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Hay la tierra

¡Hay la tierra, mi tierrita linda! Sobra el pasto sobre las raíces finas. Se rallan las grietas con la luz divina. El agua salpica tus delgadas ruinas.   El atardecer resalta tu resentida risa. Los bordes de gratas semillas brillan. Brilla el campo, brillas tú, brilla la brisa. La tarde con ronroneos se apaga y difumina.   El ocaso de la noche nos contamina de oscuridad santísima como la vida. Las luciérnagas cantan con su luz, luz áspera, luz ruin, luz tiernita.   Tu olor, tu tierra, mi sonrisa. Sobran los arrebatos desbaratados. La tierra cruje junto con la cornisa. La naturaleza vive y nos contamina.   ¡Hay la tierra, mi tierrita linda! J. N. R.

Cada mes

La luz de enero oscurece la tarde de genuino veneno  pulula el destello.  Febrero con su fragancia, atardece y llega marzo. Arrogancia fúnebre de abril, me sostiene mayo y su alomancia. Junio con su capullo, julio con sus guirnaldas. Fúnebre brisa de agosto. Septiembre siempre fiel a su Patria. Octubre tierno y fúnebre; creyente a sus costumbres. Las nubes de noviembre se enaltecen.  Y llega diciembre con su cierre culmen. J. N. R.

Bialaekuenvekuenialadoppo

Mi padre es un puntual coleccionista de antiguos armatostes, me encanta entrar a su habitación cuando él no se encuentra y, contemplar así, la fastuosa cantidad de objetos raros que llega a conseguir en mercados de chácharas. En una de esas riesgosas misiones, al entrar en dicha habitación de reliquias sin avisarle, fue entonces que los pude apreciar: dos tambores africanos muy extraños; de una elegancia primitiva que salpicaban a mis sentidos. Estaban forrados con una extraña piel de animal; de la cual, no tenía noción. Al tocarlos y tratar de darle ritmo a ambos, rugió un trueno desde el cielo gris que se empezaba a formar. No le di importancia, me sentía Tito Puente, con mi arrítmica interpretación sonora en toda la casa. Los días pasaron desde el descubrimiento fugaz de aquellas percusiones que solía tocar cuando mi padre estaba ausente. Sólo vivíamos nosotros dos en casa, mi madre falleció hace seis años y mi hermana se había mudado fuera de la ciudad. Yo cursaría el cuarto seme

Usuarios

Usuario desconocido te ha enviado solicitud…, nick name : Zorra88. —¿Quién podrá ser? —se preguntó el usuario: Cuervo69. —¿Quieres una noche caliente, cuervito? —lo cuestionó Zorra88, queriendo intimar. Cuervo69 aceptó la conversación, cuestionándola: —¿Qué traes puesto, zorrita traviesa? —Sólo tengo una playera blanca, mis pezones negros se transparentan, mi tanga está mojada. Quiero conocerte más… Cuervo69 tomó su pene, comenzaba a tornarse erecto. Lo sacudía al imaginar a aquella zorrita de pezones firmes. Zorra88 comenzaría a frotar sus dedos sobre su vagina tibia. Ambos lograban poner una atmosfera un tanto erótica y traviesa. Zorra88 mandó un mensaje definitivo: —Hay que conocernos en persona, te necesito dentro de mí, necesito esa verga dura dentro, cuervito. Cuervo69 aceparía la cita… Se vieron en la entrada del Hotel Granja norte. Cuervo69 se percató, al acercarse a ella, que la usuaria Zorra88, era su madre. Últimamente, Raúl, alias Cuervo69, se habí

Plegaria

Tendido ante el manto de mi espalda, sobre mis hombros hablará mi Patria. Las costillas crujen como tambores, entre ardores y balas clavadas se van agotando los venerados nombres. Soy fiel testigo de cómo posa el nopal sobre águilas descubiertas y desplumadas. Los rostros se fueron tornando calles, las estatuas yacen desplomadas. Ahora somos amantes de banderas, alzando alto las enredaderas con espinas. Los postes se encojen ante la luz pálida, los gatos maúllan con nuestras caricias tibias. La ley no comprende nuestra revolución, sólo nos persigue por pegar panfletos, por esparcir sueños, ideas, folletos. ¡Qué viva nuestra mutua devoción! Nuestros sexos se humedecen ante la adrenalina vuelta himno, tus pechos sobre los libros; libros comunistas, libros rojos, libros prohibidos, se enaltecen… La ropa sobra ante el idealismo. El materialismo histórico no comprende a nuestros pulsos y caricias metafísicas. ¡Patria, entiende, nadie calla, somos plegaria! J. N. R.

Me hundo

Me hundo como piedra caliza sobre un lago de impulsos lóbregos. Sostengo infinidades de caricias resilientes y extintas que nunca deseé ni perduraron. El dinamismo del aire sobre los pétalos fluye a mi enternecimiento sagaz, rampante, febril. El cielo ya no sintoniza con mis suspiros. Mis pasos ya no dejan la misma huella húmeda frente al charco movedizo. Ya no hay orden en mis días, ya no hay días en mi orden. Todo es un caos sonoro, matizado, disuelto en el afán de volver al espejo donde refleja a mi carisma oxidado. Me vuelvo un humo gris frente al eclipse ególatra. La lumbre se extingue frente a mis sueños oscuros. Pero eso es la vida, un vaivén de claroscuros, tal vez ahora no me doy cuenta; pronto todo pasará y volveré a estar de pie en lo alto de la montaña. Las sombras siguen burlándose de mí. La calma y la lumbre dejarán de consumir mis sonrisas de espanto. El filo del cuchillo me lleva a otro lugar. Es una cabaña. La cabaña fomenta su comprensión al compartirme su brillo noct

Hace hambre

Angustia y horror. Banalidades en tensión, solapas de paja y costumbres enmudecen los pies del campo entre las milpas y los pájaros al aire revoloteando sobre gotas de lágrimas negras la tensión y el dolor.   Saltan a la vista los dolores de pueblos que cosechan sueños ante la rabia de los grandes intereses de creces ante el robo de tierras y peces.   La angustia tiene hambre de justicia en todas sus tonalidades, enmudecen frente a la desolación que muerde, que da frío, que embrutece.   Somos el petate, somos el cacao quieto rompiendo la tierra para que suenen los gritos que no han podido callar frente a sus oídos sordos temblará la tierra.   Frente a sus ojos ciegos nuestras sandalias bailaran… Frente a la cascada vieja nuestro corazón ha de palpitar.   Ya no embrutece su avaricia, ya no resuena el enjambre, ya no tizna su indiferencia, ya sólo se vive de certezas… La tierra es nuestra junto con el hambre.  J. N. R.

Criaturas metálicas

  Dispongo de un desierto lleno de almas pasadas que arrastro en mis pasos con cada latido desesperado. Me detengo en el callejón a un costado del muelle. Ningún testigo me acecha en su posible desdén de juzgarme cargar un arma a la altura de mi rostro colmado de agobio. Las criaturas metálicas retomaron su marcha escandalosa de no rendición con tal de encontrarme. Decido aventarme al mar oscuro de golpe, nunca había nadado en el mar de noche, me siento igual de inseguro que en la superficie. Los entes se detienen al sentir mi hedor donde yacía de pie hace unos momentos en el muelle. Al no verme deciden seguir buscando en otra parte de la playa. Mis lágrimas de horror se mezclan con el oleaje pasmoso del agua salada. Siento cómo algo rosa mis pies, no le tomo importancia y trato de ir hacia la playa a unos cuantos metros. Pero ahí estaban esperándome aquellos seres de mirada fija y de cuerpos metálicos oxidados. Todos tenían hachas y machetes recogidos de algún lote de chatarra abandon

Decadentes

Fuimos dos eternos y fieles decadentes desde el amplio cielo hasta el pasto verde. A regañadientes y solapados creyentes. Maravillosos fueron los años siguientes:   Amor, deseo, floreros rotos de traición. Acuosas fueron nuestras palpitaciones. Fuimos pálidas sombras de desilusión: tan trasparentes, tan disolventes…   Fuimos besos compartidos entre bocas. Fueron tantos los amantes, fueron muchas las veces que anhelamos nuestra presencia dentro de otras miradas frías y viciosas.   Las vistas al techo en la noche quejumbrosa, fueron presa de nuestros nombres vociferados, arpas constantes de suicidio y extrañamiento. Se acabó lo nuestro junto con nuestros tormentos.   Aparecieron las adicciones, mas tus invocaciones, las más deshonestas, las más deshonrosas… ¿Qué serán de las películas y canciones que nuestro tiempo compartió en grandes ensoñaciones?   Ya no hay besos, solo maldiciones, Maldiciones asfixiantes y estrepitosas. Nos volvi

Soy autista

  Soy autista . Vivir con autismo es como jugar un video juego por primera vez y en su modo Experto. Cada día es un bombardeo de estímulos sensoriales. Una extensa sobrecarga de sensaciones en su grado más alto navegando en el cerebro. Habitar la Ciudad de México es sobrellevar las elevadas resonancias sonoras provenientes del exterior: como la música ruidosa, el sonido de camiones, perros en azoteas, ambulancias, patrullas, cláxones, personas gritando, risas escandalosas, chiflidos, sonidos de construcción, etcétera. Ser autista es tener que explicarle qué es el autismo a profesores, policías, familiares, amigos y conocidos. Es también tolerar que las personas te miren o te cataloguen como “raro”, en ocasiones, acudo a la actuación para ser “normal”, aunque sea por mera sobrevivencia e implique un cansancio físico y mental. La sociedad mexicana es de apapachos, apretones de manos, de estar demasiado cerca alado del otro. Es un caos percibir la basura fuera de lugar, percatarse que no

Conejo blanco

  El conejo blanco cerró la bragueta de sus pantalones tras agitar su miembro frente al escusado sucio en aquella cantina de mala muerte. Salió tambaleante por las puertas de madera, se ajustó su gran gabardina de color azul marino, notó que había unas cervezas frías en una mesa abandonada y las empacó en los grandes bolsos internos de su gabardina vieja. Llegó a su departamento como pudo, tras vomitar de manera breve en un par de postes de luz en la calle oscura. Colocó su botín etílico en la mesa rota de su pequeña sala, se despojó de sus ropas para quedar postrado en calzoncillos en su desgarrado sillón negro. Frente a él, se encontraba una televisión un tanto arcaica, tenía que pegarle a su control remoto para que pudiera cambiar a la opción DVD, puso el disco que yacía siempre puesto y que le gustaba mirar mientras tomaba sus últimas cervezas del día. Le gustaba ver conciertos de rock de bandas de los 80´s. Sonreía con aquella risita extraña mientras destapaba las cervezas con s

La sangre se haría presente

El terror era real, podía escuchar el sonido de la sangre…, podía sentir las exhalaciones desafinadas de los cuerpos quebrándose en sus últimos soplos. La criatura masticaba desesperadamente. Sus pequeños ojos brillantes, se alcanzaban a distinguir en la indiferente oscuridad; junto con el brillo de sus colmillos y la sangre, que por alguna extraña razón, resonaba en álgidos destellos. Yo intentaba arrastrarme en aquel suelo húmedo y lleno de ratas que relamían los charcos de sangre provenientes de las extremidades arrancadas de mis familiares. Donde antes tenía mis piernas, ahora parecía tener una falda de tendones y huesos triturados. Las lágrimas ya no alcanzaban a compensar el dolor. La criatura se percató del disturbio que causaban mis alaridos ante el acto de alimentarse de manera ininterrumpida. En sus ojos se quitó aquel brillo penetrante. Ahora reinaba en su mirada un instinto de siniestro estático. Dejó de masticar el torso de mi madre para arrojarlo al suelo, salpicando toda

Un tren cargado de apatía

  Un tren cargado de apatía, de frutos que glorifican la desesperanza; plagado de voces que imitan de mal modo a mis intenciones más honestas. En sus ventanas reflejan las sonrisas siniestras…, reanimando el temor sembrado por la indiferencia. Es un tren cargado de individualismo, de un YO con mayúsculas. Necesito más tiempo, las cuerdas yacen gruesas, firmemente amarradas a mi piel. En sus miradas perdidas no cabe la empatía, no cabe la dignidad, no conocen las lágrimas de esfuerzo. Sólo les importa aplastar al otro; al distinto, al que se sale de las normas. Y es que no conciben los pasajeros de dicho tren, el que alguien pueda destacar fuera de las ordenes, de las reglas, de lo que la tradición manda. Las vías de metal oxidado retumban en su anatomía expectante. La atmosfera se oscurece, la hierva a un costado de las vías danza en su sincronización con el viento que va en aumento. Son demonios, son los malditos poetas de composta. Hacen sonar el tren, mi tiempo se acaba, en sus sonr

Divinidad

Divinidad de síntomas advenedizos Caen los cartuchos de ceniza ceniza de palidez resquebrajada en un alud de supersticiones santas desenvuelvo un telar cósmico provisto de almohadas que suspiran van cantando van gimiendo van recolectando van las rocas pulidas por salvajes van dejando huella van dejando pulsos en el pétalo de una ola Son los sueños síntomas caprichosos y revoltosos Somos magia que no impresiona Somos la impresión mágica del sueño La comezón palpita mis venas Cuánta comezón descrita Me rasco el corazón y las uñas El telar danza junto con las estrellas No hay abismos La mancha del desengaño brilla Nado entre las montañas Las plantas me visten y las rosas me calzan Bendita divinidad

La vida comienza

¿En dónde deposito todo este conjunto de lágrimas arrugadas? El pájaro azul surca el vuelo mientras yo entierro mis pies en la arena pálida. El viento les da palmadas a mis susurros. La velocidad de la brisa acuña un manto de alivios. Mi florecita blanca se marchita con lentitud. Los lagos de añoranza me resultan distantes. El río está encima sobre mi cabeza. La tormenta comienza junto con la tiniebla húmeda. Mis destrezas no comprenden de literalidades. Las sombras me sostienen y me llevan por un camino de piedras rojas. La oscuridad me abraza de manera cálida. Mi luz se ha desvanecido, pero brota la imaginación de los colores dentro de la caverna. Los animales se deslizan en toda la oscuridad mientras aprecio sus historias. La crueldad humana reaparece. La caza, las lanzas, la desesperación, la sangre, el hambre. ¿Por qué la desdicha siempre me acompaña a todas partes? ¿En dónde se ha perdido aquel lucero de bienestar? Comienza el sonido, el sonido repetitivo de gotas retumbando sobr

Palabras errantes

¿Cómo es que, en un espacio de “libertad”, mis letras se sientan tan llenas de asfixia? Y es que es la maldita academia, la que me convierte en un pequeño ratón frente a tanto narcicismo, frente a tanta envidia, frente a tanta competencia infantilizada. Me abruma y aborrezco el pútrido nido de víboras ponzoñosas y venenosas que decidieron portar la postura de poetas malditos en su día a día. ¿Cómo es que un profesor tan pequeño se sienta un pequeño Dios? Con su burda ilusión de poder dentro de un espacio académico. Mi alma yace ensangrentada con tanto acto vil de lambisconería. Lamer para poder ser, e ahí la cuestión. Fingir simpatía para tener diez minutos de fama estéril. Mis letras se han vuelto tímidas, mis palabras quieren disminuir su honestidad reservada. Ojalá que algún día entiendan que ese mecanismo de vida no los sacará de la jaula que otros crean de ustedes como escritores en su eterna potencia. ¿En qué momento los maestros de literatura se transformaron en lo que perjuraba

En efecto, es poesía

Se enciende un destello en medio de la vorágine corrompida por vástagos. El destierro me otorga una bocanada de aire que se aquieta bajo mi lengua que yace tendida en el eterno embate moral frente a la tentativa venganza de un rostro que ya no me pertenece. Se alza el puño de millones de voces calladas y amargas, intoxicadas de injusticia. Las serpientes se aceleran ante el árbol viejo y torcido. Ya no hay cielo, ni tierra, ni infierno. Las últimas notas de un piano gastado pululan en un eco aterrador bajo el manto del horizonte. En efecto, son muecas, lamidas de falos y vulvas, es el encanto vacío de lo que llaman cuerpos. El cáliz yace oxidado desde hace cientos de años. La seriedad de sus letras de postín astilla mi desgracia. Las llamas emergen bajo sus nervios tan llenos de fantasía y grandeza de cartón. Brota la primera lágrima en medio del caos apocalíptico literario. En dicha gota de resignación se refleja la ausencia de un Dios ficticio que nunca ha acudido a mis suplicas. Su

Alma movediza

  Palpita el alma junto con la tierra. Las plantas no entienden nombres; sólo conocen el agua de la pradera, que se alzan al cielo junto a las costumbres: El viento cuchicheando y las nubes carraspeando. La lengua me sabe a tierra junto con el corazón que borbotea. La luna emerge y pellizca. Las estrellas quedan fijas en mis venas. Late el alma borracha en la huida de un sol que pestañea. Las hojas bailan en su espontánea danza. ¡El pulso fuerte se ha vuelto racha, la excitación pincha al sentir el pasto de mis pies descalzos! Las tortugas se introducen donde comienza el canto de la espuma, llevan la esperanza y el desdén del corazón fijo que se esfuma. Bosque y mar, convergen; en su dialéctica onírica. No hay ciudades, ni profesiones, sólo importa la vibra del corazón, sólo importa la calma nítida junto con el cuerpo regocijado. A la naturaleza no le interesa nuestro pasado quieto, ni nuestro futuro incierto. Al mar y