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Conejo blanco

  El conejo blanco cerró la bragueta de sus pantalones tras agitar su miembro frente al escusado sucio en aquella cantina de mala muerte. Salió tambaleante por las puertas de madera, se ajustó su gran gabardina de color azul marino, notó que había unas cervezas frías en una mesa abandonada y las empacó en los grandes bolsos internos de su gabardina vieja. Llegó a su departamento como pudo, tras vomitar de manera breve en un par de postes de luz en la calle oscura. Colocó su botín etílico en la mesa rota de su pequeña sala, se despojó de sus ropas para quedar postrado en calzoncillos en su desgarrado sillón negro. Frente a él, se encontraba una televisión un tanto arcaica, tenía que pegarle a su control remoto para que pudiera cambiar a la opción DVD, puso el disco que yacía siempre puesto y que le gustaba mirar mientras tomaba sus últimas cervezas del día. Le gustaba ver conciertos de rock de bandas de los 80´s. Sonreía con aquella risita extraña mientras destapaba las cervezas con s

La sangre se haría presente

El terror era real, podía escuchar el sonido de la sangre…, podía sentir las exhalaciones desafinadas de los cuerpos quebrándose en sus últimos soplos. La criatura masticaba desesperadamente. Sus pequeños ojos brillantes, se alcanzaban a distinguir en la indiferente oscuridad; junto con el brillo de sus colmillos y la sangre, que por alguna extraña razón, resonaba en álgidos destellos. Yo intentaba arrastrarme en aquel suelo húmedo y lleno de ratas que relamían los charcos de sangre provenientes de las extremidades arrancadas de mis familiares. Donde antes tenía mis piernas, ahora parecía tener una falda de tendones y huesos triturados. Las lágrimas ya no alcanzaban a compensar el dolor. La criatura se percató del disturbio que causaban mis alaridos ante el acto de alimentarse de manera ininterrumpida. En sus ojos se quitó aquel brillo penetrante. Ahora reinaba en su mirada un instinto de siniestro estático. Dejó de masticar el torso de mi madre para arrojarlo al suelo, salpicando toda

Un tren cargado de apatía

  Un tren cargado de apatía, de frutos que glorifican la desesperanza; plagado de voces que imitan de mal modo a mis intenciones más honestas. En sus ventanas reflejan las sonrisas siniestras…, reanimando el temor sembrado por la indiferencia. Es un tren cargado de individualismo, de un YO con mayúsculas. Necesito más tiempo, las cuerdas yacen gruesas, firmemente amarradas a mi piel. En sus miradas perdidas no cabe la empatía, no cabe la dignidad, no conocen las lágrimas de esfuerzo. Sólo les importa aplastar al otro; al distinto, al que se sale de las normas. Y es que no conciben los pasajeros de dicho tren, el que alguien pueda destacar fuera de las ordenes, de las reglas, de lo que la tradición manda. Las vías de metal oxidado retumban en su anatomía expectante. La atmosfera se oscurece, la hierva a un costado de las vías danza en su sincronización con el viento que va en aumento. Son demonios, son los malditos poetas de composta. Hacen sonar el tren, mi tiempo se acaba, en sus sonr

Divinidad

Divinidad de síntomas advenedizos Caen los cartuchos de ceniza ceniza de palidez resquebrajada en un alud de supersticiones santas desenvuelvo un telar cósmico provisto de almohadas que suspiran van cantando van gimiendo van recolectando van las rocas pulidas por salvajes van dejando huella van dejando pulsos en el pétalo de una ola Son los sueños síntomas caprichosos y revoltosos Somos magia que no impresiona Somos la impresión mágica del sueño La comezón palpita mis venas Cuánta comezón descrita Me rasco el corazón y las uñas El telar danza junto con las estrellas No hay abismos La mancha del desengaño brilla Nado entre las montañas Las plantas me visten y las rosas me calzan Bendita divinidad

La vida comienza

¿En dónde deposito todo este conjunto de lágrimas arrugadas? El pájaro azul surca el vuelo mientras yo entierro mis pies en la arena pálida. El viento les da palmadas a mis susurros. La velocidad de la brisa acuña un manto de alivios. Mi florecita blanca se marchita con lentitud. Los lagos de añoranza me resultan distantes. El río está encima sobre mi cabeza. La tormenta comienza junto con la tiniebla húmeda. Mis destrezas no comprenden de literalidades. Las sombras me sostienen y me llevan por un camino de piedras rojas. La oscuridad me abraza de manera cálida. Mi luz se ha desvanecido, pero brota la imaginación de los colores dentro de la caverna. Los animales se deslizan en toda la oscuridad mientras aprecio sus historias. La crueldad humana reaparece. La caza, las lanzas, la desesperación, la sangre, el hambre. ¿Por qué la desdicha siempre me acompaña a todas partes? ¿En dónde se ha perdido aquel lucero de bienestar? Comienza el sonido, el sonido repetitivo de gotas retumbando sobr

Palabras errantes

¿Cómo es que, en un espacio de “libertad”, mis letras se sientan tan llenas de asfixia? Y es que es la maldita academia, la que me convierte en un pequeño ratón frente a tanto narcicismo, frente a tanta envidia, frente a tanta competencia infantilizada. Me abruma y aborrezco el pútrido nido de víboras ponzoñosas y venenosas que decidieron portar la postura de poetas malditos en su día a día. ¿Cómo es que un profesor tan pequeño se sienta un pequeño Dios? Con su burda ilusión de poder dentro de un espacio académico. Mi alma yace ensangrentada con tanto acto vil de lambisconería. Lamer para poder ser, e ahí la cuestión. Fingir simpatía para tener diez minutos de fama estéril. Mis letras se han vuelto tímidas, mis palabras quieren disminuir su honestidad reservada. Ojalá que algún día entiendan que ese mecanismo de vida no los sacará de la jaula que otros crean de ustedes como escritores en su eterna potencia. ¿En qué momento los maestros de literatura se transformaron en lo que perjuraba

En efecto, es poesía

Se enciende un destello en medio de la vorágine corrompida por vástagos. El destierro me otorga una bocanada de aire que se aquieta bajo mi lengua que yace tendida en el eterno embate moral frente a la tentativa venganza de un rostro que ya no me pertenece. Se alza el puño de millones de voces calladas y amargas, intoxicadas de injusticia. Las serpientes se aceleran ante el árbol viejo y torcido. Ya no hay cielo, ni tierra, ni infierno. Las últimas notas de un piano gastado pululan en un eco aterrador bajo el manto del horizonte. En efecto, son muecas, lamidas de falos y vulvas, es el encanto vacío de lo que llaman cuerpos. El cáliz yace oxidado desde hace cientos de años. La seriedad de sus letras de postín astilla mi desgracia. Las llamas emergen bajo sus nervios tan llenos de fantasía y grandeza de cartón. Brota la primera lágrima en medio del caos apocalíptico literario. En dicha gota de resignación se refleja la ausencia de un Dios ficticio que nunca ha acudido a mis suplicas. Su

Alma movediza

  Palpita el alma junto con la tierra. Las plantas no entienden nombres; sólo conocen el agua de la pradera, que se alzan al cielo junto a las costumbres: El viento cuchicheando y las nubes carraspeando. La lengua me sabe a tierra junto con el corazón que borbotea. La luna emerge y pellizca. Las estrellas quedan fijas en mis venas. Late el alma borracha en la huida de un sol que pestañea. Las hojas bailan en su espontánea danza. ¡El pulso fuerte se ha vuelto racha, la excitación pincha al sentir el pasto de mis pies descalzos! Las tortugas se introducen donde comienza el canto de la espuma, llevan la esperanza y el desdén del corazón fijo que se esfuma. Bosque y mar, convergen; en su dialéctica onírica. No hay ciudades, ni profesiones, sólo importa la vibra del corazón, sólo importa la calma nítida junto con el cuerpo regocijado. A la naturaleza no le interesa nuestro pasado quieto, ni nuestro futuro incierto. Al mar y

Falsa educación

¿En qué momento me convertí en un fuego débil y tenue? Las desdichas me consumen con su bien elaborada y ferviente devoción; ellas, pulsan los hilos oxidados de mi paciencia. Mi felicidad se ha vuelto máscara; símbolo de mi armadura ante el sujeto cruel que, me juzga y me mira y me quiere ver caer. Sólo miran la superficie, sólo miran a mi ardiente sonrisa estéril. Los comentarios saltan como piedras en el aire; lanzadas por catapultas hacia mi desprevenida ingenuidad. Son grandes balas con veneno en su interior. ¿Por qué? ¿Por qué alguien ajeno a mi ser se atreve a definirme? Si ni siquiera sé quién soy en la exactitud de mis mejores momentos. Me siento un huracán repetitivo. Ya sólo aprieto las manos de mis enemigos, anhelando que cuando les muestre la espalda, no caiga el gran filo de sus conceptos sobre mi piel tan llena de cicatrices. Las miradas brillan junto con sus colmillos camuflados, bajo sus elegantes ropas yacen escamas verdosas y ensangrentadas, bajo sus propias máscaras

Locura expuesta

Es tu mar, es tu calma, son tus olas, es tu fuerza, o más bien, es la desproporción de mi locura expuesta. La marea baila regocijante ante sus impulsos telúricos, desproporcionalmente injustos. La lluvia se vuelve ácida frente al manto tendido de la añoranza. Saltan a la vista, las criaturas marinas que yacían ocultas frente a mi desconsuelo incierto. El mar se torna oscuro y vuelve a su calma; pero las luces místicas emergen desde el fondo marino. Las bestias no conocen de misericordia, sólo tienen hambre, sólo quieren saciar sus más sinceros impulsos. Soy una carnada cómoda. El mar no se lamenta, el océano tiene sed de venganza. Por cada cuerpo no arrojado, aclama sus divinas alabanzas. Mi susto se ha vuelto llanto. Ese último llanto frente a la muerte que no se espera, al menos tan pronto y en este instante. ¿Cómo es que ahora mi vida equivale a segundos, a una esperanzadora misericordia inexistente? No, los monstruos no conocen de clemencia. ¡No, no, no…! Esto no puede acabarse así

Ceniza viajera

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Donde antes hubo una mirada de ojos verdes, ahora acaece polvo que galopa. Mi calma es trágica, crecida, como un latido que purifica a la hojarasca. Tu pecho tierno yace bajo tierra. Eran cálidas tus voces las que embrutecían las praderas. El viento se ha quedado huérfano frente al vacío de tu marcha. Guardabas en tus labios un millar de flores frescas. Tus vestimentas se han vuelto inertes a partir de la ausencia de tus danzas. Donde antes había carcajadas, ahora hay ceniza. Te convertiste en polvo y del propio polvo venías. Actualmente, dónde encontraré el elenco de tus sonrisas. Recuerdo que tus brazos eran nubes que florecían. Cuando antes gozabas de presente, ahora el tiempo en ti ya no confía. La eternidad se ha vuelto cosa tuya. Los rayos del sol ya no enternecen a tus mejillas. La luna es otra y las noches son distintas. El sonido de tu nombre flota en el desdén de mis pulsos adormecidos. Me surge la necesidad de recuperarte, de liberarte y dejar que goce tu espíritu viajero. A

Siento

  Siento que las palabras se me cuelgan por la espalda, como un destino reclamando sus delirios. Los labios se humedecen poco a poco, siento un ligero sabor a sangre, a nostalgia, al pasado que ya no existe, más sólo en la memoria. Siento un cúmulo de recuerdos perdidos que anhelan sen recordados; redescubiertos. El corazón tiembla, la mancha del vino tinto se expande sobre mi pecho blanco, un tanto liso. Siento a las gotas tercas, brillantes en su caminar despierto. El agua acumula mis desfiguros, los alivia un poquito. La ternura de sentirme vivo me abruma frente a la luna llena. Siento como si la luna fuera el corazón gigante de la humanidad, latiendo radiante en la noche donde los suspiros son más profundos, más sinceros. Siento al silencio quieto, esperando a que me duerma para espantarme el sueño. La bastedad del Cosmos me consume en mi cama vacía. Hace mucho tiempo que no siento un abrazo dado en la oscuridad. ¿Por qué sentimos más el dolor que los buenos momentos? Ese dolor de

Vacío

Hoy es martes, son las seis de la mañana, aún sigue siendo enero, se escucha un auto a la lejanía que no quiere disponerse a marchar, el cielo sigue nocturno, las luces de navidad siguen apostadas; llameantes en las viviendas aledañas, el cigarro se disipa, el profesor no contesta mis correos, los canes aúllan ante el sonido de una ambulancia que pasa por la avenida, las noticias comienzan: nada irrelevante, la agonía me aborda, un día más con la intriga de que la vida no avanza, los días se perciben similares; aburridos, algo hace falta… «¿Cuál es mi deber?, ¿cuál es mi propósito?» El aroma de la cafeína anuncia que la taza de café yace lista en la cocina, comienzo a sorber como si fuera un desquiciado adicto, los libros me acompañan, me distraen un poco de la monotonía; pero incluso, a veces las letras se vuelven repetitivas. Busco una serie de televisión para mejorar el silencio de la habitación, ya son tantas, no sé cuál elegir. Todo parece diferente, tan variado, sé que en el fond

Soplo de brisa

Desvanecido permanezco fiel a mi asombro, aquel asombro de hallarme y percibirme frente al espejo, mirar ese rostro que se difumina ante un cúmulo de agotamientos que no tienen nombre, que no tienen palabras… Discuto conmigo acerca del devenir complaciente, que cursa el tiempo ante el vacío que ofrece una existencia que es diminuta y perene. ¿Qué sentido tiene? Mirar lo que no se puede mirar, alcanzar lo inalcanzable, aspirar a lo que no se puede asimilar. Somos un soplo de brisa que nadie admira, que nadie pasa a contemplar… ¿Quiénes somos ante la nada? Me siento un rostro accidental, un destello entre miles de billones de destellos frágiles. La sombra me mira, me espera; sonríe ante mi destino que es la muerte, la sombra, la oscuridad, la nada, aquel vacío cósmico donde ya no hay luz ni materia, ni destellos. Mis ojos comienzan a empañarse, la claridad se vuelve más clara, sin detalles, aprendo a mirar a la oscuridad. Decido engañarme. Me siento perceptivo, como si la naturaleza me h

Silencio eterno

  El Sol me salva bajo tu pecho de plata, saltan los látigos bajo mi eterna cruz. Incandescente cabalgo en un rio de luz. Las lunas en tus senos tibios me bastan.   Como ave silenciosa te deslizas a un manto de sangre bendita y gastada. Las telas blancas se vuelven negras, se vuelven lizas, frente al tumulto de la carne pálida y sagrada.   El rito de nuestros pecados comienza: El cuchillo de oro se alza junto con el agua fresca y en calma, el humo abastece nuestras malezas.   La oscuridad enternece nuestros suspiros, la media luna, de amarillo intenso, nos abraza. Abrazas mi sexo bajo tus ropas húmedas. Cada movimiento tuyo expone la sangre cálida.   Los olores se entrelazan con los líquidos, las pieles se vuelven una sola, una esencia. La vida se nos escapa, pero aterrizamos en lo eterno, en lo infinito, en la esperanza.   Los cadáveres callan frente al alza de la marea. Ya no hay suspiros, ya no hay susurros, ya no hay sudor, ya n

Y la vida nos alcanza

Y la luna calla, y la música toca sus colores, y la luz nos invita a contemplarla, y el bosque deja caer su misticismo, y el azul es distinto, y el amarillo se intensifica, y los personajes danzan, y la pintura se acumula, y los rostros parecen complacidos, y las estrellas se exaltan, y la tierra no parece de este mundo, y el cielo oscuro se vuelve claro, y los amantes se abrazan, y la música vuelve a resonar con colores más brillantes, más intensos, más palpables… Y el fuego nos acobija con su calidez, y los arboles parecen cuidarnos desde las alturas, y las montañas se esconden de la vista para cuidarnos desde el subsuelo, y las historias nos hacen emocionarnos, y las tragedias parecen lejanas, y los animales nos miran con asombro a la distancia, y la luna se consagra en lo alto, y los cuerpos resultan más tibios, más húmedos, y la comida nos consume con sus aromas apetecibles, y el agua enjuaga nuestro paladar de manera distinta, y las aves se guardan para la mañana, y comienzan las

Mar y destino

El mar ya no cursa el destino. Ya sólo rompe el viento a base de poemas y desfiguros. El vino agota junto con las olas a mis delirios danzantes, los más vivos. Brota la espuma roja sobre la piel, que me sabe a sangre, que me sabe a humo. ¡Qué me embriaga el hambre de lo absurdo! El barco se desmorona con cada viento, con cada ola, con la oscuridad que asalta el miedo. El miedo de ahogarme en un mar oscuro. Sopla la briza junto con mi corazón al tierno arrullo de la esperanza, agotándose en un ahogo de certezas, vibrando en la marea etílica de mis apuros. Entre revelaciones y augurios van sonando los arrullos sombríos, que arrasan los alivios, que sopesan los barullos… ¡Ya no hay mar seguro! La marea cesa, pero trae junto con ella una seriedad pura de resaca fresca. Ya no hay promesas, olas, ni mar, ni tifones. Ya sólo queda una botella de vino seca.

Me siento costumbre

Me siento como un río desbordante entre el ser y la nada; complaciente, devoto y tan lleno de espasmos, tiritando sobre redundantes cuestionamientos existenciales. Soy un nombre que no elegí, soy el rostro repetido de generaciones que refrendaron el mismo acto de reproducción evolutiva. ¿Será una simple tristeza o un gran alivio, el que no genere descendencia? Esa será una respuesta para la tierra, para los gusanos, o incluso para mis cenizas. Soy costumbres y anhelos adquiridos, soy un patrón mental adquirido, mamado, absorbido. Lamentable cosecha de actos que me zumban en la frente. Multiplicidad de ronroneos mudos que anhelan ser escuchados. Me convertí en la burla descarada del intelectual de oficina, de aquellos amantes de la apreciación fenomenológica e inducida por sus más teológicos y profundos sentidos. ¿Qué sentido tiene seguirles el paso si conduce a un torrente de ilusorias aguas diáfanas? ¿Por qué sentir su ira, su indiferencia, sus malas costumbres? Yo sólo miro a histori

Momento

¿En qué momento me convertí en un rastreador de mí mismo? Voy cautelosamente persiguiendo huellas ensombrecidas frente a frente ante el abismo absurdo. Soy un cúmulo de contingencias en sucesos de tiempo desvanecido. Vivo en el porvenir de la muerte; que no se aquieta, y se siente viva en mi presente, más la vida que se escapa a delicados susurros. Suspirando y con ansias, voy contando horas, días…, segundos, desdichas, segmentos de mi alma sobre el suelo frío. El fracaso es mi consuelo mientras postergo tu rostro obtuso. Soy ginebra que da valor a tus cabalgatas. La fina percha del atardecer nos embrutece los suspiros. Nos resguarda un colchón viejo que sustituye a las palabras cansadas, aquellos diálogos que no se dicen con la voz, si no con las palmas de las manos y la tristeza de las pupilas húmedas. Me niego a disfrazarme de la decepción ante los sueños de mi infancia ante el porvenir. La sonrisa me aprieta, pareciera que en esta vida me tocó sostener solamente rosas blancas. Sent

Arrebato

Arrebato punzante de espina, destilación egoísta, es mi voz escrita, más espasmos de soledad murmurando, asechando debajo de la neblina fina.   Los pétalos caen lentamente, rojizos, arrugados, con incisivas espinas. Caen junto con el llanto de la epifanía, de aquel triste recuerdo infame.   ¡Qué agonía, qué distanciados! Distanciados de nosotros mismos, de la locura y la alegría de sentir la vida. ¡Qué espanto y qué consuelo!   Revestimiento sombrío acecha mi espalda roída, expuesta, cansada… La soledad es mi arma, un arma que hiere y cura.   Saboreo mi calma oscura frente a la desesperación deprisa. Mi ternura palpa su extinción absoluta. Caerá el telón entre direcciones y rutas, y con el viento cargado de sonrisas.   Caerá sobre un futuro certero, lleno de ausentes suspiros míos. Caerá la espina punzante, y reinarán mis latidos mudos.

DELEITE MUSICAL

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El viento se tornaba álgido e inundado de notas musicales; como si grandes olas salvajes arremetieran contra nuestros sentidos en dirección al  público reluciente y expectante. Ella, brillaba gloriosamente en aquel elegante escenario de músicos. El piano se encontraba en el centro de la escena, la orquesta la rodearía, dejándola ser la principal protagonista de aquella magnífica puesta musical. No era la primera la primera vez que la veía tocar así el piano, todos los presentes a mi alrededor reflejaban rostros de un brutal asombro, yo sólo me limitaba a expresar una disimulada sonrisa, cerrada un tanto sarcástica, fuera de eso, ella tocaba con una enorme pasión como aquel día que la conocí… Su nombre era Sol, cursábamos el sexto año de primaria, yo había llegado de intercambio por cuestiones económicas de colegiatura en mi anterior escuela. Me presentaron a mis nuevos compañeros de salón, aunque pensándolo bien, yo seguro era el bicho raro nuevo que todos veían con un discreto des