva necesidad de sentir tu piel palpando cerca de la mía. ¡La locura se intensifica en mi calma frágil y siniestra! La noche y el día ya no son comunes; son días ansiosos, de alteración constante, de fisuras dentro de lo cotidiano: sonando, crujiendo, raspando… Mi calma no tiene descanso, mi corazón profano corre, brinca y se ejercita de manera intensa. Ruje como bestia arrastrándose entre la tierra seca, con las raíces duras y un tanto movedizas. Mis suspiros se sienten agotados, mi pecho se solidifica en formidables palpitaciones, que se sienten como filosos cuchillos boicoteando mi respiración tranquila. Soy testigo de mi voz desgarrándose, de mis lágrimas olvidadas, de aquella soledad que creía solida y perpetua. La mañana, la tarde y la noche se han convertido en acompañantes escurridizos, y en perpetuos escoltas, atentos a cada acción mía. El reposo de mis latidos ahora vislumbra como un lejano sueño,

Es risa de la buena

Risa mal vista, carcajada que a quebranta; rompe, es sincera. Risa bruta que acobija, es risa retorcida. Sarcástica y franca es la risa mi champaña. Me río del vulgo, es pura risa siniestra. Surtido de alaridos enloquecidos. Es risa malintencionada… Me río de burdas poses falsas, mi risa se acrecienta frente al culto inculto que carga con su intelecto postizo. Me río de los que se disfrazan de poetas. Me río con alevosía del triste intento de hacer poesía. Las carcajadas brotan de frente hacia los que son tacaños y narcisistas. Me río del psicópata y de su literalidad. Me dan risa los que alburean, denostando su delicada virilidad. Me río de la creciente vulgaridad. ¡Qué risa, qué risa me dan!... los que no puede estar con su soledad. Mi risa es tan alarida hacia los poliamorosos infecciosos. Las carcajadas no cesan ante “la estética contingente”. ¡Qué intrínseca se ha vuelto mi risa! Me río de quien alza la voz, anunciand

Multitud

La multitud no espera, la multitud tiene prisa; no empatiza, no te mira.   La multitud empuja, no se detiene, quiere dinero. La multitud no es silenciosa; es ruidosa, te pisotea, no sede.   A la multitud no le importas; te deja atrás, todo es competencia. La multitud no empatiza, no siente. Todo es rapidez, no hay paciencia.   Todo es querer, tener, comprar, todo es superficial, todo es falso. Sonrisas falsas, apuñaladas sinceras. Destacar solo para gastar y gastar…   La multitud es monótona, no cambia, sigue siendo la misma. Nuevos rostros con viejos hábitos. Viejas caras; cansadas, siempre las mismas.   La multitud es primero y tú después… La multitud no reflexiona, no se cuestiona. No se detiene y vuelve a comenzar. Un nuevo día: comienza de nuevo el ritual. 

Un rostro callado

Un desquicio que va en aumento en la benevolente bruma de mi espíritu. La agonía se disfraza de paciencia. Los rostros enmascarados me juzgan. Nadie atiende, nadie asiente…   El silencio es mi escudo, mi arma. Complacientes son los verdugos ante la espera de mi alba expuesta. Cruje la cordura, cruje la demencia.   Se insertan las espinas en mi pecho, caen los pétalos sobre mi espalda rígida. Nadie se conmociona, nadie se exalta.   Me estoy volviendo mudo frente a la cordura que se ha vuelto apática. Nadie se acerca al pozo de mis lamentos. Ahora las gotas son meros adornos… Adornos de un candor que se escapa.   Ríe cruel testigo, ríe… Porque ya nadie reirá frente a las heridas expuestas. Anhelo que nadie extrañe mi sonrisa. Ya que sólo seré un rostro que mira; paciente, callado, apagado y sin prisa.

Hablemos

Hablemos de las cosas, mi amor. Siente mi pecho cómo tamborilea. Aprecia tu rostro sobre mis lágrimas. Escucha a mi corazón inquieto. Muéstrame tu voz más sincera.   Hablemos de las cosas, mi amor, de las que nadie habla y todos guardan. De nuestro futuro inhóspito,    de las roturas mal cocidas, de las desvencijadas promesas juradas.   Hablemos, corazón, de lo que ya nadie habla… De lo que sentimos al saber que ya no estaremos juntos. Hablemos, mi amor, hablemos.   Hablemos del adiós que no intuimos, de lo invisible que era el destino, de aquel primer romance que se perderá en la memoria. ¡Hablemos, aunque sea con gestos!   Hablemos… sin importar que nunca has existido. Hablemos, mi amor, hablemos…

Monumento eterno

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  Monumento eterno, hombre en estado salvaje, animal humano de caos y orden, potencia flotable de lo influyente, vestigios de hombres nómadas, forjadores de la gran Polis Ateniense, mitos, Dioses y Hombres, militares escépticos ante el lío, lucha obligada, aspiración al miedo, seguridad y bienestar en juego, civilización endeble  ante la política infecunda, Talasocracias de mares impolutos, Tucídides observa, Tucídides delibera, Tucídides reconsidera, Creta contempla el silencio del viento, las alianzas retumban en los nimbos, avenencia de cesación ante la catástrofe, cuerpo y espíritu en armonía. La locura rebrota entre el céfiro, un rugido germina ambicioso, la carne glorifica su génesis, la sangre pulsa la astucia, la guerra como cruel instructora, el fanatismo aclama a su padre, la codicia ante los intereses discordes. Destructor de vínculos maquinales, Tucídides alerta, Tucídides discurre, Tucídides pondera la máscara del

Deleite

Un deleite. Pasos insistentes. Una gabardina larga y vieja de color negro. Mis dedos pasando por mi cabello largo sobre la oreja izquierda. Un vagón de metro. Una noticia en el periódico. Mi rostro oculto entre la agotada multitud. Puertas del transporte público abriéndose. Gotas escurriéndose en las escaleras al salir de la estación Chabacano. Un paraguas rechinando al desplegarse de manera forzada. Luces blancas y amarillentas de varias casas. Un cigarro húmedo. Un encendedor robado. Una dulce bocanada de humo bajo el paraguas sobre la lluvia recia. Una casa rústica. Una puerta. El timbre que funciona en su mediana capacidad. Gatos asomados en la ventana para apreciar a un posible intruso. Una colilla de cigarro pisada en la entrada húmeda. Una puerta que se abre en su mínimo porte. Una mirada femenina asomada. Una voz cansada: «Pasa». Una gabardina mojada, vieja y olorosa mal colocada en un antiguo perchero de madera. Un paraguas goteando sobre la alfombra del interior. Una copa de